jueves, 9 de septiembre de 2010

Reflejos del Pasado: Capitulo 9

Despues de dar miles de vueltas alrededor del campus entero, el cual estaba infestado de estudiantes, encontré a Alexander en las gradas del campo de futbol. Estaba mirando atentamente como los chicos del equipo del año pasado entrenaban para las pruebas de acceso de este curso, y no se dio cuenta de que me encontraba a su lado hasta que le salude.
- Estan entrenando para las pruebas de este año, ¿verdad? – le pregunte como quien no quiere la cosa.
- Si, eso…creo.
- No te he visto por el comedor…
- Ya…es que…no tenia hambre – contesto mientras me inspeccionaba de arriba abajo – creo que me voy a presentar a las pruebas.
- Vaya, no sabia que te gustase el futbol y que se te diese bien.
- Estuve en el equipo de mi instituto hace un par de años. ¿Tu no haces ninguna actividad extraescolar?
- Estuve un tiempo en el equipo de animadoras – respondi, despues de un rato meditando la respuesta. Alex todavia seguia escudriñandome – hasta que Mel y yo peleamos.
- Es decir…¿Qué ya no estas?
- No. Lo deje…no era lo mio.
- Vaya… me habria gustado verte – por fin desvio la mirada y la volvio a clavar en el campo.
- Creeme…no te habria gustado.

Y de repente, Alex volvio a mirarme, un tanto extrañado, pero lo que me dijo me dejo aun mas atonita que su mirada.

- ¿Por qué tienes tan poca fe en ti misma?
- Per…¿Perdon?
- Si, quiero decir. Nos conocemos desde ayer, y ya me has negado varias veces que eres guapa y que eres buena en algo. ¿Eres asi siempre?

Vaya. Aquello si que me sorprendio, y mucho. No me habia esperado que me dijese eso, no tenia sentido. Nadie me lo habia dicho antes, ni siquiera creia que lo pensasen, pero entonces me di cuenta de que tenia razon. Siempre tan cerrada, no me gustaba fardar de nada, fuese verdad o fuese mentira, y, Alex, sin conocerme, se habia dado cuenta antes que nadie, incluso antes que yo. Me quede con la boca abierta, sin saber que decir, antes de que el volviese a girarse a mirar los entrenamientos, y siguio hablando, como si mentalmente se hubiese contestado la pregunta que me acababa de hacer.

- Creo que me voy a apuntar al equipo – repitió.
- ¿En serio?
- Si, ¿Por qué no? – dijo burlon.
- No…por nada. Solo te dire que todos los años ha estado dificil entrar. Siempre entran los mismos cada año, nunca nadie nuevo.
- Este año sera diferente, te lo digo yo.

Y con todo esto, se fue.

-

Era media tarde, y el cielo se encontraba nublado debido a la lluvia que habia caido al mediodia. Me encontraba jugando en un columpio. Mis rubias trenzas se movian al viento energicamente, para adelante y para atrás, cuando de repente entro mi hermana en el jardin de casa. Según me habia dicho por la mañana, habia ido a una especie de mercadillo que habian puesto en la manzana. Abi estaba tan mayor…hacia poco que habia cumplido los catorce años, y estaba guapisima. Se estaba dejando el pelo largo, y tenia flequillo recto desde hace dos semanas como mucho. La camiseta de tirantes azul que llevaba conjuntaba con sus grandes ojos, y tenia una gran sonrisa cuando la abrace nada mas entrar por la verja del jardin. Despues me enseño una bolsita de plastico con todo lo que habia comprado: figuritas para su cuarto, unos pendientes, un colgante con una piedra de un extraño color, y por ultimo, una extraña pulserita de plata que llevaba varios enganches.
- Mira, ¿ves bien estas tres figuritas que cuelgan de la pulsera?
- Si – dije yo, con mi habitual voz infantil -. ¿Qué son?
- Son simbolos tribales. Me lo ha dicho el chico que las vendia, pero a mi me la ha regalado porque decia que era una chica bonita.
- Ese hombre tenia razon hermanita – replique yo, con una amplia sonrisa -. Pero…¿Para que son esos simbolos?
- Ese hombre me ha dicho que era una pulsera de los deseos. Solo puedes pedir tres, pero se te conceden. Y he querido cederte un deseo. Un deseo que pidamos las dos. Yo ya he pedido uno.
- ¿Ah si?¿Y cual ha sido?

De repente, el semblante de Abi se endurecio mucho, como si hubiese dicho algo malo o algo prohibido…otra vez. Ultimamente no hacia mas que ponerme esa cara, como si fuese un sobreaviso de que iba a amenazarme con algo.

- No te lo voy a decir, y como se te escape una sola cosa de todo lo que te cuento, te matare, Rachelle – de pronto, su cara volvio a cambiar, y una gran sonrisa se ensacho por su cara otra vez -. Venga, ahora pidamos el deseo.


Desperte con un grito ahogado y sudando de una manera bestial en mi cama, en el internado. Según el despertador eran las tres de la mañana, y mis amigas seguian durmiendo. ¿¡Que rayos habia sido eso?! Una pesadilla. Habia sido una pesadilla, no cabia duda, pero habia sido tan real como si hubiese estado realmente alli. Habia sido uno de esos extraños sueños, pues habia notado todo tal y como lo habia notado: el olor a lluvia, el abrazo que le habia dado a Abi, el tacto de la plata fria y dura al rozarse con mis dedos… el miedo que le habia tenido a mi hermana.
No era posible, simplemente, no podia serlo. Eso nunca habia pasado, no recordaba nada parecido. Podia haber sido simplemente un sueño, pero sabia que no era asi. Eso habia ocurrido realmente, no se en que momento de mi vida, pero esa escena que acababa de ser representada en mi cabeza habia tenido lugar con anterioridad en la realidad. Lo sabia por todas las sensaciones que habia tenido. Habia sido… real. Y lo malo es que no sabia cuando habia pasado todo eso. De repente, un detalle me vino a la cabeza. La pulsera, la habia distinguido a la perfeccion en el sueño, y la distinguia perfectamente en la realidad. Me levante de un salto de la cama y sali corriendo hacia el escritorio que habia en el pequeño salon, intentando esquivar todos los muebles a mi paso. Tantee con las manos toda la mesa hasta que encontre lo que estaba buscando y lo puse de tal manera que se pudiese ver a la luz de la luna. En efecto, era la pulsera de plata con los tres simbolos tribales colgando de la cadena que habia cogido en mi sueño, y la misma que habia encontrado el dia anterior entre las hojas del diario de Abi.

Reflejos del Pasado: Capitulo 8

La mañana había llegado por fin, y con ella, mi dolor habia desaparecido, dejando al descubierto mi habitual mascara de alegria y amabilidad. Habia pasado gran parte de la noche llorando en el hombro de Alex, y para cuando habia llegado a mi habitacion para acostarme, solo descubri que ya no podia dormir…por segunda vez. Por eso, poco antes de bajar a desayunar, me pase por el cuarto de Alexander. Le tenia que dar las gracias por haberme aguantado la noche casi entera. Cuando entre se encontraba a medio vestir, solo con los pantalones y las deportivas negras que habia llevado el dia anterior. Pero hubo un curioso detalle que me llamo la atencion: una pequeña piedra colgada de un cordon caia sobre el pecho del joven. Me extraño que llevase un colgante de ese tipo, puesto que no llevaba nada mas, como anillos, o incluso alguna pulsera, y el propio colgante lo llevaba por dentro de la camiseta, como si tuviese miedo de que alguien lo viese y lo reconociese de algun lado.
No tarde mucho en bajar a la cafeteria, puesto que el no aceptaba de ningun modo las disculpas y decia que luego bajaria a desayunar.
El mismo en conjunto resultaba mas extraño de lo que nunca habia imaginado. Aunque solo fuese cosa de mi cabeza, me resultaba un tanto…protector conmigo. Y eso era raro en alguien que no te conoce de nada, al menos, en apariencia. Ni siquiera Mal era asi conmigo.
Mal. Parecia que no queria dirigirme la palabra. Me llevaba esquivando todo lo que llevabamos de mañana para cuando llego la hora del almuerzo, y ni siquiera sabia por que. Era cierto que nos vio al chico nuevo y a mi hablar el dia anterior, pero eso no me parecia excusa para estar enfadado conmigo. Con todo, me reuni en la mesa del comedor con mis dos amigas.
- ¿Dónde estuviste anoche tia?
- Necesitaba…pensar…
- Como no…debiamos haber sabido que te habias escapado a reflexionar a ninguna parte en particular – dijo sarcastica Mandy.
- Chicas…escuchad…sabeis que os lo cuento todo, pero eso no quiere decir que algunas noches…necesite salir fuera…lo llevo haciendo toda la vida.
- Pero ni siquiera eres capaz de decirnos donde vas – señalo Page.
- ¿Acaso importa?
- No pero…¿y si algun dia tenemos que buscarte o algo?
- No hace falta buscarme. Ya sabeis de sobra que siempre que me escapo por la noche aparezco por la mañana sana y salva. Dejad de preocuparos por mi innecesariamente.
- Esta bien.

Tal vez era un poco estupido buscar si ni siquiera le veia en el desayuno pero…¿Dónde estaba Alex? Barri con la mirada rapidamente cada mesa de la habitacion en la que nos encontrabamos, y no estaba. En ningun lado. Desde un extremo de la sala vi a Mal, el cual me estaba mirando…y parecia enojado. Pero ni rastro de Alex. ¿Dónde se encontraba? De repente, se me quitaron las ganas de comer. No tenia nada de hambre. Y lo que peor me sentaba era que el influia involuntariamente en todo lo que hacia. Me habia dejado el segundo plato entero y el postre, no era capaz ni de tomarme el zumo de naranja que habia cogido del mostrador. Sin decir una palabra a ninguna de las dos, me levante de la mesa, tire los restos de comida a la basura y deje la bandeja encima de una pila, justo antes de salir por la puerta del comedor y chocarme de bruces contra Mary Evans, una de las secuaces de Mel.
Mary era…era Mary. En realidad, era la que mejor se había portado conmigo cuando me largue de la panda de Mel, y por lo menos, no me insulto. En realidad, la muchacha me caia bien, y a veces hasta me daba pena. Bajita, rubia, pero muy mona, era muy alegre, justo el tipo de chica con la que tienes que forzar una sonrisa, por muy falsa que esta sea. Y esta vez no iba a ser menos.
- ¡Hey! – me saludo ella antes de que me diese tiempo a reaccionar.
- Hola Mary…¿Qué tal?
- Pues bien…¡como siempre! – la chavala ya estaba riendo tontamente, como era costumbre. Cuando termino de soltar su risilla, me hizo ademan con el brazo para que esperase, y, abriendo su bolso y rebuscando en el, me entrego una pequeña tarjeta -. Dasela a tus amigas del alma. Es para una fiesta.
- Ahh…vale…esta…bien…
- Bueno…si quieres ir tu también…es por el comienzo de curso, todo el mundo esta invitado.
- Umm…genial…¿gracias?
- No hay de que – y volvió a reir tontamente – es este viernes.
- Esta bien…dare el recado…

Y de repente desapareció. Fui releyendo la tarjeta una y otra vez mientras me dirigía a mi habitación a dejar la bolsa con los libros. La fiesta era por la noche, pasadas las diez, y la dirección de la casa no me sonaba de nada. La repase mas y mas, pero no tenia ni idea de donde se encontraba. Era una suerte que a veces, los padres de Page actuasen como “tutores” mios, como firmando la autorización para las salidas del centro los días permitidos y los fines de semana. Cuando llegue a la habitación, lo primero que hice fue dejar el bolso y también la tarjeta encima de la mesa del cuarto de estar. Por ultimo, me mire al espejo. Tenia buen aspecto a pesar de no haber dormido, pero el pelo completamente enmarañado. Me lo peine como pude con las manos y Sali lo mas rápido que pude al pasillo. Iba a buscar a Alex.

