domingo, 23 de mayo de 2010

Reflejos del Pasado: Capítulo 6

No sé ni como, pero ese chico siempre conseguía dejarme perpleja. Nada más irse después de la pelea, Mal y yo nos habíamos quedado mirando con la boca abierta, realmente sorprendidos de lo que había pasado. ¿Cómo era posible que después de todos los golpes que se habían dado Alexander no tuviese ni un solo moretón? No conseguía explicarlo. Primero lo de las noticias, después esto... Sin duda, era un chico raro, pero tan guapo... No, no podía pensar en eso. Es cierto que me atraía más que ningún chico que hubiese conocido antes pero... no se podía decir que me hubiese contestado de muy buenas maneras cuando me preocupé por él. Por fin sonó el timbre que anunciaba el fin del recreo. Y encima me tocaba biología, sola, sin ninguno de mis amigos con el que pudiese desahogarme sobre lo ocurrido. Llegué hasta el banco donde había dejado mis cosas, recogí el bolso y me dirigí a clase. El aula de biología se encontraba en el ala más lejana del internado, así que tuve que recorrer un buen trecho del camino yo sola, intentando atajar por una parte del patio. Aquello estaba totalmente desierto, no había una sola alma alrededor. Aún así, el viento no paraba de soplar y no hacían más que oírse ruidos cerca de mí. Me giré varias veces para ver si alguien me seguía pero, desilusionada, me volvía a girar al frente. Seguía sola. Así qué apresuré el paso hasta que por fín entré en el edificio y llegué a la puerta del aula. La clase de biología era una pequeña habitación, muy soleada incluso en los días de lluvia. El aula esta dividida en dos filas, cada una compuesta por cuatro mesas dobles que estaban siendo ocupadas por alumnos de mi mismo curso. A mi izquierda se encontraba la mesas del profesor, la pizarra y un pequeño armario, y a mi derecha, al fondo del todo, una estantería llena de libros e incluso de plantas y pequeños animales disecados. Respiré hondo y me dirigí a la única mesa que estaba ya vacía, al final del todo de la fila más próxima a la puerta. Esperaba que estuviese así toda la hora, sin ningún compañero, para así poder pensar mejor en lo ocurrido. Pero esa esperanza poco duró, debido a que una voz llegó hasta la célula más pequeña de todo mi ser, haciéndome estremecer, poniendo mis pelos de punta. Era la voz más dulce y, al tiempo, la más amigable, despreocupada, sensual, e incluso fiera que había llegado hasta mis oídos nunca. Giré la nuca de golpe, un poco aturdida, pero lo que vi me impactó aún más.
- Hola, está libre este sitio?
- ¿Qué...?
Y entonces, ahí estaba. Otra vez. Alexander. Y aquí estaba yo, tartamudeando de nuevo como si fuese estúpida.
- Qué sí está libre este sitio, es que...no hay más.
- Si. claro...siéntate - dije, fingiendo la mayor indiferencia que pude.
- Gracias.
- De nada...
Y entonces, me volvió a deslumbrar con una de sus grandes sonrisas. Ahí ya me derrumbé.
- Oye...
- ¿Sí? - dije yo, intentando no parecer muy interesada en lo que me iba a decir.
- Siento...lo de esta mañana, en el patio. No...debí hablarte así. Porqué eras tu la qué estuvo en la pelea, ¿verdad?
- Sí, era...era yo.
- Pues, perdóname, de verdad. Estaba cabreado y... se me cruzaron los cables, aunque eso no fue excusas para tratarte de esa manera.
- No pasa nada, lo comprendo - esbocé la sonrisa más grande que pude - Drake siempre pone de los nervios a todo el mundo. Es un niñato creído y consentido.
- Bueno pues...la verdad es que tendría que haber empezado presentándome, soy Alexander Morgan.
- Encantada, soy Rachelle, Rachelle Williams para ser exactos.
- Bonito nombre...para una chica bonita.
- Vaya...gra-gra-gracias... - ¡Mierda! ¿Otra vez tartamudeando?Tierra trágame... - pero..no-es, no es...para tanto...
- ¿Es que no te fías de mí? - noté sus ojos clavados en mí -
- Mentir no es la mejor forma de entablar conversación.
Concluí de esta manera la pequeña charla que habíamos tenido, yo con leve rubor y el con una pícara sonrisa, puesto que entró el Señor Brown, nuestro profesor de biología. Dejó su maletín encima de la mesa del profesor, se colocó las gafas, y, sin siquiera avisar, empezó a explicar un nuevo tema. El Señor Brown era el típico inglés: siempre iba bien arreglado, muy disciplinado, pero al tiempo, pasaba de quién no le hiciese caso. Ni siquiera se molestaba en echarle de la clase. A menos que molestases enormemente a tus compañeros, como si te dormías en la clase, él nunca ponía pegas. Y yo, como siempre, también me dediqué a pasar. Solo atendía cuando tenía que copiar apuntes. Por una vez, me iba a servir de algo que Alexander se hubiese sentado conmigo.
- Bueno y...entonces no eres de por aquí, ¿no?
- No...la verdad es que no...no exactamente...
- Ahhmm...interesante...
- ¿Sí, verdad? - bromeó, con una gran sonrisa burlona. Tenía unos dientes perfectos - La verdad es que viví en Nueva York mucho tiempo. Pero...bueno...me mudé de ciudad, y aquí estoy de nuevo. ¿Y tú? Cuéntame algo sobre ti...
- Bueno...por donde empezar...
No sabía si contarle lo de mis padres o no, porque, aunque para mi era prácticamente un completo desconocido...sentía como si le conociese de siempre... me daba esa seguridad de saber que podía contar con él. Y, sin darme cuenta, las palabras salieron de mi boca en tropel, sin poder pararlas, y contando aún más y más de mi corta pero deprimente vida. Y él parecía comprender, comprender mi dolor, comprender mi pérdida... comprenderme a mí. Al parecer, él también había quedado huérfano, y solo tenía a sus abuelos paternos, los cuáles no le podían cuidar, así que le habían mandado a este internado.
Tan rápido como empezó, terminó la clase. Solo nos quedaba la hora de Educación Física, y, según parecía, también coincidía con Alex en aquella hora. Rápidamente entablamos amistad, mientras él se sorprendía de que se me diese tan bien el baloncesto como pegar a Drake con el balón en la cara cuando se pasaba de la raya.
- Vaya, no sabía que fueses tan buena en los deportes. No pareces una chica...
- ¿Sana?¿Activa?
- No. Violenta - terminó de decir Alex. Por fin habían terminado las clases del primer día y ahora nos dirigíamos hacia el patio para encontrarnos a los demás, justo a la hora de comer.
- ¡Ehhhh!¡Yo no soy violenta!
- ¡Sí que lo eres! ¡¿Pero tú has visto como as atizado al chulo ese?!
- Te recuerdo que está mañana os habéis peleado y no tienes ni una sola herida.
- Es que...yo soy corpulento...
- Sí, ya...claro... - solo le pegué un pequeño puñetazo en el brazo para hacer que se quejase - ¿Qué?¿Tan corpulento eres?
Y mientras no hacíamos bromas, ni siquiera fui capaz de fijarme en que Page y Mal se encontraba dos bancos más atrás, y que lo estaban viendo todo, puesto que cuando llegamos a donde se encontraban, Mal se fue, receloso, y Alex rechazó mi invitación de venir a comer con nosotros. Y de este modo, el chico me volvió a dejar perpleja por tercera vez en dos días.

