miércoles, 12 de octubre de 2011

Wallpaper: Rachelle Williams.


He utilizado una foto de Kristen Bell para caracterizar a Rachelle. Espero que os guste <33

lunes, 22 de agosto de 2011

Reflejos del Pasado: Capítulo 10

Todo estaba relacionado. De eso estaba segura. Pero...¿por que? ¿Por qué ahora? Nunca había soñado nada parecido, y sé que ambas cosas – el sueño y la pulsera – estaban relacionadas. Estaba completamente segura. Me tiré todo lo que quedaba de noche dándole vueltas a la cabeza, intentado encontrar algún significado a lo ocurrido. Ademas, ya no había sido capaz de dormirme, aunque permanecí tumbada en la cama. Por lo menos no había despertado a nadie. Si no, tras terminar de echarme la bronca, las chicas empezarían a hacerme preguntas, y no me apetecía contar nada de lo ocurrido, primero, por que no se lo tomarían en serio; segundo, no quería revivir lo que había pasado, ni sabia distinguir ya entre realidad y ficción. ¿Cómo saber a partir de entonces que tenia que hacer? No entendia nada de nada.
Y la verdad es que tampoco quería entenderlo. Todo esto me llevaría a un problema bien gordo, del que tambien estaba segura que no saldria. Al ver que no podia seguir uniendo cosas y que empezaba a dolerme la cabeza, me levante de la cama y me di una ducha fria, antes de empezar a vestirme con parsimonia. Pitillos, camiseta de tirantes, sudadera y deportivas, sin importar si conjuntaban o no. Hoy, en cambio, si que tenia una cara cansada. No habia dormido en absoluto, y, la verdad, es que habria preferido estar toda la noche en vela antes que haber tenido ese sueño.
La gente con la que me encontraba por los pasillos – que no era mucha precisamente – paraban a mirarme con expresion extraña, como si hubiesen visto algo horrible en mi cara, y la verdad es que creia que tenian toda la razon del mundo, estaba rara, se daria cuenta hasta un niño pequeño. Pronto los pasillos empezaron a llenarse de alumnos, que se reunian mas de lo habitual en corros que cotilleaban sin parar. No paso mucho tiempo cuando me di cuenta de que hoy era viernes: la fiesta. Fijo que todos esos grupos de personas hablaban de eso, y fijo que irian la mayoria. Pero yo no. Por raro que pareciese, me habian invitado por una vez en la vida, y yo no iba a ir. Ni loca. No estaba de humor aquel dia como para aguantar a unos pesados bebiendo, fumando, ligando y bailando como locos. Y tenia menos ganas aun de ver a Melinda. Ella, siempre esplendida con su larga melena negra con reflejos rojos y lisa, sus ojos verdes como los de un gato y su estilizada figura, era la chica popular del instituto. Y ser popular siempre significaba ser estupida en su mayor parte. No. Definitivamente, no iria. Aunque me pagasen por ello.

-

Hoy no habia dormido en absoluto. Tampoco lo necesitaba, en realidad, si no que simplemente era costumbre. No queria llamar demasiado la atencion a donde fuese, y aquí simplemente no podia arriesgarme despues de todo lo que estaba pasando. Por raro que pareciese, no se habia celebrado ninguna ceremonia ni funeral en honor a las dos chicas desparecidas hacia un par de noches, y nadie parecia preocupado.
Por otra parte, hoy la gente estaba revuelta. No paraba quieta ni un solo momento. Y, en cambio, todos hablaban de lo mismo, la fiesta de esta noche. La verdad es que me habian invitado, y no sabia si ir. A la mayoria de la gente no la conocia, aunque seria una buena manera de ir camuflandome en este ambiente. Y mientras hacia todas estas reflexiones, me choque con alguien.

-

Como no, por segunda vez en tres dias, habia vuelto a chocar contra Alexander. ¿Pero como era posible eso? Parecia que siempre estuviese en mi camino…o yo en el suyo. Esta vez habia sido su bolsa la que se habia caido. Estaba extraño, se lo notaba, aunque no sabia por que. En cambio, el si parecio darse cuenta de lo que me sucedia a mi.
¿Una mala noche?
No lo sabes bien…- resople. De nuevo no sabia si contarle la verdad…o resumirla. Era todo tan extraño…parecia que miraba a mi interior a traves de los ojos, como si pudiese leerme tanto el alma como la mente, y eso no ayudaba a concentrarme.
Alguna pesadilla, ¿verdad?
Si…¿Cómo…?¿Como lo has sabido?
Se te nota cansada. Tienes unas grandes ojeras y estas muy palida. Oye, ¿te encuentras bien?
No, la verdad es que no – dije, dando por terminada esa conversacion y mirando el reloj – oye, sera mejor que nos vayamos, tenemos ahora biologia y llegaremos tarde.
Claro, claro…vamos.

-

Hicimos todo el camino en silencio, sin que ninguno de los dos abriera la boca. A ella le pasaba algo que hacia que no quisiese hablar, y yo…simplemente tenia el presentimiento de que algo malo estaba a punto de suceder. Tampoco hablamos para nada durante la clase, pero me di cuenta de algo: hoy no llevaba esa pulsera tan extraña que la habia visto ayer y el dia anterior. Me parecio extraño, pues ademas me sonaba de haberla visto antes, en algun sitio. Pero no recordaba ni donde ni cuando. Solo volvimos a abrir la boca cuando la clase termino por fin.
¿Vas a ir a la fiesta esta noche? – pregunto Rachelle.
Y a mi no se me ocurrio otra cosa que contestarle que si. Acto seguido, sonrio y desaparecio por la puerta del aula.

-

¿Pero en que habia estado pensando cuando le pregunte eso? ¡Ni que me importase si fuese o no! ¡Ni que fuese a ir solo por que iba a el!
Pero, en verdad, el era la unica razon que se me ocurria para ir a la fiesta.
No.
De ningun modo.
No iba a aceptar la invitacion a una fiesta donde no era bienvenida solo por que fuese Alex.
Pero…no queria pensar en otra cosa que tirarme toda la noche hablando con el, en el jardin de una casa…y no queria que Mel se aprovechase de que estuviese solo.
No me di cuenta de que le habia dicho a las chicas que por la noche iba con ellas hasta que se fueron. Oh dios mio. ¿Qué habia hecho? Me habia repetido una y otra vez que no iria ni de coña a una fiesta de esas…y ahora iba a ir, y todo por un chico. “Genial, Rachelle, ahora si que has caido bajo” me repeti una y otra vez cuando llegue a la habitacion despues de las clases. “Realmente genial”, segui repitiendo, hasta que me quede dormida.

-

¡Como se me habia ocurrido decirle que si iba, cuando ni yo mismo sabia lo que iba a hacer! Intente calmarme sin éxito y pensar en otras cosas, como que ahora nos dejaban salir del recinto…y que estaba realmente hambriento. No habia comido nada durante semanas, y ya era hora de que me llevase algo a la boca. Como no sabia cuanto iba a tardar en conseguir alimento, me prepare con lo que pensaba llevar a la fiesta. Vaqueros, botas, camiseta y chupa de cuero, todo en negro. Y mis gafas de sol, como no. Sali rapidamente del campus, pero tambien con cuidado. No queria que me viese mucha gente. Un minuto mas tarde ya me habia adentrado en el bosque.

-

“Despierta, despierta”, me decia una voz, mientras unos brazos extrañamente fuertes me zarandeaban violentamente. Y entonces abri los ojos de golpe.
Rachelle, ¡la fiesta empieza dentro de una hora y por lo menos media hora es de viaje! – me gritaba Page.
¡Levantate ya o no llegaremos! – terminaba de decir Mandy.
¿Que…? – pregunte yo, todavia aturdida por el sueño.
Y entonces me di cuenta de lo que hablaban. Me levante de un salto de la cama y las mire detenidamente: Page, realmente morena, se habia teñido de pelirrojo hacia cosa de mes y medio, y en estos momento se habia soltado su larga melena y se la habia rizado. Tambien vestia una mini vaquera con bailarinas negras y medias negras, y un top rosa palo con escote en pico. Por ultimo, llevaba una cazadora vaquera en el brazo izquierdo, y un pequeño bolso en el otro; por el contrario, Mandy se habia hecho un recogido en lo alto de su nuca. Su negro pelo se sujetaba gracias a unas grandes orquillas con flores en uno d los extremos. Tambien llevaba una camiseta gris con cuello de barco, pantalones negros y zapatos con plataforma, tambien grises. Estaban perfectas para ir a la fiesta, asi que las mande al coche mientras yo me vestia a la velocidad del rayo. Por fin me decidi: vaqueros pitillos oscuros, botas marrones de cuero que llegaban por encima de la rodilla y camiseta de tirantes negra. Me peine y alise el alborotado pelo como pude y rapidamente me maquille. Cogi el movil y sali de la habitacion corriendo, dando un portazo al cerrar.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Reflejos del Pasado: Capitulo 9

Despues de dar miles de vueltas alrededor del campus entero, el cual estaba infestado de estudiantes, encontré a Alexander en las gradas del campo de futbol. Estaba mirando atentamente como los chicos del equipo del año pasado entrenaban para las pruebas de acceso de este curso, y no se dio cuenta de que me encontraba a su lado hasta que le salude.
- Estan entrenando para las pruebas de este año, ¿verdad? – le pregunte como quien no quiere la cosa.
- Si, eso…creo.
- No te he visto por el comedor…
- Ya…es que…no tenia hambre – contesto mientras me inspeccionaba de arriba abajo – creo que me voy a presentar a las pruebas.
- Vaya, no sabia que te gustase el futbol y que se te diese bien.
- Estuve en el equipo de mi instituto hace un par de años. ¿Tu no haces ninguna actividad extraescolar?
- Estuve un tiempo en el equipo de animadoras – respondi, despues de un rato meditando la respuesta. Alex todavia seguia escudriñandome – hasta que Mel y yo peleamos.
- Es decir…¿Qué ya no estas?
- No. Lo deje…no era lo mio.
- Vaya… me habria gustado verte – por fin desvio la mirada y la volvio a clavar en el campo.
- Creeme…no te habria gustado.

Y de repente, Alex volvio a mirarme, un tanto extrañado, pero lo que me dijo me dejo aun mas atonita que su mirada.

- ¿Por qué tienes tan poca fe en ti misma?
- Per…¿Perdon?
- Si, quiero decir. Nos conocemos desde ayer, y ya me has negado varias veces que eres guapa y que eres buena en algo. ¿Eres asi siempre?

Vaya. Aquello si que me sorprendio, y mucho. No me habia esperado que me dijese eso, no tenia sentido. Nadie me lo habia dicho antes, ni siquiera creia que lo pensasen, pero entonces me di cuenta de que tenia razon. Siempre tan cerrada, no me gustaba fardar de nada, fuese verdad o fuese mentira, y, Alex, sin conocerme, se habia dado cuenta antes que nadie, incluso antes que yo. Me quede con la boca abierta, sin saber que decir, antes de que el volviese a girarse a mirar los entrenamientos, y siguio hablando, como si mentalmente se hubiese contestado la pregunta que me acababa de hacer.

- Creo que me voy a apuntar al equipo – repitió.
- ¿En serio?
- Si, ¿Por qué no? – dijo burlon.
- No…por nada. Solo te dire que todos los años ha estado dificil entrar. Siempre entran los mismos cada año, nunca nadie nuevo.
- Este año sera diferente, te lo digo yo.

Y con todo esto, se fue.