Reflejos del Pasado: Capitulo 7

Eran las once de la madrugada. Hacía una noche cerrada y entre el negro cielo había una luna llena que no iluminaba demasiado el lúgubre paisaje. De día, incluso durante la puesta de sol, esto era como un gran parque, pero, de noche, y con tan poca luz, el cementerio de Green-Wood daba auténtico pavor. La luz de Wall Street no se filtraba hasta allí. Aún así, eso les vendría bien para hacer lo que iban a hacer. Cuanto menos testigos, mejor.
A su pesar, cada vez que pensaba que se adentrarían en ese cementerio ellas solas, un escalofrío recorría cada milímetro del cuerpo de Diane. “No pasa nada, esto es un cementerio. ¿Qué puede ocurrir aquí, si esto está más muerto que sus huéspedes?” dijo para sus adentros, sarcástica. Pero ese lugar seguía ahuyentándola, como impulsándola, avisándola de que no entrase allí. Pero ya fue demasiado tarde. Patrice, su mejor amiga, ya estaba instándola de que saltase la valla, y, con un pequeño impulso, las dos estuvieron dentro del campo santo. Caminaron y caminaron, bordeando los estanques, la capilla, e incluso Battle Path, y, por fin, llegaron a un pequeño panteón, al mausoleo que estaban buscando. No era muy grande, si no de tamaño mediano, como todos los otros que había en el gran cementerio de Nueva York. Aún construido con mármol blanco, en aquella fría noche se veía negro como el carbón, y mucho más tétrico de lo que Diane se imaginaba. Para llegar hasta él, había que subir un tramo de escaleras, también de mármol blanco, rodeadas de setos que llevaban mucho tiempo sin podarse. El panteón era exteriormente del estilo de un templete romano, pero, interiormente, era de estilo barroco, demasiado recargado. Pertenecía a los antepasados de Patrice, y para llegar a la verdadera cripta, había que bajar unas escaleras que partían de la pequeña capilla que estaba a la altura de la entrada. Patrice parecía muy segura de lo que estaba haciendo. En cambio, Diane no estaba tan segura de ello, parecía al borde de un ataque de pánico. A pesar de ello, intentó mostrarse serena mientras Patrice preparaba todo el material, todavía en la capilla. Habían conseguido dos antorchas a la entrada del mausoleo. Aquello estaba demasiado oscuro, y lo estaría más cuando bajasen a donde se encontraban las tumbas. Mientras que su mejor amiga se había encargado de llevar el cuenco, las velas negras, el agua y el cuchillo, Diane se había llevado un antiguo libro que había pertenecido a su tatarabuela, de la que se decía que fue una bruja. En efecto, iban a hacer un ritual.

Ding...Dong. El reloj acababa de dar las once y media, y tenían que darse prisa en terminar los preparativos, tenerlo todo listo y empezar con el ritual en cuanto diesen las doce. Bajaron con cuidado todas las cosas a la cripta, todavía con las dos antorchas encendidas, las cuáles colocaron a la entrada. Todo estaba en silencio, lo único que se oía eran las pisadas de las botas de las dos chicas. Allí abajo, en cambio, la decoración era austera, y lo único que se encontraba en la pared eran los nichos de más de treinta familiares de Patrice. Diane no pudo contenerse y empezó a temblar, pero no sabía si era de frío, de miedo, o de las dos cosas. Para ser un sitio tan cerrado, había mucha corriente, aunque seguramente sería por la gran humedad que emanaba de la escalera. También había más tumbas fuera de los nichos, con las esquelas con el mismo nombre que los abuelos de la muchacha. Ambas se sentaron en silencio en círculo, y colocaron las tres velas negras en triángulo, dentro del espacio que ellas mismas habían creado. En el centro del círculo se encontraba el agua, el cuenco y el cuchillo. Enfrente suya, a lo lejos, Diane podía vislumbrar un angosto pasillo que daba paso a una verja. Le daban ganas de salir corriendo, pero, ahí esperó. Esperaron y esperaron, y el reloj volvió a sonar.
Ding...dong... Por fin eran las doce. Patrice cogió el cuchillo y se hizo un profundo corte en el brazo izquierdo, del que brotó una gran cantidad de sangre que hizo que cayera en el cuenco. Acto seguido, empezó a leer palabras del antiguo libro de magia, más y más palabras, mientras que su amiga cogía el agua y la vertía cuidadosamente en el cuenco lleno de aquel espeso líquido rojo, intentando que no saltase ni una sola gota fuera del contenedor.
 ¿Y bien? - le preguntó Diane a su amiga - ¿No tenía que pasar nada? O...más bien, ¿qué tenía que pasar?
 No ha...no ha pasado nada...¿tú has notado algo?
 No...nada de nada...
 Deberíamos irnos, Patrice, vamonos...
Pero la chica ya no la oía. Estaba sacudiendo violentamente la cabeza de forma vertical y palabras desconocidas para Diane salían de su boca como borbotones, sin poder parar. Diane quiso gritar, pero le era imposible, su boca no era capaz de emitir sonido alguno. También quiso salir corriendo de allí, pero tampoco fue capaz, sus piernas no respondían a sus órdenes mentales. Tenía paralizados cada uno de sus miembros, con lo que tampoco pudo ayudar a Patrice. Ahora si que estaba muerta de miedo. Mientras, Patrice se convulsionaba de tal manera que acabó tirando el cuenco lleno de sangre y agua, derramándose esta mezcla por el suelo hasta llegar al pie de cada tumba. Diane quería salir tan rápido de allí como le fuese posible. Veía la verja que daba a las afueras del panteón, pero al tiempo sabía que era inalcanzable. De repente, todo paró. Patrice paró de decir extraños vocablos como si de una posesión demoníaca se hubiese tratado.
 ¿Qué...?¿Qué ha pasado? - pronunció Diane con dificultad.
 ¿Diane?
No les dieron tiempo a seguir hablando, puesto que de repente se oyó un golpe y las dos antorchas se apagaron a la vez. Las dos chicas se buscaban, pero eran incapaces de encontrarse. Era como si un abismo las hubiese separado.
 Patrice, ¡¿dónde estás?!
 ¡Estoy aquí!¡No te veo!
 ¡Patrice!¡Sígueme hablando, puede que te encuentre!
Pero cuanto más hablaban, más se separaban. Y, cuanto más se separasen, menos posibilidades tendrían de salir de allí...vivas. Se empezaron a oír golpes que provenían de una tumba, de dos, de tres...hasta que estos se oían de todos los sarcófagos, como si se estuviesen abriendo uno a uno. Y se dejaron de oír golpes. Ahora solo se oían como gemidos, algo que alguna vez pudieron ser palabras, y cuerpos arrastrándose por el suelo hacia donde estaban las chicas. Ellas nunca quisieron ver lo que vieron cuando Patrice sacó un mechero y lo encendió para dar un poco de luz a la habitación. Lo último que se oyó dentro de la cripta fueron los gritos de las chicas: primero de Patrice; después de Diane, intentando arrastrarse hasta la vieja verja sin conseguir abrirla ni un centimetro.

Ese día hacía una noche tranquila en Brooklyn.



Hacía una noche tranquila ese día, pero, en mi cabeza, es como si el Diluvio Universal hubiese arrasado con todo. Necesitaba dormir para recuperar las horas del día anterior, pero no tenía nada de sueño. Asi que en vez de acostarme, salí de mi habitación a escondidas, y me dirigí a uno de mis sitios favoritos en todo el internado. Era un pequeño parque que se encontraba al otro lado de la entrada que daba al colegio, y estaba todo lleno de plantas, flores y enredaderas. Ese lugar era impresionante de día, pero mucho más de noche, y había venido aquí cada vez que necesitaba pensar o recapacitar para algo. Tenía unas vistas fantásticas, incluso se llegaba a ver el mar de lejos. Me senté en uno de los bancos de piedra que había a contemplar el paisaje, como hacía siempre que iba allí. Así conseguía olvidar los quebraderos de cabeza que había tenido más de una vez. Pero no. Esta vez no funcionó, y no sabía por que. Realmente estaba en lo cierto cuando pensaba que aquel chico estaba volviéndome loca. No conseguía quitármelo de la cabeza ni a tiros, y dormir no me ayudaría a que ese pensamiento se desvaneciese como si nunca hubiese existido. Cerré los ojos cuando se levantó una suave brisa, moviendo mi cabello al viento, cuando escuché de nuevo unos sonidos, como de un crujir de ramas. Aún así, permanecí quieta, todavía sentada en el banco. “Hola”, saludó una voz que para mí ya era reconocible. Giré bruscamente la cabeza entonces y abrí los ojos de golpe, para ver a Alexander acercándose a mi.
 Hola, ¿qué haces aquí?
 Podría hacerte la misma pregunta.
 Pero no la has hecho. ¿Puedes contestarme?
 Claro. No podía...no podía dormir – contestó Alexander, realmente franco - ¿y tú?
 Yo tampoco podía. Cuando tengo muchas cosas en la cabeza, necesito relajarme de algún modo. Este es como mi sitio preferido, mi sitio secreto, aunque ahora ya no sea tan secreto.
 ¿Y funciona?
 ¿Que si funciona qué?
 Venir aquí. Quería saber si te descargabas.
 Si, siempre funciona, menos hoy, no se por qué – resoplé, con pocas ganas de hablar. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Me había seguido?
 Tal vez tienes demasiadas cosas en la cabeza. ¿Se puede saber que es lo que tantos quebraderos te está dando?
 No...no es nada...solo...cosas personales...

Sin embargo, el no rechistó. Simplemente calló y se sento a mi lado, observando cuidadosamente mis manos entrelazadas y la pulsera que había cogido al llegar de la habitación. La pulsera de mi hermana.
 ¿Y tu?¿Que hay de ti, Alexander Morgan?
 ¿Qué...qué hay de mi?
 Si...¿qué hay de ti? No sé, eres el nuevo y misterioso chico, algún secreto escondido tendrás...¿o no?
 Yo no tengo secretos.
 Todo el mundo tiene secretos. Y más tarde o más temprano, salen a la luz, aunque lo queramos evitar a toda costa.
 ¿Tú crees?
 No lo creo. Estoy segura de ello.
 ¿Y cuál es tu secreto, Rachelle Williams?
 ¿Mi...mi secreto?
 Si...as dicho que todo el mundo tiene secretos. Cuéntame el tuyo.
 Si quieres que te diga la verdad, no lo sé. Desde que mi padre y mi hermana murieron, no soy la misma. No solo por el hecho de que ya no estén, si no por el hecho de como murieron...mi padre...fue encontrado a la semana...en cambio, a mi hermana nunca la encontraron...
 Vaya, si. Me tendría que haber callado. Recordar estas cosas nunca es bueno.
 Claro que no lo es.
 Y tus amigos...¿lo saben?
 No lo sabía nadie ajeno a la familia, hasta este momento.
 ¿Ni siquiera ellos?
 No soy capaz de contarselo...
 Y...entonces...¿por qué a mi sí?
 No lo sé...me das esa confianza que me dan las personas que han estado conmigo toda la vida – le confesé. En realidad, así me sentía – no entiendo por qué, pero así es. ¿No es extraño?
 Si, la verdad es que...sí.
 Es como, si ya te conociese... de antes, de mucho antes...
 Ajá...
 Pero... - le miré a los ojos sin saber como seguir, cuando noté como me sonrojaba, e intenté disimularlo con una falsa y corta carcajada – es una soberana tontería. No nos conocemos de nada, ¿verdad?
 Claro...claro que no...

Y nos volvimos a sumir en el eterno silencio de la noche.