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domingo, 23 de mayo de 2010

Reflejos del Pasado: Capítulo 6

No sé ni como, pero ese chico siempre conseguía dejarme perpleja. Nada más irse después de la pelea, Mal y yo nos habíamos quedado mirando con la boca abierta, realmente sorprendidos de lo que había pasado. ¿Cómo era posible que después de todos los golpes que se habían dado Alexander no tuviese ni un solo moretón? No conseguía explicarlo. Primero lo de las noticias, después esto... Sin duda, era un chico raro, pero tan guapo... No, no podía pensar en eso. Es cierto que me atraía más que ningún chico que hubiese conocido antes pero... no se podía decir que me hubiese contestado de muy buenas maneras cuando me preocupé por él. Por fin sonó el timbre que anunciaba el fin del recreo. Y encima me tocaba biología, sola, sin ninguno de mis amigos con el que pudiese desahogarme sobre lo ocurrido. Llegué hasta el banco donde había dejado mis cosas, recogí el bolso y me dirigí a clase. El aula de biología se encontraba en el ala más lejana del internado, así que tuve que recorrer un buen trecho del camino yo sola, intentando atajar por una parte del patio. Aquello estaba totalmente desierto, no había una sola alma alrededor. Aún así, el viento no paraba de soplar y no hacían más que oírse ruidos cerca de mí. Me giré varias veces para ver si alguien me seguía pero, desilusionada, me volvía a girar al frente. Seguía sola. Así qué apresuré el paso hasta que por fín entré en el edificio y llegué a la puerta del aula. La clase de biología era una pequeña habitación, muy soleada incluso en los días de lluvia. El aula esta dividida en dos filas, cada una compuesta por cuatro mesas dobles que estaban siendo ocupadas por alumnos de mi mismo curso. A mi izquierda se encontraba la mesas del profesor, la pizarra y un pequeño armario, y a mi derecha, al fondo del todo, una estantería llena de libros e incluso de plantas y pequeños animales disecados. Respiré hondo y me dirigí a la única mesa que estaba ya vacía, al final del todo de la fila más próxima a la puerta. Esperaba que estuviese así toda la hora, sin ningún compañero, para así poder pensar mejor en lo ocurrido. Pero esa esperanza poco duró, debido a que una voz llegó hasta la célula más pequeña de todo mi ser, haciéndome estremecer, poniendo mis pelos de punta. Era la voz más dulce y, al tiempo, la más amigable, despreocupada, sensual, e incluso fiera que había llegado hasta mis oídos nunca. Giré la nuca de golpe, un poco aturdida, pero lo que vi me impactó aún más.
- Hola, está libre este sitio?
- ¿Qué...?
Y entonces, ahí estaba. Otra vez. Alexander. Y aquí estaba yo, tartamudeando de nuevo como si fuese estúpida.
- Qué sí está libre este sitio, es que...no hay más.
- Si. claro...siéntate - dije, fingiendo la mayor indiferencia que pude.
- Gracias.
- De nada...
Y entonces, me volvió a deslumbrar con una de sus grandes sonrisas. Ahí ya me derrumbé.
- Oye...
- ¿Sí? - dije yo, intentando no parecer muy interesada en lo que me iba a decir.
- Siento...lo de esta mañana, en el patio. No...debí hablarte así. Porqué eras tu la qué estuvo en la pelea, ¿verdad?
- Sí, era...era yo.
- Pues, perdóname, de verdad. Estaba cabreado y... se me cruzaron los cables, aunque eso no fue excusas para tratarte de esa manera.
- No pasa nada, lo comprendo - esbocé la sonrisa más grande que pude - Drake siempre pone de los nervios a todo el mundo. Es un niñato creído y consentido.