-

Era media tarde, y el cielo se encontraba nublado debido a la lluvia que habia caido al mediodia. Me encontraba jugando en un columpio. Mis rubias trenzas se movian al viento energicamente, para adelante y para atrás, cuando de repente entro mi hermana en el jardin de casa. Según me habia dicho por la mañana, habia ido a una especie de mercadillo que habian puesto en la manzana. Abi estaba tan mayor…hacia poco que habia cumplido los catorce años, y estaba guapisima. Se estaba dejando el pelo largo, y tenia flequillo recto desde hace dos semanas como mucho. La camiseta de tirantes azul que llevaba conjuntaba con sus grandes ojos, y tenia una gran sonrisa cuando la abrace nada mas entrar por la verja del jardin. Despues me enseño una bolsita de plastico con todo lo que habia comprado: figuritas para su cuarto, unos pendientes, un colgante con una piedra de un extraño color, y por ultimo, una extraña pulserita de plata que llevaba varios enganches.
- Mira, ¿ves bien estas tres figuritas que cuelgan de la pulsera?
- Si – dije yo, con mi habitual voz infantil -. ¿Qué son?
- Son simbolos tribales. Me lo ha dicho el chico que las vendia, pero a mi me la ha regalado porque decia que era una chica bonita.
- Ese hombre tenia razon hermanita – replique yo, con una amplia sonrisa -. Pero…¿Para que son esos simbolos?
- Ese hombre me ha dicho que era una pulsera de los deseos. Solo puedes pedir tres, pero se te conceden. Y he querido cederte un deseo. Un deseo que pidamos las dos. Yo ya he pedido uno.
- ¿Ah si?¿Y cual ha sido?

De repente, el semblante de Abi se endurecio mucho, como si hubiese dicho algo malo o algo prohibido…otra vez. Ultimamente no hacia mas que ponerme esa cara, como si fuese un sobreaviso de que iba a amenazarme con algo.

- No te lo voy a decir, y como se te escape una sola cosa de todo lo que te cuento, te matare, Rachelle – de pronto, su cara volvio a cambiar, y una gran sonrisa se ensacho por su cara otra vez -. Venga, ahora pidamos el deseo.


Desperte con un grito ahogado y sudando de una manera bestial en mi cama, en el internado. Según el despertador eran las tres de la mañana, y mis amigas seguian durmiendo. ¿¡Que rayos habia sido eso?! Una pesadilla. Habia sido una pesadilla, no cabia duda, pero habia sido tan real como si hubiese estado realmente alli. Habia sido uno de esos extraños sueños, pues habia notado todo tal y como lo habia notado: el olor a lluvia, el abrazo que le habia dado a Abi, el tacto de la plata fria y dura al rozarse con mis dedos… el miedo que le habia tenido a mi hermana.
No era posible, simplemente, no podia serlo. Eso nunca habia pasado, no recordaba nada parecido. Podia haber sido simplemente un sueño, pero sabia que no era asi. Eso habia ocurrido realmente, no se en que momento de mi vida, pero esa escena que acababa de ser representada en mi cabeza habia tenido lugar con anterioridad en la realidad. Lo sabia por todas las sensaciones que habia tenido. Habia sido… real. Y lo malo es que no sabia cuando habia pasado todo eso. De repente, un detalle me vino a la cabeza. La pulsera, la habia distinguido a la perfeccion en el sueño, y la distinguia perfectamente en la realidad. Me levante de un salto de la cama y sali corriendo hacia el escritorio que habia en el pequeño salon, intentando esquivar todos los muebles a mi paso. Tantee con las manos toda la mesa hasta que encontre lo que estaba buscando y lo puse de tal manera que se pudiese ver a la luz de la luna. En efecto, era la pulsera de plata con los tres simbolos tribales colgando de la cadena que habia cogido en mi sueño, y la misma que habia encontrado el dia anterior entre las hojas del diario de Abi.

Reflejos del Pasado: Capitulo 8

La mañana había llegado por fin, y con ella, mi dolor habia desaparecido, dejando al descubierto mi habitual mascara de alegria y amabilidad. Habia pasado gran parte de la noche llorando en el hombro de Alex, y para cuando habia llegado a mi habitacion para acostarme, solo descubri que ya no podia dormir…por segunda vez. Por eso, poco antes de bajar a desayunar, me pase por el cuarto de Alexander. Le tenia que dar las gracias por haberme aguantado la noche casi entera. Cuando entre se encontraba a medio vestir, solo con los pantalones y las deportivas negras que habia llevado el dia anterior. Pero hubo un curioso detalle que me llamo la atencion: una pequeña piedra colgada de un cordon caia sobre el pecho del joven. Me extraño que llevase un colgante de ese tipo, puesto que no llevaba nada mas, como anillos, o incluso alguna pulsera, y el propio colgante lo llevaba por dentro de la camiseta, como si tuviese miedo de que alguien lo viese y lo reconociese de algun lado.
No tarde mucho en bajar a la cafeteria, puesto que el no aceptaba de ningun modo las disculpas y decia que luego bajaria a desayunar.
El mismo en conjunto resultaba mas extraño de lo que nunca habia imaginado. Aunque solo fuese cosa de mi cabeza, me resultaba un tanto…protector conmigo. Y eso era raro en alguien que no te conoce de nada, al menos, en apariencia. Ni siquiera Mal era asi conmigo.
Mal. Parecia que no queria dirigirme la palabra. Me llevaba esquivando todo lo que llevabamos de mañana para cuando llego la hora del almuerzo, y ni siquiera sabia por que. Era cierto que nos vio al chico nuevo y a mi hablar el dia anterior, pero eso no me parecia excusa para estar enfadado conmigo. Con todo, me reuni en la mesa del comedor con mis dos amigas.
- ¿Dónde estuviste anoche tia?
- Necesitaba…pensar…
- Como no…debiamos haber sabido que te habias escapado a reflexionar a ninguna parte en particular – dijo sarcastica Mandy.
- Chicas…escuchad…sabeis que os lo cuento todo, pero eso no quiere decir que algunas noches…necesite salir fuera…lo llevo haciendo toda la vida.
- Pero ni siquiera eres capaz de decirnos donde vas – señalo Page.
- ¿Acaso importa?
- No pero…¿y si algun dia tenemos que buscarte o algo?
- No hace falta buscarme. Ya sabeis de sobra que siempre que me escapo por la noche aparezco por la mañana sana y salva. Dejad de preocuparos por mi innecesariamente.
- Esta bien.

Tal vez era un poco estupido buscar si ni siquiera le veia en el desayuno pero…¿Dónde estaba Alex? Barri con la mirada rapidamente cada mesa de la habitacion en la que nos encontrabamos, y no estaba. En ningun lado. Desde un extremo de la sala vi a Mal, el cual me estaba mirando…y parecia enojado. Pero ni rastro de Alex. ¿Dónde se encontraba? De repente, se me quitaron las ganas de comer. No tenia nada de hambre. Y lo que peor me sentaba era que el influia involuntariamente en todo lo que hacia. Me habia dejado el segundo plato entero y el postre, no era capaz ni de tomarme el zumo de naranja que habia cogido del mostrador. Sin decir una palabra a ninguna de las dos, me levante de la mesa, tire los restos de comida a la basura y deje la bandeja encima de una pila, justo antes de salir por la puerta del comedor y chocarme de bruces contra Mary Evans, una de las secuaces de Mel.
Mary era…era Mary. En realidad, era la que mejor se había portado conmigo cuando me largue de la panda de Mel, y por lo menos, no me insulto. En realidad, la muchacha me caia bien, y a veces hasta me daba pena. Bajita, rubia, pero muy mona, era muy alegre, justo el tipo de chica con la que tienes que forzar una sonrisa, por muy falsa que esta sea. Y esta vez no iba a ser menos.
- ¡Hey! – me saludo ella antes de que me diese tiempo a reaccionar.
- Hola Mary…¿Qué tal?
- Pues bien…¡como siempre! – la chavala ya estaba riendo tontamente, como era costumbre. Cuando termino de soltar su risilla, me hizo ademan con el brazo para que esperase, y, abriendo su bolso y rebuscando en el, me entrego una pequeña tarjeta -. Dasela a tus amigas del alma. Es para una fiesta.
- Ahh…vale…esta…bien…
- Bueno…si quieres ir tu también…es por el comienzo de curso, todo el mundo esta invitado.
- Umm…genial…¿gracias?
- No hay de que – y volvió a reir tontamente – es este viernes.
- Esta bien…dare el recado…

Y de repente desapareció. Fui releyendo la tarjeta una y otra vez mientras me dirigía a mi habitación a dejar la bolsa con los libros. La fiesta era por la noche, pasadas las diez, y la dirección de la casa no me sonaba de nada. La repase mas y mas, pero no tenia ni idea de donde se encontraba. Era una suerte que a veces, los padres de Page actuasen como “tutores” mios, como firmando la autorización para las salidas del centro los días permitidos y los fines de semana. Cuando llegue a la habitación, lo primero que hice fue dejar el bolso y también la tarjeta encima de la mesa del cuarto de estar. Por ultimo, me mire al espejo. Tenia buen aspecto a pesar de no haber dormido, pero el pelo completamente enmarañado. Me lo peine como pude con las manos y Sali lo mas rápido que pude al pasillo. Iba a buscar a Alex.

Reflejos del Pasado: Capitulo 7

Eran las once de la madrugada. Hacía una noche cerrada y entre el negro cielo había una luna llena que no iluminaba demasiado el lúgubre paisaje. De día, incluso durante la puesta de sol, esto era como un gran parque, pero, de noche, y con tan poca luz, el cementerio de Green-Wood daba auténtico pavor. La luz de Wall Street no se filtraba hasta allí. Aún así, eso les vendría bien para hacer lo que iban a hacer. Cuanto menos testigos, mejor.
A su pesar, cada vez que pensaba que se adentrarían en ese cementerio ellas solas, un escalofrío recorría cada milímetro del cuerpo de Diane. “No pasa nada, esto es un cementerio. ¿Qué puede ocurrir aquí, si esto está más muerto que sus huéspedes?” dijo para sus adentros, sarcástica. Pero ese lugar seguía ahuyentándola, como impulsándola, avisándola de que no entrase allí. Pero ya fue demasiado tarde. Patrice, su mejor amiga, ya estaba instándola de que saltase la valla, y, con un pequeño impulso, las dos estuvieron dentro del campo santo. Caminaron y caminaron, bordeando los estanques, la capilla, e incluso Battle Path, y, por fin, llegaron a un pequeño panteón, al mausoleo que estaban buscando. No era muy grande, si no de tamaño mediano, como todos los otros que había en el gran cementerio de Nueva York. Aún construido con mármol blanco, en aquella fría noche se veía negro como el carbón, y mucho más tétrico de lo que Diane se imaginaba. Para llegar hasta él, había que subir un tramo de escaleras, también de mármol blanco, rodeadas de setos que llevaban mucho tiempo sin podarse. El panteón era exteriormente del estilo de un templete romano, pero, interiormente, era de estilo barroco, demasiado recargado. Pertenecía a los antepasados de Patrice, y para llegar a la verdadera cripta, había que bajar unas escaleras que partían de la pequeña capilla que estaba a la altura de la entrada. Patrice parecía muy segura de lo que estaba haciendo. En cambio, Diane no estaba tan segura de ello, parecía al borde de un ataque de pánico. A pesar de ello, intentó mostrarse serena mientras Patrice preparaba todo el material, todavía en la capilla. Habían conseguido dos antorchas a la entrada del mausoleo. Aquello estaba demasiado oscuro, y lo estaría más cuando bajasen a donde se encontraban las tumbas. Mientras que su mejor amiga se había encargado de llevar el cuenco, las velas negras, el agua y el cuchillo, Diane se había llevado un antiguo libro que había pertenecido a su tatarabuela, de la que se decía que fue una bruja. En efecto, iban a hacer un ritual.