Estaba tan hermosa cuando se reía, y más cuando un tímido rubor aparecía en sus mejillas. Sus penetrantes ojos azules brillaban como zafiros, y sus jugosos labios parecían estar fabricados de pequeños diamantes. Así que... todavía me recordaba, o por lo menos tenía la vaga sensación de recordarme. Así sería mucho mejor, de mi boca nunca podría salir nada que tuviese que ver con su pasado. Llevaba mucho tiempo buscándola, y no podía volver a perderla cuando por fin la había encontrado, no me lo perdonaría en la vida. Aún así, quería darle explicaciones a todo lo que le había pasado, se lo debía. Estaba sola en el mundo, aunque tuviese a sus amigos con ella, sabiendo que no la abandonarían, pero yo era la única persona que quería llenar el vacío que sentía por dentro, que nunca más se sintiese sola. Pero eso era imposible. Intentar algo así con Rachelle sería descubrirme, no solo a ella, si no a todos los que se encuentran a nuestro alrededor, y sería nuestro fin. Bajé la mirada por miedo a que pudiese leerme los pensamientos solo con mirarme a los ojos, y volví a clavarla en su pulsera.
 Bonita...esclava. ¿Es tuya?
 No, pertenecía, bueno...a mi hermana Abi. Nunca se la había visto, pero deduzco que era suya. La encontré esta mañana enganchada a su diario.
 ¿Conservas su diario?
 Si, aunque... nunca me atreví a abrirlo siquiera. Eran sus secretos, nunca sería capaz de leer algo así, aunque solo fuese por respeto.
 Eso...está bien.
 No. No lo está. Estoy segura de que tu tienes otros tantos problemas, pero me gustaría estar en tu lugar.
 Rachelle, te aseguro que no.
 Y yo te aseguro que si, Alex. Me siento tan sola. Y ya no se en quien confiar. La gente cree que ya me curé de las heridas del pasado. Pero cada vez estoy peor. Y la gente no puede comprenderme porque no está en mi situación. Todos tienen padres, hermanos, una familia que le espera fuera de estas cuatro paredes, a los que van a ver cuando tengan vacaciones de navidad, de verano, o incluso por su cumpleaños. Dormirán en su cálida cama y estarán tranquilos, sabiendo que todo lo que tienen no va a desaparecer de un día a otro. Pero yo no puedo siquiera tener esas ilusiones – Sin poder evitarlo, una empezó a caer una lágrima tras otra por su rostro – y nunca podré volver a tenerlas. Lo único que tengo es tanto miedo y dolor.

Aquellas lágrimas se habían convertido en un llanto tan rápidamente... y yo la comprendía tan bien... todo el dolor que sentía ella lo sentía yo por dentro, y con solo verla llorar se me rompía el corazón. Finalmente, acabó echándose a mis brazos, y yo acabé acunándole como había hecho hace tiempo, como un padre hace con su hija para calmarle y decirle que todo va a salir bien. La diferencia estaba en que, eso ya nunca podría ir a mejor.

domingo, 23 de mayo de 2010

Reflejos del Pasado: Capítulo 6

No sé ni como, pero ese chico siempre conseguía dejarme perpleja. Nada más irse después de la pelea, Mal y yo nos habíamos quedado mirando con la boca abierta, realmente sorprendidos de lo que había pasado. ¿Cómo era posible que después de todos los golpes que se habían dado Alexander no tuviese ni un solo moretón? No conseguía explicarlo. Primero lo de las noticias, después esto... Sin duda, era un chico raro, pero tan guapo... No, no podía pensar en eso. Es cierto que me atraía más que ningún chico que hubiese conocido antes pero... no se podía decir que me hubiese contestado de muy buenas maneras cuando me preocupé por él. Por fin sonó el timbre que anunciaba el fin del recreo. Y encima me tocaba biología, sola, sin ninguno de mis amigos con el que pudiese desahogarme sobre lo ocurrido. Llegué hasta el banco donde había dejado mis cosas, recogí el bolso y me dirigí a clase. El aula de biología se encontraba en el ala más lejana del internado, así que tuve que recorrer un buen trecho del camino yo sola, intentando atajar por una parte del patio. Aquello estaba totalmente desierto, no había una sola alma alrededor. Aún así, el viento no paraba de soplar y no hacían más que oírse ruidos cerca de mí. Me giré varias veces para ver si alguien me seguía pero, desilusionada, me volvía a girar al frente. Seguía sola. Así qué apresuré el paso hasta que por fín entré en el edificio y llegué a la puerta del aula. La clase de biología era una pequeña habitación, muy soleada incluso en los días de lluvia. El aula esta dividida en dos filas, cada una compuesta por cuatro mesas dobles que estaban siendo ocupadas por alumnos de mi mismo curso. A mi izquierda se encontraba la mesas del profesor, la pizarra y un pequeño armario, y a mi derecha, al fondo del todo, una estantería llena de libros e incluso de plantas y pequeños animales disecados. Respiré hondo y me dirigí a la única mesa que estaba ya vacía, al final del todo de la fila más próxima a la puerta. Esperaba que estuviese así toda la hora, sin ningún compañero, para así poder pensar mejor en lo ocurrido. Pero esa esperanza poco duró, debido a que una voz llegó hasta la célula más pequeña de todo mi ser, haciéndome estremecer, poniendo mis pelos de punta. Era la voz más dulce y, al tiempo, la más amigable, despreocupada, sensual, e incluso fiera que había llegado hasta mis oídos nunca. Giré la nuca de golpe, un poco aturdida, pero lo que vi me impactó aún más.
- Hola, está libre este sitio?
- ¿Qué...?
Y entonces, ahí estaba. Otra vez. Alexander. Y aquí estaba yo, tartamudeando de nuevo como si fuese estúpida.
- Qué sí está libre este sitio, es que...no hay más.
- Si. claro...siéntate - dije, fingiendo la mayor indiferencia que pude.
- Gracias.
- De nada...
Y entonces, me volvió a deslumbrar con una de sus grandes sonrisas. Ahí ya me derrumbé.
- Oye...
- ¿Sí? - dije yo, intentando no parecer muy interesada en lo que me iba a decir.
- Siento...lo de esta mañana, en el patio. No...debí hablarte así. Porqué eras tu la qué estuvo en la pelea, ¿verdad?
- Sí, era...era yo.
- Pues, perdóname, de verdad. Estaba cabreado y... se me cruzaron los cables, aunque eso no fue excusas para tratarte de esa manera.
- No pasa nada, lo comprendo - esbocé la sonrisa más grande que pude - Drake siempre pone de los nervios a todo el mundo. Es un niñato creído y consentido.
- Bueno pues...la verdad es que tendría que haber empezado presentándome, soy Alexander Morgan.
- Encantada, soy Rachelle, Rachelle Williams para ser exactos.
- Bonito nombre...para una chica bonita.
- Vaya...gra-gra-gracias... - ¡Mierda! ¿Otra vez tartamudeando?Tierra trágame... - pero..no-es, no es...para tanto...
- ¿Es que no te fías de mí? - noté sus ojos clavados en mí -
- Mentir no es la mejor forma de entablar conversación.
Concluí de esta manera la pequeña charla que habíamos tenido, yo con leve rubor y el con una pícara sonrisa, puesto que entró el Señor Brown, nuestro profesor de biología. Dejó su maletín encima de la mesa del profesor, se colocó las gafas, y, sin siquiera avisar, empezó a explicar un nuevo tema. El Señor Brown era el típico inglés: siempre iba bien arreglado, muy disciplinado, pero al tiempo, pasaba de quién no le hiciese caso. Ni siquiera se molestaba en echarle de la clase. A menos que molestases enormemente a tus compañeros, como si te dormías en la clase, él nunca ponía pegas. Y yo, como siempre, también me dediqué a pasar. Solo atendía cuando tenía que copiar apuntes. Por una vez, me iba a servir de algo que Alexander se hubiese sentado conmigo.
- Bueno y...entonces no eres de por aquí, ¿no?
- No...la verdad es que no...no exactamente...
- Ahhmm...interesante...
- ¿Sí, verdad? - bromeó, con una gran sonrisa burlona. Tenía unos dientes perfectos - La verdad es que viví en Nueva York mucho tiempo. Pero...bueno...me mudé de ciudad, y aquí estoy de nuevo. ¿Y tú? Cuéntame algo sobre ti...
- Bueno...por donde empezar...
No sabía si contarle lo de mis padres o no, porque, aunque para mi era prácticamente un completo desconocido...sentía como si le conociese de siempre... me daba esa seguridad de saber que podía contar con él. Y, sin darme cuenta, las palabras salieron de mi boca en tropel, sin poder pararlas, y contando aún más y más de mi corta pero deprimente vida. Y él parecía comprender, comprender mi dolor, comprender mi pérdida... comprenderme a mí. Al parecer, él también había quedado huérfano, y solo tenía a sus abuelos paternos, los cuáles no le podían cuidar, así que le habían mandado a este internado.
Tan rápido como empezó, terminó la clase. Solo nos quedaba la hora de Educación Física, y, según parecía, también coincidía con Alex en aquella hora. Rápidamente entablamos amistad, mientras él se sorprendía de que se me diese tan bien el baloncesto como pegar a Drake con el balón en la cara cuando se pasaba de la raya.
- Vaya, no sabía que fueses tan buena en los deportes. No pareces una chica...
- ¿Sana?¿Activa?
- No. Violenta - terminó de decir Alex. Por fin habían terminado las clases del primer día y ahora nos dirigíamos hacia el patio para encontrarnos a los demás, justo a la hora de comer.
- ¡Ehhhh!¡Yo no soy violenta!
- ¡Sí que lo eres! ¡¿Pero tú has visto como as atizado al chulo ese?!
- Te recuerdo que está mañana os habéis peleado y no tienes ni una sola herida.
- Es que...yo soy corpulento...
- Sí, ya...claro... - solo le pegué un pequeño puñetazo en el brazo para hacer que se quejase - ¿Qué?¿Tan corpulento eres?
Y mientras no hacíamos bromas, ni siquiera fui capaz de fijarme en que Page y Mal se encontraba dos bancos más atrás, y que lo estaban viendo todo, puesto que cuando llegamos a donde se encontraban, Mal se fue, receloso, y Alex rechazó mi invitación de venir a comer con nosotros. Y de este modo, el chico me volvió a dejar perpleja por tercera vez en dos días.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Reflejos del Pasado: Capítulo 5


La hora siguiente fue tan aburrida como todas las anteriores, aunque, siendo el primer día de clase, era normal. Tampoco es que estuviésemos muy atentos, puesto que Mal, que se sentaba justo delante mía, y yo, estábamos todo el rato tirándonos bolas de papel y cotilleando sobre nuestros compañeros, en especial sobre Mel y su grupo de pijas estúpidas. Se rumoreaba que en verano había estado saliendo con Drake.
Y hablando de Drake...no hicimos más que salir de clase, cuando teníamos tiempo libre, cuando le vimos metiéndose con el chico nuevo. Sin siquiera darme cuenta, me enfurecí tanto que me estaba dirigiendo hacia Drake para defender al joven de ojos verdes, pero Mal me sujetó.
- Estate quieta por una vez, ¿quieres? El chico se puede defender solo -¡le saca tres cuerpos y dos cabezas!- y serás la única que acabe mal como vayas allí.
Intenté tranquilizarme, sin éxito alguno, pero dejé de forcejear contra mi amigo para que me soltase. Desde la distancia donde estábamkos se oía a la perfección todas las bromas pesadas que el idiota de Drake le gastaba al chico. Pero él estaba tan tranquilo, como si no pasase nada, como si estuviese acostumbrado, y solamente parecía que tuviese el rostro ligeramente crispado, pero sin alterarse demasiado y sin contestarle. "¿Era siempre tan educado y civilizado?", me pregunté yo, cuando, de repente, dejé de notar las manos de Mal sujetándome: había ido a defender al chico. Y yo no me lo pensé dos veces y corrí detrás suyo, pero para cuando llegué Malcolm ya había conseguido que el estúpido de Drake parase. Y como la gente se empezaba a arremolinar a nuestro alrededor haciendo un corrillo, una voz familiar me pilló de improviso.
- ¿Qué está pasando aquí, Rachelle?
- ¿Qué diablos...? - solté, mientras giraba sobre los talones para ver quién me había asustado - ¡Page!¿Qué haces aquí?
- He venido a buscarte, como siempre. Tenemos tiempo libre, ¿recuerdas? - concluyó, con aire de superioridad, señalando el reloj y con expresión cansada - ¿Qué ha pasado aquí? - repitió.
Vacilé unos momentos y tomé aire, dispuesta a contestarla.

- Problemas con Drake... - resoplé.


- Siempre Drake. ¿Por qué creo que ya se ha metido con alguien?


- No hace falta ser un genio para saber eso.


- ¿Contra quién se ha revuelto esta vez? - preguntó Page, bufando.