- Bueno pues...la verdad es que tendría que haber empezado presentándome, soy Alexander Morgan.
- Encantada, soy Rachelle, Rachelle Williams para ser exactos.
- Bonito nombre...para una chica bonita.
- Vaya...gra-gra-gracias... - ¡Mierda! ¿Otra vez tartamudeando?Tierra trágame... - pero..no-es, no es...para tanto...
- ¿Es que no te fías de mí? - noté sus ojos clavados en mí -
- Mentir no es la mejor forma de entablar conversación.
Concluí de esta manera la pequeña charla que habíamos tenido, yo con leve rubor y el con una pícara sonrisa, puesto que entró el Señor Brown, nuestro profesor de biología. Dejó su maletín encima de la mesa del profesor, se colocó las gafas, y, sin siquiera avisar, empezó a explicar un nuevo tema. El Señor Brown era el típico inglés: siempre iba bien arreglado, muy disciplinado, pero al tiempo, pasaba de quién no le hiciese caso. Ni siquiera se molestaba en echarle de la clase. A menos que molestases enormemente a tus compañeros, como si te dormías en la clase, él nunca ponía pegas. Y yo, como siempre, también me dediqué a pasar. Solo atendía cuando tenía que copiar apuntes. Por una vez, me iba a servir de algo que Alexander se hubiese sentado conmigo.
- Bueno y...entonces no eres de por aquí, ¿no?
- No...la verdad es que no...no exactamente...
- Ahhmm...interesante...
- ¿Sí, verdad? - bromeó, con una gran sonrisa burlona. Tenía unos dientes perfectos - La verdad es que viví en Nueva York mucho tiempo. Pero...bueno...me mudé de ciudad, y aquí estoy de nuevo. ¿Y tú? Cuéntame algo sobre ti...
- Bueno...por donde empezar...
No sabía si contarle lo de mis padres o no, porque, aunque para mi era prácticamente un completo desconocido...sentía como si le conociese de siempre... me daba esa seguridad de saber que podía contar con él. Y, sin darme cuenta, las palabras salieron de mi boca en tropel, sin poder pararlas, y contando aún más y más de mi corta pero deprimente vida. Y él parecía comprender, comprender mi dolor, comprender mi pérdida... comprenderme a mí. Al parecer, él también había quedado huérfano, y solo tenía a sus abuelos paternos, los cuáles no le podían cuidar, así que le habían mandado a este internado.
Tan rápido como empezó, terminó la clase. Solo nos quedaba la hora de Educación Física, y, según parecía, también coincidía con Alex en aquella hora. Rápidamente entablamos amistad, mientras él se sorprendía de que se me diese tan bien el baloncesto como pegar a Drake con el balón en la cara cuando se pasaba de la raya.
- Vaya, no sabía que fueses tan buena en los deportes. No pareces una chica...
- ¿Sana?¿Activa?
- No. Violenta - terminó de decir Alex. Por fin habían terminado las clases del primer día y ahora nos dirigíamos hacia el patio para encontrarnos a los demás, justo a la hora de comer.
- ¡Ehhhh!¡Yo no soy violenta!
- ¡Sí que lo eres! ¡¿Pero tú has visto como as atizado al chulo ese?!
- Te recuerdo que está mañana os habéis peleado y no tienes ni una sola herida.
- Es que...yo soy corpulento...
- Sí, ya...claro... - solo le pegué un pequeño puñetazo en el brazo para hacer que se quejase - ¿Qué?¿Tan corpulento eres?
Y mientras no hacíamos bromas, ni siquiera fui capaz de fijarme en que Page y Mal se encontraba dos bancos más atrás, y que lo estaban viendo todo, puesto que cuando llegamos a donde se encontraban, Mal se fue, receloso, y Alex rechazó mi invitación de venir a comer con nosotros. Y de este modo, el chico me volvió a dejar perpleja por tercera vez en dos días.

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