Ding...Dong. El reloj acababa de dar las once y media, y tenían que darse prisa en terminar los preparativos, tenerlo todo listo y empezar con el ritual en cuanto diesen las doce. Bajaron con cuidado todas las cosas a la cripta, todavía con las dos antorchas encendidas, las cuáles colocaron a la entrada. Todo estaba en silencio, lo único que se oía eran las pisadas de las botas de las dos chicas. Allí abajo, en cambio, la decoración era austera, y lo único que se encontraba en la pared eran los nichos de más de treinta familiares de Patrice. Diane no pudo contenerse y empezó a temblar, pero no sabía si era de frío, de miedo, o de las dos cosas. Para ser un sitio tan cerrado, había mucha corriente, aunque seguramente sería por la gran humedad que emanaba de la escalera. También había más tumbas fuera de los nichos, con las esquelas con el mismo nombre que los abuelos de la muchacha. Ambas se sentaron en silencio en círculo, y colocaron las tres velas negras en triángulo, dentro del espacio que ellas mismas habían creado. En el centro del círculo se encontraba el agua, el cuenco y el cuchillo. Enfrente suya, a lo lejos, Diane podía vislumbrar un angosto pasillo que daba paso a una verja. Le daban ganas de salir corriendo, pero, ahí esperó. Esperaron y esperaron, y el reloj volvió a sonar.
Ding...dong... Por fin eran las doce. Patrice cogió el cuchillo y se hizo un profundo corte en el brazo izquierdo, del que brotó una gran cantidad de sangre que hizo que cayera en el cuenco. Acto seguido, empezó a leer palabras del antiguo libro de magia, más y más palabras, mientras que su amiga cogía el agua y la vertía cuidadosamente en el cuenco lleno de aquel espeso líquido rojo, intentando que no saltase ni una sola gota fuera del contenedor.
 ¿Y bien? - le preguntó Diane a su amiga - ¿No tenía que pasar nada? O...más bien, ¿qué tenía que pasar?
 No ha...no ha pasado nada...¿tú has notado algo?
 No...nada de nada...
 Deberíamos irnos, Patrice, vamonos...
Pero la chica ya no la oía. Estaba sacudiendo violentamente la cabeza de forma vertical y palabras desconocidas para Diane salían de su boca como borbotones, sin poder parar. Diane quiso gritar, pero le era imposible, su boca no era capaz de emitir sonido alguno. También quiso salir corriendo de allí, pero tampoco fue capaz, sus piernas no respondían a sus órdenes mentales. Tenía paralizados cada uno de sus miembros, con lo que tampoco pudo ayudar a Patrice. Ahora si que estaba muerta de miedo. Mientras, Patrice se convulsionaba de tal manera que acabó tirando el cuenco lleno de sangre y agua, derramándose esta mezcla por el suelo hasta llegar al pie de cada tumba. Diane quería salir tan rápido de allí como le fuese posible. Veía la verja que daba a las afueras del panteón, pero al tiempo sabía que era inalcanzable. De repente, todo paró. Patrice paró de decir extraños vocablos como si de una posesión demoníaca se hubiese tratado.
 ¿Qué...?¿Qué ha pasado? - pronunció Diane con dificultad.
 ¿Diane?
No les dieron tiempo a seguir hablando, puesto que de repente se oyó un golpe y las dos antorchas se apagaron a la vez. Las dos chicas se buscaban, pero eran incapaces de encontrarse. Era como si un abismo las hubiese separado.
 Patrice, ¡¿dónde estás?!
 ¡Estoy aquí!¡No te veo!
 ¡Patrice!¡Sígueme hablando, puede que te encuentre!
Pero cuanto más hablaban, más se separaban. Y, cuanto más se separasen, menos posibilidades tendrían de salir de allí...vivas. Se empezaron a oír golpes que provenían de una tumba, de dos, de tres...hasta que estos se oían de todos los sarcófagos, como si se estuviesen abriendo uno a uno. Y se dejaron de oír golpes. Ahora solo se oían como gemidos, algo que alguna vez pudieron ser palabras, y cuerpos arrastrándose por el suelo hacia donde estaban las chicas. Ellas nunca quisieron ver lo que vieron cuando Patrice sacó un mechero y lo encendió para dar un poco de luz a la habitación. Lo último que se oyó dentro de la cripta fueron los gritos de las chicas: primero de Patrice; después de Diane, intentando arrastrarse hasta la vieja verja sin conseguir abrirla ni un centimetro.

Ese día hacía una noche tranquila en Brooklyn.



Hacía una noche tranquila ese día, pero, en mi cabeza, es como si el Diluvio Universal hubiese arrasado con todo. Necesitaba dormir para recuperar las horas del día anterior, pero no tenía nada de sueño. Asi que en vez de acostarme, salí de mi habitación a escondidas, y me dirigí a uno de mis sitios favoritos en todo el internado. Era un pequeño parque que se encontraba al otro lado de la entrada que daba al colegio, y estaba todo lleno de plantas, flores y enredaderas. Ese lugar era impresionante de día, pero mucho más de noche, y había venido aquí cada vez que necesitaba pensar o recapacitar para algo. Tenía unas vistas fantásticas, incluso se llegaba a ver el mar de lejos. Me senté en uno de los bancos de piedra que había a contemplar el paisaje, como hacía siempre que iba allí. Así conseguía olvidar los quebraderos de cabeza que había tenido más de una vez. Pero no. Esta vez no funcionó, y no sabía por que. Realmente estaba en lo cierto cuando pensaba que aquel chico estaba volviéndome loca. No conseguía quitármelo de la cabeza ni a tiros, y dormir no me ayudaría a que ese pensamiento se desvaneciese como si nunca hubiese existido. Cerré los ojos cuando se levantó una suave brisa, moviendo mi cabello al viento, cuando escuché de nuevo unos sonidos, como de un crujir de ramas. Aún así, permanecí quieta, todavía sentada en el banco. “Hola”, saludó una voz que para mí ya era reconocible. Giré bruscamente la cabeza entonces y abrí los ojos de golpe, para ver a Alexander acercándose a mi.
 Hola, ¿qué haces aquí?
 Podría hacerte la misma pregunta.
 Pero no la has hecho. ¿Puedes contestarme?
 Claro. No podía...no podía dormir – contestó Alexander, realmente franco - ¿y tú?
 Yo tampoco podía. Cuando tengo muchas cosas en la cabeza, necesito relajarme de algún modo. Este es como mi sitio preferido, mi sitio secreto, aunque ahora ya no sea tan secreto.
 ¿Y funciona?
 ¿Que si funciona qué?
 Venir aquí. Quería saber si te descargabas.
 Si, siempre funciona, menos hoy, no se por qué – resoplé, con pocas ganas de hablar. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Me había seguido?
 Tal vez tienes demasiadas cosas en la cabeza. ¿Se puede saber que es lo que tantos quebraderos te está dando?
 No...no es nada...solo...cosas personales...

Sin embargo, el no rechistó. Simplemente calló y se sento a mi lado, observando cuidadosamente mis manos entrelazadas y la pulsera que había cogido al llegar de la habitación. La pulsera de mi hermana.
 ¿Y tu?¿Que hay de ti, Alexander Morgan?
 ¿Qué...qué hay de mi?
 Si...¿qué hay de ti? No sé, eres el nuevo y misterioso chico, algún secreto escondido tendrás...¿o no?
 Yo no tengo secretos.
 Todo el mundo tiene secretos. Y más tarde o más temprano, salen a la luz, aunque lo queramos evitar a toda costa.
 ¿Tú crees?
 No lo creo. Estoy segura de ello.
 ¿Y cuál es tu secreto, Rachelle Williams?
 ¿Mi...mi secreto?
 Si...as dicho que todo el mundo tiene secretos. Cuéntame el tuyo.
 Si quieres que te diga la verdad, no lo sé. Desde que mi padre y mi hermana murieron, no soy la misma. No solo por el hecho de que ya no estén, si no por el hecho de como murieron...mi padre...fue encontrado a la semana...en cambio, a mi hermana nunca la encontraron...
 Vaya, si. Me tendría que haber callado. Recordar estas cosas nunca es bueno.
 Claro que no lo es.
 Y tus amigos...¿lo saben?
 No lo sabía nadie ajeno a la familia, hasta este momento.
 ¿Ni siquiera ellos?
 No soy capaz de contarselo...
 Y...entonces...¿por qué a mi sí?
 No lo sé...me das esa confianza que me dan las personas que han estado conmigo toda la vida – le confesé. En realidad, así me sentía – no entiendo por qué, pero así es. ¿No es extraño?
 Si, la verdad es que...sí.
 Es como, si ya te conociese... de antes, de mucho antes...
 Ajá...
 Pero... - le miré a los ojos sin saber como seguir, cuando noté como me sonrojaba, e intenté disimularlo con una falsa y corta carcajada – es una soberana tontería. No nos conocemos de nada, ¿verdad?
 Claro...claro que no...

Y nos volvimos a sumir en el eterno silencio de la noche.



Estaba tan hermosa cuando se reía, y más cuando un tímido rubor aparecía en sus mejillas. Sus penetrantes ojos azules brillaban como zafiros, y sus jugosos labios parecían estar fabricados de pequeños diamantes. Así que... todavía me recordaba, o por lo menos tenía la vaga sensación de recordarme. Así sería mucho mejor, de mi boca nunca podría salir nada que tuviese que ver con su pasado. Llevaba mucho tiempo buscándola, y no podía volver a perderla cuando por fin la había encontrado, no me lo perdonaría en la vida. Aún así, quería darle explicaciones a todo lo que le había pasado, se lo debía. Estaba sola en el mundo, aunque tuviese a sus amigos con ella, sabiendo que no la abandonarían, pero yo era la única persona que quería llenar el vacío que sentía por dentro, que nunca más se sintiese sola. Pero eso era imposible. Intentar algo así con Rachelle sería descubrirme, no solo a ella, si no a todos los que se encuentran a nuestro alrededor, y sería nuestro fin. Bajé la mirada por miedo a que pudiese leerme los pensamientos solo con mirarme a los ojos, y volví a clavarla en su pulsera.
 Bonita...esclava. ¿Es tuya?
 No, pertenecía, bueno...a mi hermana Abi. Nunca se la había visto, pero deduzco que era suya. La encontré esta mañana enganchada a su diario.
 ¿Conservas su diario?
 Si, aunque... nunca me atreví a abrirlo siquiera. Eran sus secretos, nunca sería capaz de leer algo así, aunque solo fuese por respeto.
 Eso...está bien.
 No. No lo está. Estoy segura de que tu tienes otros tantos problemas, pero me gustaría estar en tu lugar.
 Rachelle, te aseguro que no.
 Y yo te aseguro que si, Alex. Me siento tan sola. Y ya no se en quien confiar. La gente cree que ya me curé de las heridas del pasado. Pero cada vez estoy peor. Y la gente no puede comprenderme porque no está en mi situación. Todos tienen padres, hermanos, una familia que le espera fuera de estas cuatro paredes, a los que van a ver cuando tengan vacaciones de navidad, de verano, o incluso por su cumpleaños. Dormirán en su cálida cama y estarán tranquilos, sabiendo que todo lo que tienen no va a desaparecer de un día a otro. Pero yo no puedo siquiera tener esas ilusiones – Sin poder evitarlo, una empezó a caer una lágrima tras otra por su rostro – y nunca podré volver a tenerlas. Lo único que tengo es tanto miedo y dolor.