- Contra el nuevo ... - concluyó Mandy, la cuál había aparecido detrás mía.


- Estúpido...


- Y tanto, me he tendido que esperar a que Malcolm le calmsae para poder salir de la clase. ¡La puerta estaba taponada con tanta gente mirando! - exclamó Mandy.


- Bueno, aquí ya no pintamos nada...vámonos fuera, ¿queréis?


- Sí claro, será lo mejor...


Compré una bolsa de patatas justo antes de bajarnos al gran patio que había en el internado. Desde el banco donde nos encontrabamos sentadas se podía distinguir todo con total percepción. El nuevo se encontraba en una de las mesas cercanas, solo, mirando a lo lejos.


- Se llama Alexnader, y viene de Los Ángeles - comentó Mandy.


-¿Qué...? - me giré de golpe hacia ella.


- Te has quedado embobada mirándole - siguió Page, como quién no quiere la cosa.


- Solo faltaba que se te cayese la baba.


- Es que...antes nos hemos cruzado y...


- ¿Y?


- Pues...que ahora vengo, chicas.


- Pero...¡Rachelle!


Pero yo ya no las oía. Me había levantadad y ahora me dirigía hacia donde se encontraba Alexander, cuando de repente se repitió lo que había ocurrido anteriormente en el pasillo, como si fuese un flashback. Me paré en seco cuando Drake llegó hasta la posición de Alexander, otra vez a molestarle. Este se levantó, mirándole de arriba a abajo. Malcolm tenía razón: el chico le sacaba dos cabezas por lo menos. Drake parecía estar burlándose de él, y Alexander parecía estar cabreado: estaba cerrando su mano en un puño. La gente volvía a hacer un corro alrededor de los muchachos. Drake había cambiado de estrategia: ahora no paraba de reírse ni de empujar a Alexander, pero este seguía tranquilo.


Fui acercándome más, preocupada por que se pegasen, y me hice paso entre la gente hasta llegar al interior del círculo que se había formado. Alexander cada vez estaba más irritado. Drake cada vez más chulo. La gente simplemente estaba animando para que hubiese pelea. Y la hubo. Drake le pegó un puñetazo a Alexander, y, a partir de ahí, todo fue un mar de golpes, gente y gritos. Vi a Mal en el otro extremo, haciéndose hueco entre la gente para llegar al meollo del problema para sujertar a Drake, mientras yo intentaba separarlos a los dos. No paraba de gritar que parasen, pero el ruido de la multitud enfurecida ahogaba mis palabras. Eso parecía una lucha en un cuadrilatero, y aunque, todo el mundo apostaba que el boxeador ganador podía ser Drake, estaban equivocados. Lo primero que vimos cuando conseguimos separarlos fue a el idiota de turno sangrando de la boca, y, en cambio, Alexander solo estaba ligeramente despeinado."¿Te encuentras bien?", no hacía más que preguntarle al muchacho, pero este solo hacía muecas y se apartaba violentamente de mí.


Poco a poco, la masa de gente fue desapareciendo hasta que solo nos encontramos allí Alexander, Malcolm y yo.


- Chaval...¿te encuentras bien? - le preguntó Mal, con aire de preocupación.


- Si, perfectamente...gracias...


Y acto seguido él también desapareció del patio.

viernes, 16 de abril de 2010

Sombras del Pasado: Capítulo 4


- No te vas a creer a quién acabo de ver en el pasillo.

- ¿¡A quién!?¡Page contéstame de una maldita vez!


Y en ves de contestar, empezó a mirar hacia todos lados, como si estuviese vigilando, o hubiese pillado a alguien espiándonos, aunque no sería necesario, sus gritos se habían oído en medio corredor y la gente que pasaba por ahí nos miraba como si estuviéramos locas. Después, me apartó de en medio, empujándome contra una pared lejos de la multitud, como si lo que me fuese a contar fuese un secreto.


- ¿Te acuerdas del chico de ayer?¿El que salió corriendo del Grill? - me miró con cara sospechosa.
- Si, ¿por?
- Por que está en mi clase de matemáticas.
- ¿¡QUÉEEEEEEE!?
- Lo que oyes...¡y no chilles!
- Pero...pero...¡pero es imposible!
- No, no lo es, ¡y te estoy diciendo que bajes la voz...!
- No me digas que baje la voz por que me es imposible, ¡y tú también estás chillando!
- Si, pero Mel está cerca y no querrás que se entere de que hay un nuevo pivón por aqui, ¿verdad?
- Umm.... - reflexioné medio segundo antes de decidirme - pues no, la verdad.
- Ya me lo temía...pues, entonces, escucha. He podido cotillear un poco su horario de clases, aunque lo único que sé es que ahora tiene Historia.
- Con Mandy, ¿no?
- Si, exacto, ya la he dicho que intente copiar su horario de clases. Te será...imprescindible para seguirle de cerca.
- No lo sabes tu bien - volví a mirar a Page como había hecho en el Grill la noche anterior, con expresión cazadora, justo antes de reírnos y buscar nuestra siguiente clase.

Pero no pasó mucho tiempo desde que me despedí de Page cuando pasé por una esquina y choqué con algo...o con alguien, y...todas mis cosas al suelo. Genial.
Y no hice más que bajar al suelo a recogerlo todo cuando me di un cabezazo contra la otra persona.


- ¡Ay!
- Ups...lo siento, ha sido culpa mía, no había mirado y...lo siento de veras, espera que te ayude a recoger las cosas...
- No pasa nada, en serio, mea culpa, yo tampoco había mirado.

Y cuando volví a alzar la cabeza me encontré con la persona más perfecta del mundo y, si cabía, del universo entero. Se trataba de él. Del chico del Grill, el que desapareció misteriosamente. Me quedé realmente sorprendida, ya que ni siquiera me enteré de cuando me volvió a dirigir la palabra.

- Toma, creo...que esto es tuyo... - me dijo con otra de sus brillantes sonrisas. Estaba mirándome tan fijamente como yo a él, o, puede que fijamente no fuese el término exacto, si no, que estaba en la luna.
- Gra...gra-cias - tartamudeé, tardando un siglo en contestarle.
- No hay de que - volvió a sonreír -, y, a la próxima, cuidado con las esquinas.

El chico se fue sin volverse atrás una sola vez, y yo contemplé como se iba, como una tonta. Así que, después de todo, Page tenía razón y no se lo había inventado, o se lo había imaginado, que era peor aún. Me puse otra vez en camino cuando, esta vez, me encontré a mi amigo Mal, mi mejor amigo...el mejor que podías tener en el mundo entero.

- ¡Maaaaaaaaaaalcolm.............! - grité, corriendo en su dirección en cuanto le vi, tan rápido que cuando le abracé casi le tiro, incluso si se hubiese preparado me podía haber cogido en brazos.
- ¿¡Rachelleeeee!?¿Eres tu?
- ¡Si bobo!, ¿quién iba a ser si no? - le contesté, abrazándolo más fuerte si era posible.
- Es que...¡estás tan cambiada!... - señaló, mirándome de arriba a abajo cuando le solté, como en si echase en falta algo, sintiendo nostalgia por los viejos tiempos.
- Bueno, la gente cambia, y creo que este año he madurado y todo, mira tu por dónde - dije divertida, con mi mejor sonrisa.
- ¿Tú?¿Madurar? No conoces la existencia de esa palabra ja ja.
- Claro que la conozco, lo que pasa es que no está dentro de mi diccionario habitualmente.
- Sí, sí...lo que tu digas, ¿vamos a clase?
- ¡Claro! ¿Qué tienes ahora?
- Matemáticas.
- Entonces te vienes conmigo.
- ¡Genial!
- Si, desde luego. Me alegro de volver a verte Mal, te he echado mucho de menos - volví a decirle mientras nos dirigíamos a la clase juntos.
- Te dije que te vinieses en agosto a mi casa del campo, hay suficientes habitaciones y mis padres te adoran.
- Sé que tus padres me adoran, pero no quiero ser un estorbo.
- ¡Tú nunca estorbas!
- Ya claro... - esbocé una sonrisa para concluir con el tema, y entramos en clase.



jueves, 15 de abril de 2010

Sombras del Pasado: Capítulo 3


Eran las siete y media cuando por fin me encontraba subiendo las escaleras que conducían a la zona residencial del internado al terminar el desayuno. Justo antes de dirigirme a la habitación me pasé por secretaría para recoger mi horario de clases.

No había sido capaz de tomar algo más que un café y un donut, esa mañana no tenía mucho estómago para comidas más copiosas. Seguramente habría sido el sueño él que me había revuelto el estómago, y lo único que quería ahora era dormir. Cuando llegué a mi habitación Mandy y Page estaban terminando de arreglarse y cogiendo la bolsa con los libros de clase antes de bajar a desayunar. Si no se daban prisa...llegarían tarde.

Cuando por fin me quedé sola, empecé a rebuscar entre mis cajones, y encontré lo que buscaba: una foto de cuando era pequeña, con mi hermana mayor Abi y mi padre, el mismo año que desaparecieron. Abi era tan guapa, muchísimo mas guapa que yo: alta, castaña oscura y con flequillo, tenía unos preciosos ojos azules, no como los míos, si no mucho más vivos. Muy inteligente, le encantaba leer y era muy reservada. También escribía un diario, y muchas veces me contaba lo que escribía en él. Creo que por eso empecé a escribir en el blog. Me recordaba tanto a ella...

En cambio, mi padre, era totalmente diferente a ella. Con una sonrisa de oreja a oreja todos los días, aunque las cosas saliesen mal, nos intentaba llevar adelante a Abi y a mi, intentando que fuesemos una familia feliz. Para cuando yo tenía nueve años, él ya tenía unas pequeñas arrugas surcándole la piel de la frente, y su negra mata de pelo empezaba a perderse lentamente.

Acaricié suavemente el cristal de la foto antes de volver a guardarla en el cajón, cuando vi un destello plateado entre las hojas del diario de mi hermana. Nunca me había atrevido a abrirlo ni a leerlo, pero al revolver el cajón esa cosa metálica debió de caerse de entre las páginas. Con sumo cuidado, deposité la foto en su sitio y cogí el pequeño objeto con delicadeza. Era una pulsera de plata con diferentes enganches, con formas muy diversas. En la vida la había visto, y me extrañó mucho encontrarla. Tal vez se le había caído a Mandy o a Page, pero me pareció improbable. De repente, me di cuenta de la hora que era...¡las ocho menos cuarto! Ahora mismo tenía que colocar mi bolso con los libros correspondientes y buscar mi horario para encontrar la clase que tenía a primera hora. Corrí a buscar los libros y a guardarlos en mi bolso, pero aún así, para cuando había salido de la habitación eran menos cinco, y me quedaba recorrer toda la zona residencial y llegar a las clases.

Llegué por los pelos, y, la verdad, es que la primera clase pasó tan aburrida como era costumbre en física, por que, además de que la profesora era un auténtico pelmazo, también se dedicó a recibirnos "amablemente" y comentarnos como iba a ir el curso, como de costumbre. Y, también como de costumbre, yo saqué mi cuaderno de dibujo y me puse a dibujar pequeños paisajes. Total, la hiciese caso como si no, no me enteraría de nada y prefería estudiarlo por mi cuenta.

Acababa de sonar el timbre que indicaba la entrada al nuevo curso y el final de la primera hora cuando todo el mundo salió de la clase de la Srta. Jones en avalancha, y estuvieron a punto de atropellarme unos muchachos de la última fila. No había hecho nada más que llegar al marco de la puerta cuando vi aparecer a Page corriendo en mi dirección como desesperada.

- ¡Page, Page! Para el carro, ¿quieres?

- ¡NO!¡No quiero, ni puedo tampoco!

- ¿Pero que te pasa? - pregunté mientras intentaba tranqilizarla sujetándola de los hombros como podía; no paraba de moverse de un lado a otro.

- ¡Vas a flipar...!

- ¿¡Pero con qué!? ¿¡Me lo quieres contar de una vez Page!?