Aquellas lágrimas se habían convertido en un llanto tan rápidamente... y yo la comprendía tan bien... todo el dolor que sentía ella lo sentía yo por dentro, y con solo verla llorar se me rompía el corazón. Finalmente, acabó echándose a mis brazos, y yo acabé acunándole como había hecho hace tiempo, como un padre hace con su hija para calmarle y decirle que todo va a salir bien. La diferencia estaba en que, eso ya nunca podría ir a mejor.

domingo, 23 de mayo de 2010

Reflejos del Pasado: Capítulo 6

No sé ni como, pero ese chico siempre conseguía dejarme perpleja. Nada más irse después de la pelea, Mal y yo nos habíamos quedado mirando con la boca abierta, realmente sorprendidos de lo que había pasado. ¿Cómo era posible que después de todos los golpes que se habían dado Alexander no tuviese ni un solo moretón? No conseguía explicarlo. Primero lo de las noticias, después esto... Sin duda, era un chico raro, pero tan guapo... No, no podía pensar en eso. Es cierto que me atraía más que ningún chico que hubiese conocido antes pero... no se podía decir que me hubiese contestado de muy buenas maneras cuando me preocupé por él. Por fin sonó el timbre que anunciaba el fin del recreo. Y encima me tocaba biología, sola, sin ninguno de mis amigos con el que pudiese desahogarme sobre lo ocurrido. Llegué hasta el banco donde había dejado mis cosas, recogí el bolso y me dirigí a clase. El aula de biología se encontraba en el ala más lejana del internado, así que tuve que recorrer un buen trecho del camino yo sola, intentando atajar por una parte del patio. Aquello estaba totalmente desierto, no había una sola alma alrededor. Aún así, el viento no paraba de soplar y no hacían más que oírse ruidos cerca de mí. Me giré varias veces para ver si alguien me seguía pero, desilusionada, me volvía a girar al frente. Seguía sola. Así qué apresuré el paso hasta que por fín entré en el edificio y llegué a la puerta del aula. La clase de biología era una pequeña habitación, muy soleada incluso en los días de lluvia. El aula esta dividida en dos filas, cada una compuesta por cuatro mesas dobles que estaban siendo ocupadas por alumnos de mi mismo curso. A mi izquierda se encontraba la mesas del profesor, la pizarra y un pequeño armario, y a mi derecha, al fondo del todo, una estantería llena de libros e incluso de plantas y pequeños animales disecados. Respiré hondo y me dirigí a la única mesa que estaba ya vacía, al final del todo de la fila más próxima a la puerta. Esperaba que estuviese así toda la hora, sin ningún compañero, para así poder pensar mejor en lo ocurrido. Pero esa esperanza poco duró, debido a que una voz llegó hasta la célula más pequeña de todo mi ser, haciéndome estremecer, poniendo mis pelos de punta. Era la voz más dulce y, al tiempo, la más amigable, despreocupada, sensual, e incluso fiera que había llegado hasta mis oídos nunca. Giré la nuca de golpe, un poco aturdida, pero lo que vi me impactó aún más.
- Hola, está libre este sitio?
- ¿Qué...?
Y entonces, ahí estaba. Otra vez. Alexander. Y aquí estaba yo, tartamudeando de nuevo como si fuese estúpida.
- Qué sí está libre este sitio, es que...no hay más.
- Si. claro...siéntate - dije, fingiendo la mayor indiferencia que pude.
- Gracias.
- De nada...
Y entonces, me volvió a deslumbrar con una de sus grandes sonrisas. Ahí ya me derrumbé.
- Oye...
- ¿Sí? - dije yo, intentando no parecer muy interesada en lo que me iba a decir.
- Siento...lo de esta mañana, en el patio. No...debí hablarte así. Porqué eras tu la qué estuvo en la pelea, ¿verdad?
- Sí, era...era yo.
- Pues, perdóname, de verdad. Estaba cabreado y... se me cruzaron los cables, aunque eso no fue excusas para tratarte de esa manera.
- No pasa nada, lo comprendo - esbocé la sonrisa más grande que pude - Drake siempre pone de los nervios a todo el mundo. Es un niñato creído y consentido.
- Bueno pues...la verdad es que tendría que haber empezado presentándome, soy Alexander Morgan.
- Encantada, soy Rachelle, Rachelle Williams para ser exactos.
- Bonito nombre...para una chica bonita.
- Vaya...gra-gra-gracias... - ¡Mierda! ¿Otra vez tartamudeando?Tierra trágame... - pero..no-es, no es...para tanto...
- ¿Es que no te fías de mí? - noté sus ojos clavados en mí -
- Mentir no es la mejor forma de entablar conversación.
Concluí de esta manera la pequeña charla que habíamos tenido, yo con leve rubor y el con una pícara sonrisa, puesto que entró el Señor Brown, nuestro profesor de biología. Dejó su maletín encima de la mesa del profesor, se colocó las gafas, y, sin siquiera avisar, empezó a explicar un nuevo tema. El Señor Brown era el típico inglés: siempre iba bien arreglado, muy disciplinado, pero al tiempo, pasaba de quién no le hiciese caso. Ni siquiera se molestaba en echarle de la clase. A menos que molestases enormemente a tus compañeros, como si te dormías en la clase, él nunca ponía pegas. Y yo, como siempre, también me dediqué a pasar. Solo atendía cuando tenía que copiar apuntes. Por una vez, me iba a servir de algo que Alexander se hubiese sentado conmigo.
- Bueno y...entonces no eres de por aquí, ¿no?
- No...la verdad es que no...no exactamente...
- Ahhmm...interesante...
- ¿Sí, verdad? - bromeó, con una gran sonrisa burlona. Tenía unos dientes perfectos - La verdad es que viví en Nueva York mucho tiempo. Pero...bueno...me mudé de ciudad, y aquí estoy de nuevo. ¿Y tú? Cuéntame algo sobre ti...
- Bueno...por donde empezar...
No sabía si contarle lo de mis padres o no, porque, aunque para mi era prácticamente un completo desconocido...sentía como si le conociese de siempre... me daba esa seguridad de saber que podía contar con él. Y, sin darme cuenta, las palabras salieron de mi boca en tropel, sin poder pararlas, y contando aún más y más de mi corta pero deprimente vida. Y él parecía comprender, comprender mi dolor, comprender mi pérdida... comprenderme a mí. Al parecer, él también había quedado huérfano, y solo tenía a sus abuelos paternos, los cuáles no le podían cuidar, así que le habían mandado a este internado.
Tan rápido como empezó, terminó la clase. Solo nos quedaba la hora de Educación Física, y, según parecía, también coincidía con Alex en aquella hora. Rápidamente entablamos amistad, mientras él se sorprendía de que se me diese tan bien el baloncesto como pegar a Drake con el balón en la cara cuando se pasaba de la raya.
- Vaya, no sabía que fueses tan buena en los deportes. No pareces una chica...
- ¿Sana?¿Activa?
- No. Violenta - terminó de decir Alex. Por fin habían terminado las clases del primer día y ahora nos dirigíamos hacia el patio para encontrarnos a los demás, justo a la hora de comer.
- ¡Ehhhh!¡Yo no soy violenta!
- ¡Sí que lo eres! ¡¿Pero tú has visto como as atizado al chulo ese?!
- Te recuerdo que está mañana os habéis peleado y no tienes ni una sola herida.
- Es que...yo soy corpulento...
- Sí, ya...claro... - solo le pegué un pequeño puñetazo en el brazo para hacer que se quejase - ¿Qué?¿Tan corpulento eres?
Y mientras no hacíamos bromas, ni siquiera fui capaz de fijarme en que Page y Mal se encontraba dos bancos más atrás, y que lo estaban viendo todo, puesto que cuando llegamos a donde se encontraban, Mal se fue, receloso, y Alex rechazó mi invitación de venir a comer con nosotros. Y de este modo, el chico me volvió a dejar perpleja por tercera vez en dos días.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Reflejos del Pasado: Capítulo 5


La hora siguiente fue tan aburrida como todas las anteriores, aunque, siendo el primer día de clase, era normal. Tampoco es que estuviésemos muy atentos, puesto que Mal, que se sentaba justo delante mía, y yo, estábamos todo el rato tirándonos bolas de papel y cotilleando sobre nuestros compañeros, en especial sobre Mel y su grupo de pijas estúpidas. Se rumoreaba que en verano había estado saliendo con Drake.
Y hablando de Drake...no hicimos más que salir de clase, cuando teníamos tiempo libre, cuando le vimos metiéndose con el chico nuevo. Sin siquiera darme cuenta, me enfurecí tanto que me estaba dirigiendo hacia Drake para defender al joven de ojos verdes, pero Mal me sujetó.
- Estate quieta por una vez, ¿quieres? El chico se puede defender solo -¡le saca tres cuerpos y dos cabezas!- y serás la única que acabe mal como vayas allí.
Intenté tranquilizarme, sin éxito alguno, pero dejé de forcejear contra mi amigo para que me soltase. Desde la distancia donde estábamkos se oía a la perfección todas las bromas pesadas que el idiota de Drake le gastaba al chico. Pero él estaba tan tranquilo, como si no pasase nada, como si estuviese acostumbrado, y solamente parecía que tuviese el rostro ligeramente crispado, pero sin alterarse demasiado y sin contestarle. "¿Era siempre tan educado y civilizado?", me pregunté yo, cuando, de repente, dejé de notar las manos de Mal sujetándome: había ido a defender al chico. Y yo no me lo pensé dos veces y corrí detrás suyo, pero para cuando llegué Malcolm ya había conseguido que el estúpido de Drake parase. Y como la gente se empezaba a arremolinar a nuestro alrededor haciendo un corrillo, una voz familiar me pilló de improviso.
- ¿Qué está pasando aquí, Rachelle?
- ¿Qué diablos...? - solté, mientras giraba sobre los talones para ver quién me había asustado - ¡Page!¿Qué haces aquí?
- He venido a buscarte, como siempre. Tenemos tiempo libre, ¿recuerdas? - concluyó, con aire de superioridad, señalando el reloj y con expresión cansada - ¿Qué ha pasado aquí? - repitió.
Vacilé unos momentos y tomé aire, dispuesta a contestarla.

- Problemas con Drake... - resoplé.


- Siempre Drake. ¿Por qué creo que ya se ha metido con alguien?


- No hace falta ser un genio para saber eso.


- ¿Contra quién se ha revuelto esta vez? - preguntó Page, bufando.


- Contra el nuevo ... - concluyó Mandy, la cuál había aparecido detrás mía.


- Estúpido...


- Y tanto, me he tendido que esperar a que Malcolm le calmsae para poder salir de la clase. ¡La puerta estaba taponada con tanta gente mirando! - exclamó Mandy.


- Bueno, aquí ya no pintamos nada...vámonos fuera, ¿queréis?


- Sí claro, será lo mejor...


Compré una bolsa de patatas justo antes de bajarnos al gran patio que había en el internado. Desde el banco donde nos encontrabamos sentadas se podía distinguir todo con total percepción. El nuevo se encontraba en una de las mesas cercanas, solo, mirando a lo lejos.


- Se llama Alexnader, y viene de Los Ángeles - comentó Mandy.


-¿Qué...? - me giré de golpe hacia ella.


- Te has quedado embobada mirándole - siguió Page, como quién no quiere la cosa.


- Solo faltaba que se te cayese la baba.


- Es que...antes nos hemos cruzado y...


- ¿Y?


- Pues...que ahora vengo, chicas.


- Pero...¡Rachelle!


Pero yo ya no las oía. Me había levantadad y ahora me dirigía hacia donde se encontraba Alexander, cuando de repente se repitió lo que había ocurrido anteriormente en el pasillo, como si fuese un flashback. Me paré en seco cuando Drake llegó hasta la posición de Alexander, otra vez a molestarle. Este se levantó, mirándole de arriba a abajo. Malcolm tenía razón: el chico le sacaba dos cabezas por lo menos. Drake parecía estar burlándose de él, y Alexander parecía estar cabreado: estaba cerrando su mano en un puño. La gente volvía a hacer un corro alrededor de los muchachos. Drake había cambiado de estrategia: ahora no paraba de reírse ni de empujar a Alexander, pero este seguía tranquilo.


Fui acercándome más, preocupada por que se pegasen, y me hice paso entre la gente hasta llegar al interior del círculo que se había formado. Alexander cada vez estaba más irritado. Drake cada vez más chulo. La gente simplemente estaba animando para que hubiese pelea. Y la hubo. Drake le pegó un puñetazo a Alexander, y, a partir de ahí, todo fue un mar de golpes, gente y gritos. Vi a Mal en el otro extremo, haciéndose hueco entre la gente para llegar al meollo del problema para sujertar a Drake, mientras yo intentaba separarlos a los dos. No paraba de gritar que parasen, pero el ruido de la multitud enfurecida ahogaba mis palabras. Eso parecía una lucha en un cuadrilatero, y aunque, todo el mundo apostaba que el boxeador ganador podía ser Drake, estaban equivocados. Lo primero que vimos cuando conseguimos separarlos fue a el idiota de turno sangrando de la boca, y, en cambio, Alexander solo estaba ligeramente despeinado."¿Te encuentras bien?", no hacía más que preguntarle al muchacho, pero este solo hacía muecas y se apartaba violentamente de mí.


Poco a poco, la masa de gente fue desapareciendo hasta que solo nos encontramos allí Alexander, Malcolm y yo.


- Chaval...¿te encuentras bien? - le preguntó Mal, con aire de preocupación.


- Si, perfectamente...gracias...


Y acto seguido él también desapareció del patio.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Wallpaper: Rachelle Williams.


He utilizado una foto de Kristen Bell para caracterizar a Rachelle. Espero que os guste <33

lunes, 22 de agosto de 2011

Reflejos del Pasado: Capítulo 10

Todo estaba relacionado. De eso estaba segura. Pero...¿por que? ¿Por qué ahora? Nunca había soñado nada parecido, y sé que ambas cosas – el sueño y la pulsera – estaban relacionadas. Estaba completamente segura. Me tiré todo lo que quedaba de noche dándole vueltas a la cabeza, intentado encontrar algún significado a lo ocurrido. Ademas, ya no había sido capaz de dormirme, aunque permanecí tumbada en la cama. Por lo menos no había despertado a nadie. Si no, tras terminar de echarme la bronca, las chicas empezarían a hacerme preguntas, y no me apetecía contar nada de lo ocurrido, primero, por que no se lo tomarían en serio; segundo, no quería revivir lo que había pasado, ni sabia distinguir ya entre realidad y ficción. ¿Cómo saber a partir de entonces que tenia que hacer? No entendia nada de nada.
Y la verdad es que tampoco quería entenderlo. Todo esto me llevaría a un problema bien gordo, del que tambien estaba segura que no saldria. Al ver que no podia seguir uniendo cosas y que empezaba a dolerme la cabeza, me levante de la cama y me di una ducha fria, antes de empezar a vestirme con parsimonia. Pitillos, camiseta de tirantes, sudadera y deportivas, sin importar si conjuntaban o no. Hoy, en cambio, si que tenia una cara cansada. No habia dormido en absoluto, y, la verdad, es que habria preferido estar toda la noche en vela antes que haber tenido ese sueño.
La gente con la que me encontraba por los pasillos – que no era mucha precisamente – paraban a mirarme con expresion extraña, como si hubiesen visto algo horrible en mi cara, y la verdad es que creia que tenian toda la razon del mundo, estaba rara, se daria cuenta hasta un niño pequeño. Pronto los pasillos empezaron a llenarse de alumnos, que se reunian mas de lo habitual en corros que cotilleaban sin parar. No paso mucho tiempo cuando me di cuenta de que hoy era viernes: la fiesta. Fijo que todos esos grupos de personas hablaban de eso, y fijo que irian la mayoria. Pero yo no. Por raro que pareciese, me habian invitado por una vez en la vida, y yo no iba a ir. Ni loca. No estaba de humor aquel dia como para aguantar a unos pesados bebiendo, fumando, ligando y bailando como locos. Y tenia menos ganas aun de ver a Melinda. Ella, siempre esplendida con su larga melena negra con reflejos rojos y lisa, sus ojos verdes como los de un gato y su estilizada figura, era la chica popular del instituto. Y ser popular siempre significaba ser estupida en su mayor parte. No. Definitivamente, no iria. Aunque me pagasen por ello.

-

Hoy no habia dormido en absoluto. Tampoco lo necesitaba, en realidad, si no que simplemente era costumbre. No queria llamar demasiado la atencion a donde fuese, y aquí simplemente no podia arriesgarme despues de todo lo que estaba pasando. Por raro que pareciese, no se habia celebrado ninguna ceremonia ni funeral en honor a las dos chicas desparecidas hacia un par de noches, y nadie parecia preocupado.
Por otra parte, hoy la gente estaba revuelta. No paraba quieta ni un solo momento. Y, en cambio, todos hablaban de lo mismo, la fiesta de esta noche. La verdad es que me habian invitado, y no sabia si ir. A la mayoria de la gente no la conocia, aunque seria una buena manera de ir camuflandome en este ambiente. Y mientras hacia todas estas reflexiones, me choque con alguien.

-

Como no, por segunda vez en tres dias, habia vuelto a chocar contra Alexander. ¿Pero como era posible eso? Parecia que siempre estuviese en mi camino…o yo en el suyo. Esta vez habia sido su bolsa la que se habia caido. Estaba extraño, se lo notaba, aunque no sabia por que. En cambio, el si parecio darse cuenta de lo que me sucedia a mi.
¿Una mala noche?
No lo sabes bien…- resople. De nuevo no sabia si contarle la verdad…o resumirla. Era todo tan extraño…parecia que miraba a mi interior a traves de los ojos, como si pudiese leerme tanto el alma como la mente, y eso no ayudaba a concentrarme.
Alguna pesadilla, ¿verdad?
Si…¿Cómo…?¿Como lo has sabido?
Se te nota cansada. Tienes unas grandes ojeras y estas muy palida. Oye, ¿te encuentras bien?
No, la verdad es que no – dije, dando por terminada esa conversacion y mirando el reloj – oye, sera mejor que nos vayamos, tenemos ahora biologia y llegaremos tarde.
Claro, claro…vamos.

-

Hicimos todo el camino en silencio, sin que ninguno de los dos abriera la boca. A ella le pasaba algo que hacia que no quisiese hablar, y yo…simplemente tenia el presentimiento de que algo malo estaba a punto de suceder. Tampoco hablamos para nada durante la clase, pero me di cuenta de algo: hoy no llevaba esa pulsera tan extraña que la habia visto ayer y el dia anterior. Me parecio extraño, pues ademas me sonaba de haberla visto antes, en algun sitio. Pero no recordaba ni donde ni cuando. Solo volvimos a abrir la boca cuando la clase termino por fin.
¿Vas a ir a la fiesta esta noche? – pregunto Rachelle.
Y a mi no se me ocurrio otra cosa que contestarle que si. Acto seguido, sonrio y desaparecio por la puerta del aula.

-

¿Pero en que habia estado pensando cuando le pregunte eso? ¡Ni que me importase si fuese o no! ¡Ni que fuese a ir solo por que iba a el!
Pero, en verdad, el era la unica razon que se me ocurria para ir a la fiesta.
No.
De ningun modo.
No iba a aceptar la invitacion a una fiesta donde no era bienvenida solo por que fuese Alex.
Pero…no queria pensar en otra cosa que tirarme toda la noche hablando con el, en el jardin de una casa…y no queria que Mel se aprovechase de que estuviese solo.
No me di cuenta de que le habia dicho a las chicas que por la noche iba con ellas hasta que se fueron. Oh dios mio. ¿Qué habia hecho? Me habia repetido una y otra vez que no iria ni de coña a una fiesta de esas…y ahora iba a ir, y todo por un chico. “Genial, Rachelle, ahora si que has caido bajo” me repeti una y otra vez cuando llegue a la habitacion despues de las clases. “Realmente genial”, segui repitiendo, hasta que me quede dormida.

-

¡Como se me habia ocurrido decirle que si iba, cuando ni yo mismo sabia lo que iba a hacer! Intente calmarme sin éxito y pensar en otras cosas, como que ahora nos dejaban salir del recinto…y que estaba realmente hambriento. No habia comido nada durante semanas, y ya era hora de que me llevase algo a la boca. Como no sabia cuanto iba a tardar en conseguir alimento, me prepare con lo que pensaba llevar a la fiesta. Vaqueros, botas, camiseta y chupa de cuero, todo en negro. Y mis gafas de sol, como no. Sali rapidamente del campus, pero tambien con cuidado. No queria que me viese mucha gente. Un minuto mas tarde ya me habia adentrado en el bosque.

-

“Despierta, despierta”, me decia una voz, mientras unos brazos extrañamente fuertes me zarandeaban violentamente. Y entonces abri los ojos de golpe.
Rachelle, ¡la fiesta empieza dentro de una hora y por lo menos media hora es de viaje! – me gritaba Page.
¡Levantate ya o no llegaremos! – terminaba de decir Mandy.
¿Que…? – pregunte yo, todavia aturdida por el sueño.
Y entonces me di cuenta de lo que hablaban. Me levante de un salto de la cama y las mire detenidamente: Page, realmente morena, se habia teñido de pelirrojo hacia cosa de mes y medio, y en estos momento se habia soltado su larga melena y se la habia rizado. Tambien vestia una mini vaquera con bailarinas negras y medias negras, y un top rosa palo con escote en pico. Por ultimo, llevaba una cazadora vaquera en el brazo izquierdo, y un pequeño bolso en el otro; por el contrario, Mandy se habia hecho un recogido en lo alto de su nuca. Su negro pelo se sujetaba gracias a unas grandes orquillas con flores en uno d los extremos. Tambien llevaba una camiseta gris con cuello de barco, pantalones negros y zapatos con plataforma, tambien grises. Estaban perfectas para ir a la fiesta, asi que las mande al coche mientras yo me vestia a la velocidad del rayo. Por fin me decidi: vaqueros pitillos oscuros, botas marrones de cuero que llegaban por encima de la rodilla y camiseta de tirantes negra. Me peine y alise el alborotado pelo como pude y rapidamente me maquille. Cogi el movil y sali de la habitacion corriendo, dando un portazo al cerrar.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Reflejos del Pasado: Capitulo 9

Despues de dar miles de vueltas alrededor del campus entero, el cual estaba infestado de estudiantes, encontré a Alexander en las gradas del campo de futbol. Estaba mirando atentamente como los chicos del equipo del año pasado entrenaban para las pruebas de acceso de este curso, y no se dio cuenta de que me encontraba a su lado hasta que le salude.
- Estan entrenando para las pruebas de este año, ¿verdad? – le pregunte como quien no quiere la cosa.
- Si, eso…creo.
- No te he visto por el comedor…
- Ya…es que…no tenia hambre – contesto mientras me inspeccionaba de arriba abajo – creo que me voy a presentar a las pruebas.
- Vaya, no sabia que te gustase el futbol y que se te diese bien.
- Estuve en el equipo de mi instituto hace un par de años. ¿Tu no haces ninguna actividad extraescolar?
- Estuve un tiempo en el equipo de animadoras – respondi, despues de un rato meditando la respuesta. Alex todavia seguia escudriñandome – hasta que Mel y yo peleamos.
- Es decir…¿Qué ya no estas?
- No. Lo deje…no era lo mio.
- Vaya… me habria gustado verte – por fin desvio la mirada y la volvio a clavar en el campo.
- Creeme…no te habria gustado.

Y de repente, Alex volvio a mirarme, un tanto extrañado, pero lo que me dijo me dejo aun mas atonita que su mirada.

- ¿Por qué tienes tan poca fe en ti misma?
- Per…¿Perdon?
- Si, quiero decir. Nos conocemos desde ayer, y ya me has negado varias veces que eres guapa y que eres buena en algo. ¿Eres asi siempre?

Vaya. Aquello si que me sorprendio, y mucho. No me habia esperado que me dijese eso, no tenia sentido. Nadie me lo habia dicho antes, ni siquiera creia que lo pensasen, pero entonces me di cuenta de que tenia razon. Siempre tan cerrada, no me gustaba fardar de nada, fuese verdad o fuese mentira, y, Alex, sin conocerme, se habia dado cuenta antes que nadie, incluso antes que yo. Me quede con la boca abierta, sin saber que decir, antes de que el volviese a girarse a mirar los entrenamientos, y siguio hablando, como si mentalmente se hubiese contestado la pregunta que me acababa de hacer.

- Creo que me voy a apuntar al equipo – repitió.
- ¿En serio?
- Si, ¿Por qué no? – dijo burlon.
- No…por nada. Solo te dire que todos los años ha estado dificil entrar. Siempre entran los mismos cada año, nunca nadie nuevo.
- Este año sera diferente, te lo digo yo.

Y con todo esto, se fue.