- No te vas a creer a quién acabó de ver en el pasillo.

domingo, 4 de abril de 2010

Sombras del Pasado: Capítulo 2


Negro. Todo negro. No había una sola mota de luz o de claridad en aquel lugar. Cuando me di cuenta de que estaba despierta eran las cinco de la mañana. Genial. Otra vez uno de aquellos horribles sueños. Sé que no era una pesadilla, se diferenciarlo, y esto no era como un sueño normal. Tenía sensaciones, sensaciones extrañas, únicas. Desagradables. Eran imágenes, escenas de mi vida, o de la vida de otras personas. A veces eran del pasado, otras del futuro. La mayoría eran sobre cosas futuras. Eran como premoniciones, aunqe muchas veces no ocurrían, y, la verdad, es que no se por que me pasaba. Por eso no solía hacerlas caso. Eran molestas, me impedían volver a conciliar el sueño, y a veces me dolía tanto la cabeza que me tenía que quedar en la cama. Las chicas lo sabían pero...a veces no me tomaban en serio, y cada vez que eso pasaba me sentía molesta, no sabía a quien más recurrir. Si por lo menos Malcolm...no. Imposible. Malcolm no puede llegar a saber estas cosas JAMÁS. Si se enterase, me tomaría por loca, aunque seguramente llevase razón.

Me levanté con cuidado de la cama. No quería hacer ruido, y mucho menos despertar a mis amigas. Solo les quedaba una hora de sueño y me matarían. Por suerte, mis ojos ya se habían habituado a la oscuridad reinante, y no me costó llegar hasta el pequeño saloncito de nuestra habitación, donde teníamos un pórtatil. Lo encendí, me puse los cascos y descargué la música de mi mp3 mientras abría mi blog y empezaba a escribir. Era como mi pequeño diario. Ahí decía todo: lo que me pasaba, lo que sentía...todo. Era como un borrador de mi minúsculo cerebro, como si no quisiese que se me borrasen los recuerdos, como unacopia de seguridad. Incluso contaba mis sueños. Ups,canción nueva, My Life Would Suck Without You, de Kelly Clarkson. No pegaba mucho con mi estado de ánimo en estos momentos, pero siempre era agradable oír algo de música suave cuando lo que más te apetece es chillar. Poco a poco, fue saliendo el sol, y la mañana se fue aclarando lentamente. Decidida a empezar un nuevo día, apagué el ordenador y me preparé la ropa que pensaba ponerme. Pitillos vaqueros negros, las nuevas sandalias de cuña que me habían regalado mis niñas favoritas, verdes muy oscuras, y dudaba entre una camiseta con estampado floral con escote o una de tirantes blanca con uno de esos mensajes en plan "bésame" o "muérdeme", o cualquier otro mensaje que se les ocurriese a los de los grandes almácenes. La verdad es que no quería parecer pija (odiaba a las pijas), y quería ir más en plan de "no-te-metas-conmigo-o-con-mis-amigas-porque-acabarás-mal-muy-mal". En cierto modo era yo la que ponía el orden entre los pupitres, las chicas no se juntaban conmigo por eso y muchos chicos me tenían miedo. Pero, por suerte, me tenían miedo los peores, los matones, excepto Drake. Se creía que por haberse liado una vez conmigo tenía derechos sobre mi. También era al que más odiaba, pero, que le vamos a hacer. Siempre ha estado en este internado y no creo que se fuese a ir para un año que le queda, aunque no se como nunca ha repetido curso. Dejando a un lado todas estas reflexiones, escogí la camiseta con el mensaje. Me vestí rápidamente, me di mi tradicional raya y añadí el reloj y el anillo de plato que me había dejado en herencia mi madre, justo antes de mirar mi figura en el espejo. Yo, Rachelle Williams, de diecisiete años, de estatura media, rubia clara y con ojos azules, parecía una chica decidida frente al espejo. Alguien que no se dejaba intimidar fácilmente por nadie, alguien fuerte. Exteriormente, era así, me había definido tal como los demás me veían. Pero, interiormente, todos esos cimientos que la gente creía que el tiempo había levantado estaban desmoronados, era totalmente diferente. Derrumbada por dentro, todos los días por las noches, antes de acostarme, pasaba un huracán a destruir toda la dureza que había mostrado durante el día entero. Era duro, pero era así. Sin padres ni familiares lo suficientemente cercanos como para que me acogiesen, mi tía había pagado todos estos años de internado para que creciese aquí. La pura verdad, y no tenía más remedio que aceptarla. Intentando apartar esos sentimientos de pena y culpabilidad, pensé en el efecto que hacían los zapatos con el conjunto que había elegido. "Mucho más estilizada, y como no, mucho más alta" me dije para mí misma. Era delgada, pero así lo parecía mucho más. La camiseta adelgazaba mucho y el ir más alta delo normal también. Nunca llevaba tacones a clase, solo cuando salía, y no estaba acostumbrada, pero las chicas me matarían. Con todo esto, me dieron casi las seis, así que tomé mi cazadora vaquera en mano, dejé una nota en mi cama y salí de mi habitación sin dar un portazo, justo antes de bajar unas escaleras que me llevarían al otro lado del área residencial. Cuanto antes llegase, más tiempo tendría para desayunar con calma.





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No me hizo falta ninguna alarma ni nada por el estilo para despertarme. Mi cuerpo estaba tan acostumbrado a madrugar que el solo funcionaba como un reloj. Las seis de la mañana. Me iba a sobrar tiempo antes de que empezasen las clases si no iba a bajar a desayunar, ya estaba lo suficientemente saciado de la noche anterior.


No tenía que buscar mucho sobre que me iba a poner: sudadera negra, vaqueros, y deportivas negras, como siempre. El pelo bien colocado, como siempre también, y, como no, mis gafas de sol. La verdad, es que, para que mentir, siempre iba informal, pero al tiempo elegante. Eso era lo que había aprendido a ser después de tanto tiempo practicando.


Solo me faltaba un pequeño detalle. El largo colgante de agatha de fuego, imprescindible para mí. Por último, me decidí a bajar. Si no desayunaba, por lo menos haría un pequeño recorrido turístico por el internado, ya que no conocía nada de nada, y también tenía que pasar por secretaría para mi horario de clases.


Ya era hora de empezar el curso, y yo, sería una persona totalmente nueva.






PD: pues nada, que este capitulo esta escrito para alguien en especial.
Bellieta, te dedico esta entrada con todo mi amor:


Elenea (paridas nuestras, sin importancia, pero lo prometido es deuda xDDD)

viernes, 2 de abril de 2010

Sombras del Pasado: Capítulo 1




Aquel chico me miró de arriba a abajo, como sorprendido, como si me conociese. Tal vez...tal vez había venido por aquí mas veces y me había visto. Aún así, sus facciones se mostraron serenas.


  • ¿Qué desea tomar?

  • Me...me gustaría – me contesto, mientras miraba la pequeña carta que tenía delante – un café, si, un café. Un expresso doble por favor.

  • Está bien. ¿Algo más? - dije con mi mejor sonrisa, que el joven me devolvió.

  • Si...ponme...ponme...una cerveza. Si quieres mi carnet...

  • No hace falta...me fio de ti.

Y entonces me devolvió la sonrisa más deslumbrante que había visto en toda mi vida. Y entonces creí que realmente alguien había enviado a un ángel a conocerme, puesto que me quedé con la boca abierta, incapaz de pronunciar palabra.


Y entonces...alguien puso la televisión. Y aparecieron las noticias. El apuesto chico dejó de mirarme y desvió la mirada hacia lo que estaban echando. Había habido un accidente de coche en una carretera cercana. Las dos personas, dos chicas, que iban en el coche, habían muerto, era casi seguro. Pero no se habían encontrado los cadáveres. Demasiado raro, dije para mis adentros. Y no debí ser la única en pensarlo, puesto que el joven no se lo pensó dos veces y, disculpándose, salió disparado del Grill.


Y yo, me volví a quedar con la boca abierta. No sé que había pasado por allí. Me sentía como si hubiese pasado un huracán y solo me hubiese dejado a mi en su sitio. No, espera...como si hubiese dejado todo en su sitio, menos a mi. Y aquel huracán se había tratado del chico.


Page y Mandy me tuvieron que zarandear varias veces para que pudiese coger una buena bocanada de aire y respirase de una vez. Me había quedado tan sorprendida, que era incapaz de moverme.



  • ¿Rachelle...?¿Estás bien? - me preguntaba Mandy.

  • ¡Respira! - decía Page.

  • Si, estoy...¿bien? No sé...no sé como estoy.

  • ¿Qué ha pasado...con el chico?¡Ha salido corriendo!

  • Si...¡lo sé! Lo que no sé es por que lo ha hecho...ha tenido una...respuesta extraña...en cuanto a la tele...

  • Si...demasiada extraña...Rachelle...¿qué hacemos?

  • Solo sé lo que no voy a hacer, y va a ser quedarme...¡¡¡Ryan...!!!

El interpelado tardó un rato en responder, pero ya sabía perfectamente que quería. No le quedó mas remedio que resignarse y aguantar los quince minutos más que casi le quito.


Era pleno verano, pero, sin embargo, hacía una noche fría. Antes de montarnos en el coche de Page, dimos un paseo. Sería nuestra última noche libre antes del último curso que estaríamos juntas. Necesitábamos esa noche, más que ninguna otra. Tres amigas juntas a la luz de la luna, sin nada que se interpusiese entre nosotras. Esa noche era mágica, era especial. Y ningún chico con aspecto de ángel pero con carácter extraño iba a impedirme disfrutar de esa noche. Tal vez ese chico no fuera para mi, pero...¿quién quiere a un hombre perfecto teniendo a Page y a Mandy contigo?


Yo, desde luego, no lo necesitaba.


















No. No era posible. Simplemente, no lo era. Y, simplemente, sabía que algo acabaría ocurriendo. Lo supe desde el primer momento que volví a plantar un pie aquí. A las afueras de Nueva York. Tuve cuidado, mucho cuidado, sabía que esto era peligroso, y que, si cometía un minúsculo fallo, todo se iría a la mierda. Aún así, había sido algo extraño. Un accidente en una carretera de los alrededores, se sospecha que las dos chicas están muertas, pero no están los cadáveres. Si, la verdad es que podría servir para encubrir a los asesinos, pero, también hay que decirlo, ha sido una forma extraña de hacerlo. Podían haber sido más cuidadosos y menos llamativos. Sobretodo, por que las dos chicas desaparecidas estaban estudiando en el mismo internado, el mismo internado donde me he matriculado yo este año, el mismo internado donde reside la persona que ha provocado mi regreso a este lugar. Sin pensarmelo dos veces, monté en el Audi TT que había en frente del Grill, donde estaba apoyado. Tenía que llegar esta noche a aquella extraña y misteriosa escuela.














El aire fresco que entraba por la ventanilla del coche de Page era relajante. Me hacía despejar la mente, olvidarme de los problemas y reflexionar sobre las cosas. La verdad es que no me gustaba tener que ir en coche con Mandy y Page, y menos de noche, debido al accidente que había salido en las noticias. Habría preferido volver en tren, como todos los demás días, pero, a estas alturas, tampoco me fiaba de nadie que no conociese, aunque poca gente nueva iría al internado.


Y ese chico... que extraño fue todo. Había algo raro incluso en su mirada, en la forma en la que me había mirado, como si lo hubiese hecho de forma maternal. El caso es que, lo mirase por donde lo mirase, no me lo había quitado todavía de la cabeza. Ni su boca, ni su pelo, ni sus ojos. Aquellos preciosos ojos... la verdad es que esa noche había sido mágica y especial, pero también extraña e inquietante. Decidí prestar atención a Page y dejar a un lado mis pensamientos cuando ella subió el volumen de su voz para que la hiciesemos caso.



  • Mirad chicas, ya casi hemos llegado. Mandy, mona, despierta un rato, que pareces un perezoso.

  • ¿Ya estamos aquí...?Con lo a gusto que estaba yo aquí tan tranquilita dormida... - replicó la interpelada.

  • Hombre...- señalé yo – si quieres quedarte aquí a dormir en vez de en tu cama...tu misma...

  • ¡No...!Venga vamos...supongo que el aire me despejará un poco...