-

Era media tarde, y el cielo se encontraba nublado debido a la lluvia que habia caido al mediodia. Me encontraba jugando en un columpio. Mis rubias trenzas se movian al viento energicamente, para adelante y para atrás, cuando de repente entro mi hermana en el jardin de casa. Según me habia dicho por la mañana, habia ido a una especie de mercadillo que habian puesto en la manzana. Abi estaba tan mayor…hacia poco que habia cumplido los catorce años, y estaba guapisima. Se estaba dejando el pelo largo, y tenia flequillo recto desde hace dos semanas como mucho. La camiseta de tirantes azul que llevaba conjuntaba con sus grandes ojos, y tenia una gran sonrisa cuando la abrace nada mas entrar por la verja del jardin. Despues me enseño una bolsita de plastico con todo lo que habia comprado: figuritas para su cuarto, unos pendientes, un colgante con una piedra de un extraño color, y por ultimo, una extraña pulserita de plata que llevaba varios enganches.
- Mira, ¿ves bien estas tres figuritas que cuelgan de la pulsera?
- Si – dije yo, con mi habitual voz infantil -. ¿Qué son?
- Son simbolos tribales. Me lo ha dicho el chico que las vendia, pero a mi me la ha regalado porque decia que era una chica bonita.
- Ese hombre tenia razon hermanita – replique yo, con una amplia sonrisa -. Pero…¿Para que son esos simbolos?
- Ese hombre me ha dicho que era una pulsera de los deseos. Solo puedes pedir tres, pero se te conceden. Y he querido cederte un deseo. Un deseo que pidamos las dos. Yo ya he pedido uno.
- ¿Ah si?¿Y cual ha sido?

De repente, el semblante de Abi se endurecio mucho, como si hubiese dicho algo malo o algo prohibido…otra vez. Ultimamente no hacia mas que ponerme esa cara, como si fuese un sobreaviso de que iba a amenazarme con algo.

- No te lo voy a decir, y como se te escape una sola cosa de todo lo que te cuento, te matare, Rachelle – de pronto, su cara volvio a cambiar, y una gran sonrisa se ensacho por su cara otra vez -. Venga, ahora pidamos el deseo.


Desperte con un grito ahogado y sudando de una manera bestial en mi cama, en el internado. Según el despertador eran las tres de la mañana, y mis amigas seguian durmiendo. ¿¡Que rayos habia sido eso?! Una pesadilla. Habia sido una pesadilla, no cabia duda, pero habia sido tan real como si hubiese estado realmente alli. Habia sido uno de esos extraños sueños, pues habia notado todo tal y como lo habia notado: el olor a lluvia, el abrazo que le habia dado a Abi, el tacto de la plata fria y dura al rozarse con mis dedos… el miedo que le habia tenido a mi hermana.
No era posible, simplemente, no podia serlo. Eso nunca habia pasado, no recordaba nada parecido. Podia haber sido simplemente un sueño, pero sabia que no era asi. Eso habia ocurrido realmente, no se en que momento de mi vida, pero esa escena que acababa de ser representada en mi cabeza habia tenido lugar con anterioridad en la realidad. Lo sabia por todas las sensaciones que habia tenido. Habia sido… real. Y lo malo es que no sabia cuando habia pasado todo eso. De repente, un detalle me vino a la cabeza. La pulsera, la habia distinguido a la perfeccion en el sueño, y la distinguia perfectamente en la realidad. Me levante de un salto de la cama y sali corriendo hacia el escritorio que habia en el pequeño salon, intentando esquivar todos los muebles a mi paso. Tantee con las manos toda la mesa hasta que encontre lo que estaba buscando y lo puse de tal manera que se pudiese ver a la luz de la luna. En efecto, era la pulsera de plata con los tres simbolos tribales colgando de la cadena que habia cogido en mi sueño, y la misma que habia encontrado el dia anterior entre las hojas del diario de Abi.

Reflejos del Pasado: Capitulo 8

La mañana había llegado por fin, y con ella, mi dolor habia desaparecido, dejando al descubierto mi habitual mascara de alegria y amabilidad. Habia pasado gran parte de la noche llorando en el hombro de Alex, y para cuando habia llegado a mi habitacion para acostarme, solo descubri que ya no podia dormir…por segunda vez. Por eso, poco antes de bajar a desayunar, me pase por el cuarto de Alexander. Le tenia que dar las gracias por haberme aguantado la noche casi entera. Cuando entre se encontraba a medio vestir, solo con los pantalones y las deportivas negras que habia llevado el dia anterior. Pero hubo un curioso detalle que me llamo la atencion: una pequeña piedra colgada de un cordon caia sobre el pecho del joven. Me extraño que llevase un colgante de ese tipo, puesto que no llevaba nada mas, como anillos, o incluso alguna pulsera, y el propio colgante lo llevaba por dentro de la camiseta, como si tuviese miedo de que alguien lo viese y lo reconociese de algun lado.
No tarde mucho en bajar a la cafeteria, puesto que el no aceptaba de ningun modo las disculpas y decia que luego bajaria a desayunar.
El mismo en conjunto resultaba mas extraño de lo que nunca habia imaginado. Aunque solo fuese cosa de mi cabeza, me resultaba un tanto…protector conmigo. Y eso era raro en alguien que no te conoce de nada, al menos, en apariencia. Ni siquiera Mal era asi conmigo.
Mal. Parecia que no queria dirigirme la palabra. Me llevaba esquivando todo lo que llevabamos de mañana para cuando llego la hora del almuerzo, y ni siquiera sabia por que. Era cierto que nos vio al chico nuevo y a mi hablar el dia anterior, pero eso no me parecia excusa para estar enfadado conmigo. Con todo, me reuni en la mesa del comedor con mis dos amigas.
- ¿Dónde estuviste anoche tia?
- Necesitaba…pensar…
- Como no…debiamos haber sabido que te habias escapado a reflexionar a ninguna parte en particular – dijo sarcastica Mandy.
- Chicas…escuchad…sabeis que os lo cuento todo, pero eso no quiere decir que algunas noches…necesite salir fuera…lo llevo haciendo toda la vida.
- Pero ni siquiera eres capaz de decirnos donde vas – señalo Page.
- ¿Acaso importa?
- No pero…¿y si algun dia tenemos que buscarte o algo?
- No hace falta buscarme. Ya sabeis de sobra que siempre que me escapo por la noche aparezco por la mañana sana y salva. Dejad de preocuparos por mi innecesariamente.
- Esta bien.

Tal vez era un poco estupido buscar si ni siquiera le veia en el desayuno pero…¿Dónde estaba Alex? Barri con la mirada rapidamente cada mesa de la habitacion en la que nos encontrabamos, y no estaba. En ningun lado. Desde un extremo de la sala vi a Mal, el cual me estaba mirando…y parecia enojado. Pero ni rastro de Alex. ¿Dónde se encontraba? De repente, se me quitaron las ganas de comer. No tenia nada de hambre. Y lo que peor me sentaba era que el influia involuntariamente en todo lo que hacia. Me habia dejado el segundo plato entero y el postre, no era capaz ni de tomarme el zumo de naranja que habia cogido del mostrador. Sin decir una palabra a ninguna de las dos, me levante de la mesa, tire los restos de comida a la basura y deje la bandeja encima de una pila, justo antes de salir por la puerta del comedor y chocarme de bruces contra Mary Evans, una de las secuaces de Mel.
Mary era…era Mary. En realidad, era la que mejor se había portado conmigo cuando me largue de la panda de Mel, y por lo menos, no me insulto. En realidad, la muchacha me caia bien, y a veces hasta me daba pena. Bajita, rubia, pero muy mona, era muy alegre, justo el tipo de chica con la que tienes que forzar una sonrisa, por muy falsa que esta sea. Y esta vez no iba a ser menos.
- ¡Hey! – me saludo ella antes de que me diese tiempo a reaccionar.
- Hola Mary…¿Qué tal?
- Pues bien…¡como siempre! – la chavala ya estaba riendo tontamente, como era costumbre. Cuando termino de soltar su risilla, me hizo ademan con el brazo para que esperase, y, abriendo su bolso y rebuscando en el, me entrego una pequeña tarjeta -. Dasela a tus amigas del alma. Es para una fiesta.
- Ahh…vale…esta…bien…
- Bueno…si quieres ir tu también…es por el comienzo de curso, todo el mundo esta invitado.
- Umm…genial…¿gracias?
- No hay de que – y volvió a reir tontamente – es este viernes.
- Esta bien…dare el recado…

Y de repente desapareció. Fui releyendo la tarjeta una y otra vez mientras me dirigía a mi habitación a dejar la bolsa con los libros. La fiesta era por la noche, pasadas las diez, y la dirección de la casa no me sonaba de nada. La repase mas y mas, pero no tenia ni idea de donde se encontraba. Era una suerte que a veces, los padres de Page actuasen como “tutores” mios, como firmando la autorización para las salidas del centro los días permitidos y los fines de semana. Cuando llegue a la habitación, lo primero que hice fue dejar el bolso y también la tarjeta encima de la mesa del cuarto de estar. Por ultimo, me mire al espejo. Tenia buen aspecto a pesar de no haber dormido, pero el pelo completamente enmarañado. Me lo peine como pude con las manos y Sali lo mas rápido que pude al pasillo. Iba a buscar a Alex.

Reflejos del Pasado: Capitulo 7

Eran las once de la madrugada. Hacía una noche cerrada y entre el negro cielo había una luna llena que no iluminaba demasiado el lúgubre paisaje. De día, incluso durante la puesta de sol, esto era como un gran parque, pero, de noche, y con tan poca luz, el cementerio de Green-Wood daba auténtico pavor. La luz de Wall Street no se filtraba hasta allí. Aún así, eso les vendría bien para hacer lo que iban a hacer. Cuanto menos testigos, mejor.
A su pesar, cada vez que pensaba que se adentrarían en ese cementerio ellas solas, un escalofrío recorría cada milímetro del cuerpo de Diane. “No pasa nada, esto es un cementerio. ¿Qué puede ocurrir aquí, si esto está más muerto que sus huéspedes?” dijo para sus adentros, sarcástica. Pero ese lugar seguía ahuyentándola, como impulsándola, avisándola de que no entrase allí. Pero ya fue demasiado tarde. Patrice, su mejor amiga, ya estaba instándola de que saltase la valla, y, con un pequeño impulso, las dos estuvieron dentro del campo santo. Caminaron y caminaron, bordeando los estanques, la capilla, e incluso Battle Path, y, por fin, llegaron a un pequeño panteón, al mausoleo que estaban buscando. No era muy grande, si no de tamaño mediano, como todos los otros que había en el gran cementerio de Nueva York. Aún construido con mármol blanco, en aquella fría noche se veía negro como el carbón, y mucho más tétrico de lo que Diane se imaginaba. Para llegar hasta él, había que subir un tramo de escaleras, también de mármol blanco, rodeadas de setos que llevaban mucho tiempo sin podarse. El panteón era exteriormente del estilo de un templete romano, pero, interiormente, era de estilo barroco, demasiado recargado. Pertenecía a los antepasados de Patrice, y para llegar a la verdadera cripta, había que bajar unas escaleras que partían de la pequeña capilla que estaba a la altura de la entrada. Patrice parecía muy segura de lo que estaba haciendo. En cambio, Diane no estaba tan segura de ello, parecía al borde de un ataque de pánico. A pesar de ello, intentó mostrarse serena mientras Patrice preparaba todo el material, todavía en la capilla. Habían conseguido dos antorchas a la entrada del mausoleo. Aquello estaba demasiado oscuro, y lo estaría más cuando bajasen a donde se encontraban las tumbas. Mientras que su mejor amiga se había encargado de llevar el cuenco, las velas negras, el agua y el cuchillo, Diane se había llevado un antiguo libro que había pertenecido a su tatarabuela, de la que se decía que fue una bruja. En efecto, iban a hacer un ritual.

Ding...Dong. El reloj acababa de dar las once y media, y tenían que darse prisa en terminar los preparativos, tenerlo todo listo y empezar con el ritual en cuanto diesen las doce. Bajaron con cuidado todas las cosas a la cripta, todavía con las dos antorchas encendidas, las cuáles colocaron a la entrada. Todo estaba en silencio, lo único que se oía eran las pisadas de las botas de las dos chicas. Allí abajo, en cambio, la decoración era austera, y lo único que se encontraba en la pared eran los nichos de más de treinta familiares de Patrice. Diane no pudo contenerse y empezó a temblar, pero no sabía si era de frío, de miedo, o de las dos cosas. Para ser un sitio tan cerrado, había mucha corriente, aunque seguramente sería por la gran humedad que emanaba de la escalera. También había más tumbas fuera de los nichos, con las esquelas con el mismo nombre que los abuelos de la muchacha. Ambas se sentaron en silencio en círculo, y colocaron las tres velas negras en triángulo, dentro del espacio que ellas mismas habían creado. En el centro del círculo se encontraba el agua, el cuenco y el cuchillo. Enfrente suya, a lo lejos, Diane podía vislumbrar un angosto pasillo que daba paso a una verja. Le daban ganas de salir corriendo, pero, ahí esperó. Esperaron y esperaron, y el reloj volvió a sonar.
Ding...dong... Por fin eran las doce. Patrice cogió el cuchillo y se hizo un profundo corte en el brazo izquierdo, del que brotó una gran cantidad de sangre que hizo que cayera en el cuenco. Acto seguido, empezó a leer palabras del antiguo libro de magia, más y más palabras, mientras que su amiga cogía el agua y la vertía cuidadosamente en el cuenco lleno de aquel espeso líquido rojo, intentando que no saltase ni una sola gota fuera del contenedor.
 ¿Y bien? - le preguntó Diane a su amiga - ¿No tenía que pasar nada? O...más bien, ¿qué tenía que pasar?
 No ha...no ha pasado nada...¿tú has notado algo?
 No...nada de nada...
 Deberíamos irnos, Patrice, vamonos...
Pero la chica ya no la oía. Estaba sacudiendo violentamente la cabeza de forma vertical y palabras desconocidas para Diane salían de su boca como borbotones, sin poder parar. Diane quiso gritar, pero le era imposible, su boca no era capaz de emitir sonido alguno. También quiso salir corriendo de allí, pero tampoco fue capaz, sus piernas no respondían a sus órdenes mentales. Tenía paralizados cada uno de sus miembros, con lo que tampoco pudo ayudar a Patrice. Ahora si que estaba muerta de miedo. Mientras, Patrice se convulsionaba de tal manera que acabó tirando el cuenco lleno de sangre y agua, derramándose esta mezcla por el suelo hasta llegar al pie de cada tumba. Diane quería salir tan rápido de allí como le fuese posible. Veía la verja que daba a las afueras del panteón, pero al tiempo sabía que era inalcanzable. De repente, todo paró. Patrice paró de decir extraños vocablos como si de una posesión demoníaca se hubiese tratado.
 ¿Qué...?¿Qué ha pasado? - pronunció Diane con dificultad.
 ¿Diane?
No les dieron tiempo a seguir hablando, puesto que de repente se oyó un golpe y las dos antorchas se apagaron a la vez. Las dos chicas se buscaban, pero eran incapaces de encontrarse. Era como si un abismo las hubiese separado.
 Patrice, ¡¿dónde estás?!
 ¡Estoy aquí!¡No te veo!
 ¡Patrice!¡Sígueme hablando, puede que te encuentre!
Pero cuanto más hablaban, más se separaban. Y, cuanto más se separasen, menos posibilidades tendrían de salir de allí...vivas. Se empezaron a oír golpes que provenían de una tumba, de dos, de tres...hasta que estos se oían de todos los sarcófagos, como si se estuviesen abriendo uno a uno. Y se dejaron de oír golpes. Ahora solo se oían como gemidos, algo que alguna vez pudieron ser palabras, y cuerpos arrastrándose por el suelo hacia donde estaban las chicas. Ellas nunca quisieron ver lo que vieron cuando Patrice sacó un mechero y lo encendió para dar un poco de luz a la habitación. Lo último que se oyó dentro de la cripta fueron los gritos de las chicas: primero de Patrice; después de Diane, intentando arrastrarse hasta la vieja verja sin conseguir abrirla ni un centimetro.

Ese día hacía una noche tranquila en Brooklyn.



Hacía una noche tranquila ese día, pero, en mi cabeza, es como si el Diluvio Universal hubiese arrasado con todo. Necesitaba dormir para recuperar las horas del día anterior, pero no tenía nada de sueño. Asi que en vez de acostarme, salí de mi habitación a escondidas, y me dirigí a uno de mis sitios favoritos en todo el internado. Era un pequeño parque que se encontraba al otro lado de la entrada que daba al colegio, y estaba todo lleno de plantas, flores y enredaderas. Ese lugar era impresionante de día, pero mucho más de noche, y había venido aquí cada vez que necesitaba pensar o recapacitar para algo. Tenía unas vistas fantásticas, incluso se llegaba a ver el mar de lejos. Me senté en uno de los bancos de piedra que había a contemplar el paisaje, como hacía siempre que iba allí. Así conseguía olvidar los quebraderos de cabeza que había tenido más de una vez. Pero no. Esta vez no funcionó, y no sabía por que. Realmente estaba en lo cierto cuando pensaba que aquel chico estaba volviéndome loca. No conseguía quitármelo de la cabeza ni a tiros, y dormir no me ayudaría a que ese pensamiento se desvaneciese como si nunca hubiese existido. Cerré los ojos cuando se levantó una suave brisa, moviendo mi cabello al viento, cuando escuché de nuevo unos sonidos, como de un crujir de ramas. Aún así, permanecí quieta, todavía sentada en el banco. “Hola”, saludó una voz que para mí ya era reconocible. Giré bruscamente la cabeza entonces y abrí los ojos de golpe, para ver a Alexander acercándose a mi.
 Hola, ¿qué haces aquí?
 Podría hacerte la misma pregunta.
 Pero no la has hecho. ¿Puedes contestarme?
 Claro. No podía...no podía dormir – contestó Alexander, realmente franco - ¿y tú?
 Yo tampoco podía. Cuando tengo muchas cosas en la cabeza, necesito relajarme de algún modo. Este es como mi sitio preferido, mi sitio secreto, aunque ahora ya no sea tan secreto.
 ¿Y funciona?
 ¿Que si funciona qué?
 Venir aquí. Quería saber si te descargabas.
 Si, siempre funciona, menos hoy, no se por qué – resoplé, con pocas ganas de hablar. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Me había seguido?
 Tal vez tienes demasiadas cosas en la cabeza. ¿Se puede saber que es lo que tantos quebraderos te está dando?
 No...no es nada...solo...cosas personales...

Sin embargo, el no rechistó. Simplemente calló y se sento a mi lado, observando cuidadosamente mis manos entrelazadas y la pulsera que había cogido al llegar de la habitación. La pulsera de mi hermana.
 ¿Y tu?¿Que hay de ti, Alexander Morgan?
 ¿Qué...qué hay de mi?
 Si...¿qué hay de ti? No sé, eres el nuevo y misterioso chico, algún secreto escondido tendrás...¿o no?
 Yo no tengo secretos.
 Todo el mundo tiene secretos. Y más tarde o más temprano, salen a la luz, aunque lo queramos evitar a toda costa.
 ¿Tú crees?
 No lo creo. Estoy segura de ello.
 ¿Y cuál es tu secreto, Rachelle Williams?
 ¿Mi...mi secreto?
 Si...as dicho que todo el mundo tiene secretos. Cuéntame el tuyo.
 Si quieres que te diga la verdad, no lo sé. Desde que mi padre y mi hermana murieron, no soy la misma. No solo por el hecho de que ya no estén, si no por el hecho de como murieron...mi padre...fue encontrado a la semana...en cambio, a mi hermana nunca la encontraron...
 Vaya, si. Me tendría que haber callado. Recordar estas cosas nunca es bueno.
 Claro que no lo es.
 Y tus amigos...¿lo saben?
 No lo sabía nadie ajeno a la familia, hasta este momento.
 ¿Ni siquiera ellos?
 No soy capaz de contarselo...
 Y...entonces...¿por qué a mi sí?
 No lo sé...me das esa confianza que me dan las personas que han estado conmigo toda la vida – le confesé. En realidad, así me sentía – no entiendo por qué, pero así es. ¿No es extraño?
 Si, la verdad es que...sí.
 Es como, si ya te conociese... de antes, de mucho antes...
 Ajá...
 Pero... - le miré a los ojos sin saber como seguir, cuando noté como me sonrojaba, e intenté disimularlo con una falsa y corta carcajada – es una soberana tontería. No nos conocemos de nada, ¿verdad?
 Claro...claro que no...

Y nos volvimos a sumir en el eterno silencio de la noche.



Estaba tan hermosa cuando se reía, y más cuando un tímido rubor aparecía en sus mejillas. Sus penetrantes ojos azules brillaban como zafiros, y sus jugosos labios parecían estar fabricados de pequeños diamantes. Así que... todavía me recordaba, o por lo menos tenía la vaga sensación de recordarme. Así sería mucho mejor, de mi boca nunca podría salir nada que tuviese que ver con su pasado. Llevaba mucho tiempo buscándola, y no podía volver a perderla cuando por fin la había encontrado, no me lo perdonaría en la vida. Aún así, quería darle explicaciones a todo lo que le había pasado, se lo debía. Estaba sola en el mundo, aunque tuviese a sus amigos con ella, sabiendo que no la abandonarían, pero yo era la única persona que quería llenar el vacío que sentía por dentro, que nunca más se sintiese sola. Pero eso era imposible. Intentar algo así con Rachelle sería descubrirme, no solo a ella, si no a todos los que se encuentran a nuestro alrededor, y sería nuestro fin. Bajé la mirada por miedo a que pudiese leerme los pensamientos solo con mirarme a los ojos, y volví a clavarla en su pulsera.
 Bonita...esclava. ¿Es tuya?
 No, pertenecía, bueno...a mi hermana Abi. Nunca se la había visto, pero deduzco que era suya. La encontré esta mañana enganchada a su diario.
 ¿Conservas su diario?
 Si, aunque... nunca me atreví a abrirlo siquiera. Eran sus secretos, nunca sería capaz de leer algo así, aunque solo fuese por respeto.
 Eso...está bien.
 No. No lo está. Estoy segura de que tu tienes otros tantos problemas, pero me gustaría estar en tu lugar.
 Rachelle, te aseguro que no.
 Y yo te aseguro que si, Alex. Me siento tan sola. Y ya no se en quien confiar. La gente cree que ya me curé de las heridas del pasado. Pero cada vez estoy peor. Y la gente no puede comprenderme porque no está en mi situación. Todos tienen padres, hermanos, una familia que le espera fuera de estas cuatro paredes, a los que van a ver cuando tengan vacaciones de navidad, de verano, o incluso por su cumpleaños. Dormirán en su cálida cama y estarán tranquilos, sabiendo que todo lo que tienen no va a desaparecer de un día a otro. Pero yo no puedo siquiera tener esas ilusiones – Sin poder evitarlo, una empezó a caer una lágrima tras otra por su rostro – y nunca podré volver a tenerlas. Lo único que tengo es tanto miedo y dolor.