  • Si, despéjate, por que antes de irnos a dormir, tenemos que darle a Rachelle unas cosillas...¿o ya no te acuerdas...?

  • ¡Es cierto...!Ya ni me acordaba...

  • ¿Qué...cosas...?Me dais miedo chicas...mucho miedo...

  • No te preocupes cariño...no es nada...raro...- añadió Page, poco antes de soltar una risotada...

Ya solo nos faltaba subir a nuestra habitación para que las chicas colocasen su equipaje y nos fuesemos a dormir. Las vacaciones habían terminado definitivamente. Y este curso en el internado nos depararía muchas sorpresas, estaba más que segura.

viernes, 19 de marzo de 2010

Sombras del Pasado: Prólogo

Por fin eran las cinco de la tarde. Mi turno iba a terminar ya y me podría ir de una vez del Grill. Las vacaciones de verano habían terminado, pero a mi no me importaba, aún así nunca salía del Internado donde vivía. Me iría a la habitación a terminar de colocar las cosas para el primer día de clase de último curso, y después me relajaría escribiendo en mi blog y tomando una taza de chocolate. Y me sentaría tan bien un buen baño...Pero una voz masculina y joven rompió mi burbuja, sacándome así de mi ensoñación.


    • Rachelle...esto...

    • ¿Qué quieres Ryan?

    • ¿...Te puedes hacer cargo de mi turno?

    • ¡¿QUÉ?!Pero...¿pero tú qué te has fumado?¿crees que me voy a tirar aquí dentro otras tres horas por lo menos para que te vayas tu por ahí?

    • Te pagaré, ¡te lo prometo!

    • ¿Ah si?¿Y cuanto si se puede saber?

    • Quince dolares.

    • Treinta.

    • No, quince.

    • Veinte y no bajo mas, o no hay trato.

    • Está bien...veinte...

    • Por hora.

    • ¿Que?¡Ni de coña!

    • Pues no hago tu turno.

    • ¡Rachelle nunca puedo contar contigo!Por favor...es que...he quedado con una chica ¡y si no llegaré tarde!

    • No haber quedado con ella, sabías que hoy tenías que trabajar. Que te espere fuera cuando termines.

    • ¡Es que no sabe que trabajo! No creo que saliese conmigo.

    • Ese es tu problema Ryan. Estoy harta de quedarme aquí horas y horas como para encima quedarme haciendo lo que deberías hacer tu. Me voy y no hay mas que hablar.

    • Ten amigas para esto...

    • Ryan...¿desde cuando me consideras tu amiga?¿Desde que me pides que te haga favores?

    • Está bien...pero si la chica se pira ha sido culpa tuya.

    • No me digas eso que me echaré a llorar... - concluí con sarcasmo y una sonrisa amarga. Que tengas un buen curso...


Ryan siempre estaba igual...que si puedes hacer mi turno, que si me puedes dar dinero, que si le dices al jefe que trabajo mucho...Excusas, excusas y mentiras. Y no lo aguantaba más. Bien, algo a mi favor...habían puesto algo de música...para despedirme de este antro. En realidad, trabajar aquí no estaba tan mal, buena gente, y, en cierto modo, buen sueldo para una chica de diecisiete años. Estaba guardando mi delantal cuando llegaron Page y Mandy, las chicas que nunca me habían abandonado desde que nos conocimos.


    • Bien...¿preparada para salir de aquí y empezar de nuevo las clases? - me preguntó Page, mientras me abrazaba y me saludaba después de un mes sin vernos.

    • ¡Desde luego! Ya os echaba de menos chicas...¡ven aquí Mandy! - dije, reuniendo a las dos en un fuerte abrazo – antes de irnos...¿queréis beber algo?

    • Si...¿por qué no? - comento Mandy – ya sabéis que yo no bebo pero...¡qué más da! Este es nuestro ultimo día de libertad mientras que estemos en ese internado, ¿no?

    • ¡Exacto! - siguió Page - ...¿tres cubatas y brindamos?


Las sonreí y me puse a buscar licores. El hecho de trabajar allí también era un alivio si eras menor de edad y te gustaba beber. Saqué una botella de ron y otra de coca-cola, y me dispuse a hacer los cubatas mientras contestaba impaciente a las preguntas de mis amigas.


    • Bueno y...¿qué tal el verano?¿Trabajando mucho?¿Algún chico por ahí escondido?

    • Jaja, no, ¡claro que no!Ningún chico, ni encontrado ni escondido. Sabéis que yo no quiero estar con nadie a menos que sea la persona perfecta para mi – les dije, sonriendo para mis adentros mientras les servía los cubatas -.

    • ¿El chico perfecto? Venga Rachelle, no caerá esa breva! - dijo Page, sin parar de reír - ¡Sabemos que eso no es cierto! Lo que pasa es que no sabes ligar.

    • Por que tu lo digas, ¿no? Claro que sé, pero es que todavía no he escogido a mi presa.

    • Si, claro...

    • ¡Pues claro! Yo me acerco a los chicos...y si veo que no es nada en especial...les dejo marchar.

    • ¿Como a Malcolm?

    • Malcolm...es un caso a parte, chicas. Ya lo sabéis.

    • Anda que...para un tío que te tira los tejos y tu pasas de él...

    • No paso de él...pero....Malcolm es mi amigo, nunca me gustó, y no sería capaz de salir con una persona solo por que ella quisiese.

    • Vale...y una última persona....Drake.

    • ¿Qué? No me habléis de ese niñato creído, por favor.

    • Te liaste con él.

    • ¡Hace años! ¡Si incluso estaba en el grupito de Mel! Y me gustaba solo por que era el chico popular y guapo, aunque fuese un capullo. Y dejemos de hablar de chicos, por favor, a menos que vayáis a hablar de vuestros ligues, en cuyo caso no os haré ni caso.


Estábamos brindando cuando un apuesto joven entró al bar. Dios. Era increíblemente guapo, como ningún otro que hubiese visto antes. Pelo castaño oscuro, ojos verdes, pálido de piel y nariz recta. Además era alto, muy alto, y tenía tal figura que incluso llevando ropa andrajosa estaría hermoso.


    • Vaya vaya...parece que por fin Rachelle ha elegido a su presa...ñaam...... - le dijo Mandy en voz baja a Page, y las dos rieron, aunque parecía que a mí no me importaba. Todavía tenía la vista fija en aquel chico tan guapísimo que acababa de sentarse en una mesa - ¡Ataca Rachelle, ataca!

    • ¿Está Ryan por ahí, chicas?

    • ¿Qué...Ry...Ryan?¿Para que le quieres?

    • Para nada en especial...esperad un momento, ahora vengo – no le tuve que buscar mucho, puesto que estaba en la cocina – Ryan, ¿puedo hablar contigo?

    • ¿Ahora que quieres Rachelle?

    • Emm...me quedo quince minutos más y tu te vas quince minutos antes, ¿qué te parece?

    • Es muy poco tiempo...

    • ¿Lo tomas o lo dejas?

    • ¡Lo tomo, lo tomo! ¿Cuanto dinero quieres?No abuses que no tengo mucho.

    • Nada...no...no te preocupes por el dinero.

    • ¿En serio?

    • Si, en serio.

    • Y...¿a que se debe este cambio de idea?

    • No preguntes, solo déjame como cliente a aquel chico que se acaba de sentar, ¿entendido?

    • Vaya...la leona ya ha elegido a su presa...

    • ¿Queréis dejar de decir todos eso?

    • Si, si claro...como usted mande... - volví a pasar por la barra, me cogí el delantal y simplemente les guiñé un ojo a las chicas, justo antes de dirigirme hacia el chico – Hola, buenas tardes, ¿Que desea tomar?

jueves, 9 de septiembre de 2010

Reflejos del Pasado: Capitulo 9

Despues de dar miles de vueltas alrededor del campus entero, el cual estaba infestado de estudiantes, encontré a Alexander en las gradas del campo de futbol. Estaba mirando atentamente como los chicos del equipo del año pasado entrenaban para las pruebas de acceso de este curso, y no se dio cuenta de que me encontraba a su lado hasta que le salude.
- Estan entrenando para las pruebas de este año, ¿verdad? – le pregunte como quien no quiere la cosa.
- Si, eso…creo.
- No te he visto por el comedor…
- Ya…es que…no tenia hambre – contesto mientras me inspeccionaba de arriba abajo – creo que me voy a presentar a las pruebas.
- Vaya, no sabia que te gustase el futbol y que se te diese bien.
- Estuve en el equipo de mi instituto hace un par de años. ¿Tu no haces ninguna actividad extraescolar?
- Estuve un tiempo en el equipo de animadoras – respondi, despues de un rato meditando la respuesta. Alex todavia seguia escudriñandome – hasta que Mel y yo peleamos.
- Es decir…¿Qué ya no estas?
- No. Lo deje…no era lo mio.
- Vaya… me habria gustado verte – por fin desvio la mirada y la volvio a clavar en el campo.
- Creeme…no te habria gustado.

Y de repente, Alex volvio a mirarme, un tanto extrañado, pero lo que me dijo me dejo aun mas atonita que su mirada.

- ¿Por qué tienes tan poca fe en ti misma?
- Per…¿Perdon?
- Si, quiero decir. Nos conocemos desde ayer, y ya me has negado varias veces que eres guapa y que eres buena en algo. ¿Eres asi siempre?

Vaya. Aquello si que me sorprendio, y mucho. No me habia esperado que me dijese eso, no tenia sentido. Nadie me lo habia dicho antes, ni siquiera creia que lo pensasen, pero entonces me di cuenta de que tenia razon. Siempre tan cerrada, no me gustaba fardar de nada, fuese verdad o fuese mentira, y, Alex, sin conocerme, se habia dado cuenta antes que nadie, incluso antes que yo. Me quede con la boca abierta, sin saber que decir, antes de que el volviese a girarse a mirar los entrenamientos, y siguio hablando, como si mentalmente se hubiese contestado la pregunta que me acababa de hacer.

- Creo que me voy a apuntar al equipo – repitió.
- ¿En serio?
- Si, ¿Por qué no? – dijo burlon.
- No…por nada. Solo te dire que todos los años ha estado dificil entrar. Siempre entran los mismos cada año, nunca nadie nuevo.
- Este año sera diferente, te lo digo yo.

Y con todo esto, se fue.

-

Era media tarde, y el cielo se encontraba nublado debido a la lluvia que habia caido al mediodia. Me encontraba jugando en un columpio. Mis rubias trenzas se movian al viento energicamente, para adelante y para atrás, cuando de repente entro mi hermana en el jardin de casa. Según me habia dicho por la mañana, habia ido a una especie de mercadillo que habian puesto en la manzana. Abi estaba tan mayor…hacia poco que habia cumplido los catorce años, y estaba guapisima. Se estaba dejando el pelo largo, y tenia flequillo recto desde hace dos semanas como mucho. La camiseta de tirantes azul que llevaba conjuntaba con sus grandes ojos, y tenia una gran sonrisa cuando la abrace nada mas entrar por la verja del jardin. Despues me enseño una bolsita de plastico con todo lo que habia comprado: figuritas para su cuarto, unos pendientes, un colgante con una piedra de un extraño color, y por ultimo, una extraña pulserita de plata que llevaba varios enganches.
- Mira, ¿ves bien estas tres figuritas que cuelgan de la pulsera?
- Si – dije yo, con mi habitual voz infantil -. ¿Qué son?
- Son simbolos tribales. Me lo ha dicho el chico que las vendia, pero a mi me la ha regalado porque decia que era una chica bonita.
- Ese hombre tenia razon hermanita – replique yo, con una amplia sonrisa -. Pero…¿Para que son esos simbolos?
- Ese hombre me ha dicho que era una pulsera de los deseos. Solo puedes pedir tres, pero se te conceden. Y he querido cederte un deseo. Un deseo que pidamos las dos. Yo ya he pedido uno.
- ¿Ah si?¿Y cual ha sido?

De repente, el semblante de Abi se endurecio mucho, como si hubiese dicho algo malo o algo prohibido…otra vez. Ultimamente no hacia mas que ponerme esa cara, como si fuese un sobreaviso de que iba a amenazarme con algo.