Aquellas lágrimas se habían convertido en un llanto tan rápidamente... y yo la comprendía tan bien... todo el dolor que sentía ella lo sentía yo por dentro, y con solo verla llorar se me rompía el corazón. Finalmente, acabó echándose a mis brazos, y yo acabé acunándole como había hecho hace tiempo, como un padre hace con su hija para calmarle y decirle que todo va a salir bien. La diferencia estaba en que, eso ya nunca podría ir a mejor.

domingo, 23 de mayo de 2010

Reflejos del Pasado: Capítulo 6

No sé ni como, pero ese chico siempre conseguía dejarme perpleja. Nada más irse después de la pelea, Mal y yo nos habíamos quedado mirando con la boca abierta, realmente sorprendidos de lo que había pasado. ¿Cómo era posible que después de todos los golpes que se habían dado Alexander no tuviese ni un solo moretón? No conseguía explicarlo. Primero lo de las noticias, después esto... Sin duda, era un chico raro, pero tan guapo... No, no podía pensar en eso. Es cierto que me atraía más que ningún chico que hubiese conocido antes pero... no se podía decir que me hubiese contestado de muy buenas maneras cuando me preocupé por él. Por fin sonó el timbre que anunciaba el fin del recreo. Y encima me tocaba biología, sola, sin ninguno de mis amigos con el que pudiese desahogarme sobre lo ocurrido. Llegué hasta el banco donde había dejado mis cosas, recogí el bolso y me dirigí a clase. El aula de biología se encontraba en el ala más lejana del internado, así que tuve que recorrer un buen trecho del camino yo sola, intentando atajar por una parte del patio. Aquello estaba totalmente desierto, no había una sola alma alrededor. Aún así, el viento no paraba de soplar y no hacían más que oírse ruidos cerca de mí. Me giré varias veces para ver si alguien me seguía pero, desilusionada, me volvía a girar al frente. Seguía sola. Así qué apresuré el paso hasta que por fín entré en el edificio y llegué a la puerta del aula. La clase de biología era una pequeña habitación, muy soleada incluso en los días de lluvia. El aula esta dividida en dos filas, cada una compuesta por cuatro mesas dobles que estaban siendo ocupadas por alumnos de mi mismo curso. A mi izquierda se encontraba la mesas del profesor, la pizarra y un pequeño armario, y a mi derecha, al fondo del todo, una estantería llena de libros e incluso de plantas y pequeños animales disecados. Respiré hondo y me dirigí a la única mesa que estaba ya vacía, al final del todo de la fila más próxima a la puerta. Esperaba que estuviese así toda la hora, sin ningún compañero, para así poder pensar mejor en lo ocurrido. Pero esa esperanza poco duró, debido a que una voz llegó hasta la célula más pequeña de todo mi ser, haciéndome estremecer, poniendo mis pelos de punta. Era la voz más dulce y, al tiempo, la más amigable, despreocupada, sensual, e incluso fiera que había llegado hasta mis oídos nunca. Giré la nuca de golpe, un poco aturdida, pero lo que vi me impactó aún más.
- Hola, está libre este sitio?
- ¿Qué...?
Y entonces, ahí estaba. Otra vez. Alexander. Y aquí estaba yo, tartamudeando de nuevo como si fuese estúpida.
- Qué sí está libre este sitio, es que...no hay más.
- Si. claro...siéntate - dije, fingiendo la mayor indiferencia que pude.
- Gracias.
- De nada...
Y entonces, me volvió a deslumbrar con una de sus grandes sonrisas. Ahí ya me derrumbé.
- Oye...
- ¿Sí? - dije yo, intentando no parecer muy interesada en lo que me iba a decir.
- Siento...lo de esta mañana, en el patio. No...debí hablarte así. Porqué eras tu la qué estuvo en la pelea, ¿verdad?
- Sí, era...era yo.
- Pues, perdóname, de verdad. Estaba cabreado y... se me cruzaron los cables, aunque eso no fue excusas para tratarte de esa manera.
- No pasa nada, lo comprendo - esbocé la sonrisa más grande que pude - Drake siempre pone de los nervios a todo el mundo. Es un niñato creído y consentido.
- Bueno pues...la verdad es que tendría que haber empezado presentándome, soy Alexander Morgan.
- Encantada, soy Rachelle, Rachelle Williams para ser exactos.
- Bonito nombre...para una chica bonita.
- Vaya...gra-gra-gracias... - ¡Mierda! ¿Otra vez tartamudeando?Tierra trágame... - pero..no-es, no es...para tanto...
- ¿Es que no te fías de mí? - noté sus ojos clavados en mí -
- Mentir no es la mejor forma de entablar conversación.
Concluí de esta manera la pequeña charla que habíamos tenido, yo con leve rubor y el con una pícara sonrisa, puesto que entró el Señor Brown, nuestro profesor de biología. Dejó su maletín encima de la mesa del profesor, se colocó las gafas, y, sin siquiera avisar, empezó a explicar un nuevo tema. El Señor Brown era el típico inglés: siempre iba bien arreglado, muy disciplinado, pero al tiempo, pasaba de quién no le hiciese caso. Ni siquiera se molestaba en echarle de la clase. A menos que molestases enormemente a tus compañeros, como si te dormías en la clase, él nunca ponía pegas. Y yo, como siempre, también me dediqué a pasar. Solo atendía cuando tenía que copiar apuntes. Por una vez, me iba a servir de algo que Alexander se hubiese sentado conmigo.
- Bueno y...entonces no eres de por aquí, ¿no?
- No...la verdad es que no...no exactamente...
- Ahhmm...interesante...
- ¿Sí, verdad? - bromeó, con una gran sonrisa burlona. Tenía unos dientes perfectos - La verdad es que viví en Nueva York mucho tiempo. Pero...bueno...me mudé de ciudad, y aquí estoy de nuevo. ¿Y tú? Cuéntame algo sobre ti...
- Bueno...por donde empezar...
No sabía si contarle lo de mis padres o no, porque, aunque para mi era prácticamente un completo desconocido...sentía como si le conociese de siempre... me daba esa seguridad de saber que podía contar con él. Y, sin darme cuenta, las palabras salieron de mi boca en tropel, sin poder pararlas, y contando aún más y más de mi corta pero deprimente vida. Y él parecía comprender, comprender mi dolor, comprender mi pérdida... comprenderme a mí. Al parecer, él también había quedado huérfano, y solo tenía a sus abuelos paternos, los cuáles no le podían cuidar, así que le habían mandado a este internado.
Tan rápido como empezó, terminó la clase. Solo nos quedaba la hora de Educación Física, y, según parecía, también coincidía con Alex en aquella hora. Rápidamente entablamos amistad, mientras él se sorprendía de que se me diese tan bien el baloncesto como pegar a Drake con el balón en la cara cuando se pasaba de la raya.
- Vaya, no sabía que fueses tan buena en los deportes. No pareces una chica...
- ¿Sana?¿Activa?
- No. Violenta - terminó de decir Alex. Por fin habían terminado las clases del primer día y ahora nos dirigíamos hacia el patio para encontrarnos a los demás, justo a la hora de comer.
- ¡Ehhhh!¡Yo no soy violenta!
- ¡Sí que lo eres! ¡¿Pero tú has visto como as atizado al chulo ese?!
- Te recuerdo que está mañana os habéis peleado y no tienes ni una sola herida.
- Es que...yo soy corpulento...
- Sí, ya...claro... - solo le pegué un pequeño puñetazo en el brazo para hacer que se quejase - ¿Qué?¿Tan corpulento eres?
Y mientras no hacíamos bromas, ni siquiera fui capaz de fijarme en que Page y Mal se encontraba dos bancos más atrás, y que lo estaban viendo todo, puesto que cuando llegamos a donde se encontraban, Mal se fue, receloso, y Alex rechazó mi invitación de venir a comer con nosotros. Y de este modo, el chico me volvió a dejar perpleja por tercera vez en dos días.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Reflejos del Pasado: Capítulo 5


La hora siguiente fue tan aburrida como todas las anteriores, aunque, siendo el primer día de clase, era normal. Tampoco es que estuviésemos muy atentos, puesto que Mal, que se sentaba justo delante mía, y yo, estábamos todo el rato tirándonos bolas de papel y cotilleando sobre nuestros compañeros, en especial sobre Mel y su grupo de pijas estúpidas. Se rumoreaba que en verano había estado saliendo con Drake.
Y hablando de Drake...no hicimos más que salir de clase, cuando teníamos tiempo libre, cuando le vimos metiéndose con el chico nuevo. Sin siquiera darme cuenta, me enfurecí tanto que me estaba dirigiendo hacia Drake para defender al joven de ojos verdes, pero Mal me sujetó.
- Estate quieta por una vez, ¿quieres? El chico se puede defender solo -¡le saca tres cuerpos y dos cabezas!- y serás la única que acabe mal como vayas allí.
Intenté tranquilizarme, sin éxito alguno, pero dejé de forcejear contra mi amigo para que me soltase. Desde la distancia donde estábamkos se oía a la perfección todas las bromas pesadas que el idiota de Drake le gastaba al chico. Pero él estaba tan tranquilo, como si no pasase nada, como si estuviese acostumbrado, y solamente parecía que tuviese el rostro ligeramente crispado, pero sin alterarse demasiado y sin contestarle. "¿Era siempre tan educado y civilizado?", me pregunté yo, cuando, de repente, dejé de notar las manos de Mal sujetándome: había ido a defender al chico. Y yo no me lo pensé dos veces y corrí detrás suyo, pero para cuando llegué Malcolm ya había conseguido que el estúpido de Drake parase. Y como la gente se empezaba a arremolinar a nuestro alrededor haciendo un corrillo, una voz familiar me pilló de improviso.
- ¿Qué está pasando aquí, Rachelle?
- ¿Qué diablos...? - solté, mientras giraba sobre los talones para ver quién me había asustado - ¡Page!¿Qué haces aquí?
- He venido a buscarte, como siempre. Tenemos tiempo libre, ¿recuerdas? - concluyó, con aire de superioridad, señalando el reloj y con expresión cansada - ¿Qué ha pasado aquí? - repitió.
Vacilé unos momentos y tomé aire, dispuesta a contestarla.

- Problemas con Drake... - resoplé.


- Siempre Drake. ¿Por qué creo que ya se ha metido con alguien?


- No hace falta ser un genio para saber eso.


- ¿Contra quién se ha revuelto esta vez? - preguntó Page, bufando.


- Contra el nuevo ... - concluyó Mandy, la cuál había aparecido detrás mía.


- Estúpido...


- Y tanto, me he tendido que esperar a que Malcolm le calmsae para poder salir de la clase. ¡La puerta estaba taponada con tanta gente mirando! - exclamó Mandy.


- Bueno, aquí ya no pintamos nada...vámonos fuera, ¿queréis?


- Sí claro, será lo mejor...


Compré una bolsa de patatas justo antes de bajarnos al gran patio que había en el internado. Desde el banco donde nos encontrabamos sentadas se podía distinguir todo con total percepción. El nuevo se encontraba en una de las mesas cercanas, solo, mirando a lo lejos.


- Se llama Alexnader, y viene de Los Ángeles - comentó Mandy.


-¿Qué...? - me giré de golpe hacia ella.


- Te has quedado embobada mirándole - siguió Page, como quién no quiere la cosa.


- Solo faltaba que se te cayese la baba.


- Es que...antes nos hemos cruzado y...


- ¿Y?


- Pues...que ahora vengo, chicas.


- Pero...¡Rachelle!


Pero yo ya no las oía. Me había levantadad y ahora me dirigía hacia donde se encontraba Alexander, cuando de repente se repitió lo que había ocurrido anteriormente en el pasillo, como si fuese un flashback. Me paré en seco cuando Drake llegó hasta la posición de Alexander, otra vez a molestarle. Este se levantó, mirándole de arriba a abajo. Malcolm tenía razón: el chico le sacaba dos cabezas por lo menos. Drake parecía estar burlándose de él, y Alexander parecía estar cabreado: estaba cerrando su mano en un puño. La gente volvía a hacer un corro alrededor de los muchachos. Drake había cambiado de estrategia: ahora no paraba de reírse ni de empujar a Alexander, pero este seguía tranquilo.


Fui acercándome más, preocupada por que se pegasen, y me hice paso entre la gente hasta llegar al interior del círculo que se había formado. Alexander cada vez estaba más irritado. Drake cada vez más chulo. La gente simplemente estaba animando para que hubiese pelea. Y la hubo. Drake le pegó un puñetazo a Alexander, y, a partir de ahí, todo fue un mar de golpes, gente y gritos. Vi a Mal en el otro extremo, haciéndose hueco entre la gente para llegar al meollo del problema para sujertar a Drake, mientras yo intentaba separarlos a los dos. No paraba de gritar que parasen, pero el ruido de la multitud enfurecida ahogaba mis palabras. Eso parecía una lucha en un cuadrilatero, y aunque, todo el mundo apostaba que el boxeador ganador podía ser Drake, estaban equivocados. Lo primero que vimos cuando conseguimos separarlos fue a el idiota de turno sangrando de la boca, y, en cambio, Alexander solo estaba ligeramente despeinado."¿Te encuentras bien?", no hacía más que preguntarle al muchacho, pero este solo hacía muecas y se apartaba violentamente de mí.


Poco a poco, la masa de gente fue desapareciendo hasta que solo nos encontramos allí Alexander, Malcolm y yo.


- Chaval...¿te encuentras bien? - le preguntó Mal, con aire de preocupación.


- Si, perfectamente...gracias...


Y acto seguido él también desapareció del patio.