- No te lo voy a decir, y como se te escape una sola cosa de todo lo que te cuento, te matare, Rachelle – de pronto, su cara volvio a cambiar, y una gran sonrisa se ensacho por su cara otra vez -. Venga, ahora pidamos el deseo.


Desperte con un grito ahogado y sudando de una manera bestial en mi cama, en el internado. Según el despertador eran las tres de la mañana, y mis amigas seguian durmiendo. ¿¡Que rayos habia sido eso?! Una pesadilla. Habia sido una pesadilla, no cabia duda, pero habia sido tan real como si hubiese estado realmente alli. Habia sido uno de esos extraños sueños, pues habia notado todo tal y como lo habia notado: el olor a lluvia, el abrazo que le habia dado a Abi, el tacto de la plata fria y dura al rozarse con mis dedos… el miedo que le habia tenido a mi hermana.
No era posible, simplemente, no podia serlo. Eso nunca habia pasado, no recordaba nada parecido. Podia haber sido simplemente un sueño, pero sabia que no era asi. Eso habia ocurrido realmente, no se en que momento de mi vida, pero esa escena que acababa de ser representada en mi cabeza habia tenido lugar con anterioridad en la realidad. Lo sabia por todas las sensaciones que habia tenido. Habia sido… real. Y lo malo es que no sabia cuando habia pasado todo eso. De repente, un detalle me vino a la cabeza. La pulsera, la habia distinguido a la perfeccion en el sueño, y la distinguia perfectamente en la realidad. Me levante de un salto de la cama y sali corriendo hacia el escritorio que habia en el pequeño salon, intentando esquivar todos los muebles a mi paso. Tantee con las manos toda la mesa hasta que encontre lo que estaba buscando y lo puse de tal manera que se pudiese ver a la luz de la luna. En efecto, era la pulsera de plata con los tres simbolos tribales colgando de la cadena que habia cogido en mi sueño, y la misma que habia encontrado el dia anterior entre las hojas del diario de Abi.

Reflejos del Pasado: Capitulo 8

La mañana había llegado por fin, y con ella, mi dolor habia desaparecido, dejando al descubierto mi habitual mascara de alegria y amabilidad. Habia pasado gran parte de la noche llorando en el hombro de Alex, y para cuando habia llegado a mi habitacion para acostarme, solo descubri que ya no podia dormir…por segunda vez. Por eso, poco antes de bajar a desayunar, me pase por el cuarto de Alexander. Le tenia que dar las gracias por haberme aguantado la noche casi entera. Cuando entre se encontraba a medio vestir, solo con los pantalones y las deportivas negras que habia llevado el dia anterior. Pero hubo un curioso detalle que me llamo la atencion: una pequeña piedra colgada de un cordon caia sobre el pecho del joven. Me extraño que llevase un colgante de ese tipo, puesto que no llevaba nada mas, como anillos, o incluso alguna pulsera, y el propio colgante lo llevaba por dentro de la camiseta, como si tuviese miedo de que alguien lo viese y lo reconociese de algun lado.
No tarde mucho en bajar a la cafeteria, puesto que el no aceptaba de ningun modo las disculpas y decia que luego bajaria a desayunar.
El mismo en conjunto resultaba mas extraño de lo que nunca habia imaginado. Aunque solo fuese cosa de mi cabeza, me resultaba un tanto…protector conmigo. Y eso era raro en alguien que no te conoce de nada, al menos, en apariencia. Ni siquiera Mal era asi conmigo.
Mal. Parecia que no queria dirigirme la palabra. Me llevaba esquivando todo lo que llevabamos de mañana para cuando llego la hora del almuerzo, y ni siquiera sabia por que. Era cierto que nos vio al chico nuevo y a mi hablar el dia anterior, pero eso no me parecia excusa para estar enfadado conmigo. Con todo, me reuni en la mesa del comedor con mis dos amigas.
- ¿Dónde estuviste anoche tia?
- Necesitaba…pensar…
- Como no…debiamos haber sabido que te habias escapado a reflexionar a ninguna parte en particular – dijo sarcastica Mandy.
- Chicas…escuchad…sabeis que os lo cuento todo, pero eso no quiere decir que algunas noches…necesite salir fuera…lo llevo haciendo toda la vida.
- Pero ni siquiera eres capaz de decirnos donde vas – señalo Page.
- ¿Acaso importa?
- No pero…¿y si algun dia tenemos que buscarte o algo?
- No hace falta buscarme. Ya sabeis de sobra que siempre que me escapo por la noche aparezco por la mañana sana y salva. Dejad de preocuparos por mi innecesariamente.
- Esta bien.

Tal vez era un poco estupido buscar si ni siquiera le veia en el desayuno pero…¿Dónde estaba Alex? Barri con la mirada rapidamente cada mesa de la habitacion en la que nos encontrabamos, y no estaba. En ningun lado. Desde un extremo de la sala vi a Mal, el cual me estaba mirando…y parecia enojado. Pero ni rastro de Alex. ¿Dónde se encontraba? De repente, se me quitaron las ganas de comer. No tenia nada de hambre. Y lo que peor me sentaba era que el influia involuntariamente en todo lo que hacia. Me habia dejado el segundo plato entero y el postre, no era capaz ni de tomarme el zumo de naranja que habia cogido del mostrador. Sin decir una palabra a ninguna de las dos, me levante de la mesa, tire los restos de comida a la basura y deje la bandeja encima de una pila, justo antes de salir por la puerta del comedor y chocarme de bruces contra Mary Evans, una de las secuaces de Mel.
Mary era…era Mary. En realidad, era la que mejor se había portado conmigo cuando me largue de la panda de Mel, y por lo menos, no me insulto. En realidad, la muchacha me caia bien, y a veces hasta me daba pena. Bajita, rubia, pero muy mona, era muy alegre, justo el tipo de chica con la que tienes que forzar una sonrisa, por muy falsa que esta sea. Y esta vez no iba a ser menos.
- ¡Hey! – me saludo ella antes de que me diese tiempo a reaccionar.
- Hola Mary…¿Qué tal?
- Pues bien…¡como siempre! – la chavala ya estaba riendo tontamente, como era costumbre. Cuando termino de soltar su risilla, me hizo ademan con el brazo para que esperase, y, abriendo su bolso y rebuscando en el, me entrego una pequeña tarjeta -. Dasela a tus amigas del alma. Es para una fiesta.
- Ahh…vale…esta…bien…
- Bueno…si quieres ir tu también…es por el comienzo de curso, todo el mundo esta invitado.
- Umm…genial…¿gracias?
- No hay de que – y volvió a reir tontamente – es este viernes.
- Esta bien…dare el recado…

Y de repente desapareció. Fui releyendo la tarjeta una y otra vez mientras me dirigía a mi habitación a dejar la bolsa con los libros. La fiesta era por la noche, pasadas las diez, y la dirección de la casa no me sonaba de nada. La repase mas y mas, pero no tenia ni idea de donde se encontraba. Era una suerte que a veces, los padres de Page actuasen como “tutores” mios, como firmando la autorización para las salidas del centro los días permitidos y los fines de semana. Cuando llegue a la habitación, lo primero que hice fue dejar el bolso y también la tarjeta encima de la mesa del cuarto de estar. Por ultimo, me mire al espejo. Tenia buen aspecto a pesar de no haber dormido, pero el pelo completamente enmarañado. Me lo peine como pude con las manos y Sali lo mas rápido que pude al pasillo. Iba a buscar a Alex.

Reflejos del Pasado: Capitulo 7

Eran las once de la madrugada. Hacía una noche cerrada y entre el negro cielo había una luna llena que no iluminaba demasiado el lúgubre paisaje. De día, incluso durante la puesta de sol, esto era como un gran parque, pero, de noche, y con tan poca luz, el cementerio de Green-Wood daba auténtico pavor. La luz de Wall Street no se filtraba hasta allí. Aún así, eso les vendría bien para hacer lo que iban a hacer. Cuanto menos testigos, mejor.
A su pesar, cada vez que pensaba que se adentrarían en ese cementerio ellas solas, un escalofrío recorría cada milímetro del cuerpo de Diane. “No pasa nada, esto es un cementerio. ¿Qué puede ocurrir aquí, si esto está más muerto que sus huéspedes?” dijo para sus adentros, sarcástica. Pero ese lugar seguía ahuyentándola, como impulsándola, avisándola de que no entrase allí. Pero ya fue demasiado tarde. Patrice, su mejor amiga, ya estaba instándola de que saltase la valla, y, con un pequeño impulso, las dos estuvieron dentro del campo santo. Caminaron y caminaron, bordeando los estanques, la capilla, e incluso Battle Path, y, por fin, llegaron a un pequeño panteón, al mausoleo que estaban buscando. No era muy grande, si no de tamaño mediano, como todos los otros que había en el gran cementerio de Nueva York. Aún construido con mármol blanco, en aquella fría noche se veía negro como el carbón, y mucho más tétrico de lo que Diane se imaginaba. Para llegar hasta él, había que subir un tramo de escaleras, también de mármol blanco, rodeadas de setos que llevaban mucho tiempo sin podarse. El panteón era exteriormente del estilo de un templete romano, pero, interiormente, era de estilo barroco, demasiado recargado. Pertenecía a los antepasados de Patrice, y para llegar a la verdadera cripta, había que bajar unas escaleras que partían de la pequeña capilla que estaba a la altura de la entrada. Patrice parecía muy segura de lo que estaba haciendo. En cambio, Diane no estaba tan segura de ello, parecía al borde de un ataque de pánico. A pesar de ello, intentó mostrarse serena mientras Patrice preparaba todo el material, todavía en la capilla. Habían conseguido dos antorchas a la entrada del mausoleo. Aquello estaba demasiado oscuro, y lo estaría más cuando bajasen a donde se encontraban las tumbas. Mientras que su mejor amiga se había encargado de llevar el cuenco, las velas negras, el agua y el cuchillo, Diane se había llevado un antiguo libro que había pertenecido a su tatarabuela, de la que se decía que fue una bruja. En efecto, iban a hacer un ritual.

Ding...Dong. El reloj acababa de dar las once y media, y tenían que darse prisa en terminar los preparativos, tenerlo todo listo y empezar con el ritual en cuanto diesen las doce. Bajaron con cuidado todas las cosas a la cripta, todavía con las dos antorchas encendidas, las cuáles colocaron a la entrada. Todo estaba en silencio, lo único que se oía eran las pisadas de las botas de las dos chicas. Allí abajo, en cambio, la decoración era austera, y lo único que se encontraba en la pared eran los nichos de más de treinta familiares de Patrice. Diane no pudo contenerse y empezó a temblar, pero no sabía si era de frío, de miedo, o de las dos cosas. Para ser un sitio tan cerrado, había mucha corriente, aunque seguramente sería por la gran humedad que emanaba de la escalera. También había más tumbas fuera de los nichos, con las esquelas con el mismo nombre que los abuelos de la muchacha. Ambas se sentaron en silencio en círculo, y colocaron las tres velas negras en triángulo, dentro del espacio que ellas mismas habían creado. En el centro del círculo se encontraba el agua, el cuenco y el cuchillo. Enfrente suya, a lo lejos, Diane podía vislumbrar un angosto pasillo que daba paso a una verja. Le daban ganas de salir corriendo, pero, ahí esperó. Esperaron y esperaron, y el reloj volvió a sonar.
Ding...dong... Por fin eran las doce. Patrice cogió el cuchillo y se hizo un profundo corte en el brazo izquierdo, del que brotó una gran cantidad de sangre que hizo que cayera en el cuenco. Acto seguido, empezó a leer palabras del antiguo libro de magia, más y más palabras, mientras que su amiga cogía el agua y la vertía cuidadosamente en el cuenco lleno de aquel espeso líquido rojo, intentando que no saltase ni una sola gota fuera del contenedor.
 ¿Y bien? - le preguntó Diane a su amiga - ¿No tenía que pasar nada? O...más bien, ¿qué tenía que pasar?
 No ha...no ha pasado nada...¿tú has notado algo?
 No...nada de nada...
 Deberíamos irnos, Patrice, vamonos...
Pero la chica ya no la oía. Estaba sacudiendo violentamente la cabeza de forma vertical y palabras desconocidas para Diane salían de su boca como borbotones, sin poder parar. Diane quiso gritar, pero le era imposible, su boca no era capaz de emitir sonido alguno. También quiso salir corriendo de allí, pero tampoco fue capaz, sus piernas no respondían a sus órdenes mentales. Tenía paralizados cada uno de sus miembros, con lo que tampoco pudo ayudar a Patrice. Ahora si que estaba muerta de miedo. Mientras, Patrice se convulsionaba de tal manera que acabó tirando el cuenco lleno de sangre y agua, derramándose esta mezcla por el suelo hasta llegar al pie de cada tumba. Diane quería salir tan rápido de allí como le fuese posible. Veía la verja que daba a las afueras del panteón, pero al tiempo sabía que era inalcanzable. De repente, todo paró. Patrice paró de decir extraños vocablos como si de una posesión demoníaca se hubiese tratado.
 ¿Qué...?¿Qué ha pasado? - pronunció Diane con dificultad.
 ¿Diane?
No les dieron tiempo a seguir hablando, puesto que de repente se oyó un golpe y las dos antorchas se apagaron a la vez. Las dos chicas se buscaban, pero eran incapaces de encontrarse. Era como si un abismo las hubiese separado.
 Patrice, ¡¿dónde estás?!
 ¡Estoy aquí!¡No te veo!
 ¡Patrice!¡Sígueme hablando, puede que te encuentre!
Pero cuanto más hablaban, más se separaban. Y, cuanto más se separasen, menos posibilidades tendrían de salir de allí...vivas. Se empezaron a oír golpes que provenían de una tumba, de dos, de tres...hasta que estos se oían de todos los sarcófagos, como si se estuviesen abriendo uno a uno. Y se dejaron de oír golpes. Ahora solo se oían como gemidos, algo que alguna vez pudieron ser palabras, y cuerpos arrastrándose por el suelo hacia donde estaban las chicas. Ellas nunca quisieron ver lo que vieron cuando Patrice sacó un mechero y lo encendió para dar un poco de luz a la habitación. Lo último que se oyó dentro de la cripta fueron los gritos de las chicas: primero de Patrice; después de Diane, intentando arrastrarse hasta la vieja verja sin conseguir abrirla ni un centimetro.

Ese día hacía una noche tranquila en Brooklyn.



Hacía una noche tranquila ese día, pero, en mi cabeza, es como si el Diluvio Universal hubiese arrasado con todo. Necesitaba dormir para recuperar las horas del día anterior, pero no tenía nada de sueño. Asi que en vez de acostarme, salí de mi habitación a escondidas, y me dirigí a uno de mis sitios favoritos en todo el internado. Era un pequeño parque que se encontraba al otro lado de la entrada que daba al colegio, y estaba todo lleno de plantas, flores y enredaderas. Ese lugar era impresionante de día, pero mucho más de noche, y había venido aquí cada vez que necesitaba pensar o recapacitar para algo. Tenía unas vistas fantásticas, incluso se llegaba a ver el mar de lejos. Me senté en uno de los bancos de piedra que había a contemplar el paisaje, como hacía siempre que iba allí. Así conseguía olvidar los quebraderos de cabeza que había tenido más de una vez. Pero no. Esta vez no funcionó, y no sabía por que. Realmente estaba en lo cierto cuando pensaba que aquel chico estaba volviéndome loca. No conseguía quitármelo de la cabeza ni a tiros, y dormir no me ayudaría a que ese pensamiento se desvaneciese como si nunca hubiese existido. Cerré los ojos cuando se levantó una suave brisa, moviendo mi cabello al viento, cuando escuché de nuevo unos sonidos, como de un crujir de ramas. Aún así, permanecí quieta, todavía sentada en el banco. “Hola”, saludó una voz que para mí ya era reconocible. Giré bruscamente la cabeza entonces y abrí los ojos de golpe, para ver a Alexander acercándose a mi.
 Hola, ¿qué haces aquí?
 Podría hacerte la misma pregunta.
 Pero no la has hecho. ¿Puedes contestarme?
 Claro. No podía...no podía dormir – contestó Alexander, realmente franco - ¿y tú?
 Yo tampoco podía. Cuando tengo muchas cosas en la cabeza, necesito relajarme de algún modo. Este es como mi sitio preferido, mi sitio secreto, aunque ahora ya no sea tan secreto.
 ¿Y funciona?
 ¿Que si funciona qué?
 Venir aquí. Quería saber si te descargabas.
 Si, siempre funciona, menos hoy, no se por qué – resoplé, con pocas ganas de hablar. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Me había seguido?
 Tal vez tienes demasiadas cosas en la cabeza. ¿Se puede saber que es lo que tantos quebraderos te está dando?
 No...no es nada...solo...cosas personales...

Sin embargo, el no rechistó. Simplemente calló y se sento a mi lado, observando cuidadosamente mis manos entrelazadas y la pulsera que había cogido al llegar de la habitación. La pulsera de mi hermana.
 ¿Y tu?¿Que hay de ti, Alexander Morgan?
 ¿Qué...qué hay de mi?
 Si...¿qué hay de ti? No sé, eres el nuevo y misterioso chico, algún secreto escondido tendrás...¿o no?
 Yo no tengo secretos.
 Todo el mundo tiene secretos. Y más tarde o más temprano, salen a la luz, aunque lo queramos evitar a toda costa.
 ¿Tú crees?
 No lo creo. Estoy segura de ello.
 ¿Y cuál es tu secreto, Rachelle Williams?
 ¿Mi...mi secreto?
 Si...as dicho que todo el mundo tiene secretos. Cuéntame el tuyo.
 Si quieres que te diga la verdad, no lo sé. Desde que mi padre y mi hermana murieron, no soy la misma. No solo por el hecho de que ya no estén, si no por el hecho de como murieron...mi padre...fue encontrado a la semana...en cambio, a mi hermana nunca la encontraron...
 Vaya, si. Me tendría que haber callado. Recordar estas cosas nunca es bueno.
 Claro que no lo es.
 Y tus amigos...¿lo saben?
 No lo sabía nadie ajeno a la familia, hasta este momento.
 ¿Ni siquiera ellos?
 No soy capaz de contarselo...
 Y...entonces...¿por qué a mi sí?
 No lo sé...me das esa confianza que me dan las personas que han estado conmigo toda la vida – le confesé. En realidad, así me sentía – no entiendo por qué, pero así es. ¿No es extraño?
 Si, la verdad es que...sí.
 Es como, si ya te conociese... de antes, de mucho antes...
 Ajá...
 Pero... - le miré a los ojos sin saber como seguir, cuando noté como me sonrojaba, e intenté disimularlo con una falsa y corta carcajada – es una soberana tontería. No nos conocemos de nada, ¿verdad?
 Claro...claro que no...

Y nos volvimos a sumir en el eterno silencio de la noche.



Estaba tan hermosa cuando se reía, y más cuando un tímido rubor aparecía en sus mejillas. Sus penetrantes ojos azules brillaban como zafiros, y sus jugosos labios parecían estar fabricados de pequeños diamantes. Así que... todavía me recordaba, o por lo menos tenía la vaga sensación de recordarme. Así sería mucho mejor, de mi boca nunca podría salir nada que tuviese que ver con su pasado. Llevaba mucho tiempo buscándola, y no podía volver a perderla cuando por fin la había encontrado, no me lo perdonaría en la vida. Aún así, quería darle explicaciones a todo lo que le había pasado, se lo debía. Estaba sola en el mundo, aunque tuviese a sus amigos con ella, sabiendo que no la abandonarían, pero yo era la única persona que quería llenar el vacío que sentía por dentro, que nunca más se sintiese sola. Pero eso era imposible. Intentar algo así con Rachelle sería descubrirme, no solo a ella, si no a todos los que se encuentran a nuestro alrededor, y sería nuestro fin. Bajé la mirada por miedo a que pudiese leerme los pensamientos solo con mirarme a los ojos, y volví a clavarla en su pulsera.
 Bonita...esclava. ¿Es tuya?
 No, pertenecía, bueno...a mi hermana Abi. Nunca se la había visto, pero deduzco que era suya. La encontré esta mañana enganchada a su diario.
 ¿Conservas su diario?
 Si, aunque... nunca me atreví a abrirlo siquiera. Eran sus secretos, nunca sería capaz de leer algo así, aunque solo fuese por respeto.
 Eso...está bien.
 No. No lo está. Estoy segura de que tu tienes otros tantos problemas, pero me gustaría estar en tu lugar.
 Rachelle, te aseguro que no.
 Y yo te aseguro que si, Alex. Me siento tan sola. Y ya no se en quien confiar. La gente cree que ya me curé de las heridas del pasado. Pero cada vez estoy peor. Y la gente no puede comprenderme porque no está en mi situación. Todos tienen padres, hermanos, una familia que le espera fuera de estas cuatro paredes, a los que van a ver cuando tengan vacaciones de navidad, de verano, o incluso por su cumpleaños. Dormirán en su cálida cama y estarán tranquilos, sabiendo que todo lo que tienen no va a desaparecer de un día a otro. Pero yo no puedo siquiera tener esas ilusiones – Sin poder evitarlo, una empezó a caer una lágrima tras otra por su rostro – y nunca podré volver a tenerlas. Lo único que tengo es tanto miedo y dolor.

Aquellas lágrimas se habían convertido en un llanto tan rápidamente... y yo la comprendía tan bien... todo el dolor que sentía ella lo sentía yo por dentro, y con solo verla llorar se me rompía el corazón. Finalmente, acabó echándose a mis brazos, y yo acabé acunándole como había hecho hace tiempo, como un padre hace con su hija para calmarle y decirle que todo va a salir bien. La diferencia estaba en que, eso ya nunca podría ir a mejor.

domingo, 23 de mayo de 2010

Reflejos del Pasado: Capítulo 6

No sé ni como, pero ese chico siempre conseguía dejarme perpleja. Nada más irse después de la pelea, Mal y yo nos habíamos quedado mirando con la boca abierta, realmente sorprendidos de lo que había pasado. ¿Cómo era posible que después de todos los golpes que se habían dado Alexander no tuviese ni un solo moretón? No conseguía explicarlo. Primero lo de las noticias, después esto... Sin duda, era un chico raro, pero tan guapo... No, no podía pensar en eso. Es cierto que me atraía más que ningún chico que hubiese conocido antes pero... no se podía decir que me hubiese contestado de muy buenas maneras cuando me preocupé por él. Por fin sonó el timbre que anunciaba el fin del recreo. Y encima me tocaba biología, sola, sin ninguno de mis amigos con el que pudiese desahogarme sobre lo ocurrido. Llegué hasta el banco donde había dejado mis cosas, recogí el bolso y me dirigí a clase. El aula de biología se encontraba en el ala más lejana del internado, así que tuve que recorrer un buen trecho del camino yo sola, intentando atajar por una parte del patio. Aquello estaba totalmente desierto, no había una sola alma alrededor. Aún así, el viento no paraba de soplar y no hacían más que oírse ruidos cerca de mí. Me giré varias veces para ver si alguien me seguía pero, desilusionada, me volvía a girar al frente. Seguía sola. Así qué apresuré el paso hasta que por fín entré en el edificio y llegué a la puerta del aula. La clase de biología era una pequeña habitación, muy soleada incluso en los días de lluvia. El aula esta dividida en dos filas, cada una compuesta por cuatro mesas dobles que estaban siendo ocupadas por alumnos de mi mismo curso. A mi izquierda se encontraba la mesas del profesor, la pizarra y un pequeño armario, y a mi derecha, al fondo del todo, una estantería llena de libros e incluso de plantas y pequeños animales disecados. Respiré hondo y me dirigí a la única mesa que estaba ya vacía, al final del todo de la fila más próxima a la puerta. Esperaba que estuviese así toda la hora, sin ningún compañero, para así poder pensar mejor en lo ocurrido. Pero esa esperanza poco duró, debido a que una voz llegó hasta la célula más pequeña de todo mi ser, haciéndome estremecer, poniendo mis pelos de punta. Era la voz más dulce y, al tiempo, la más amigable, despreocupada, sensual, e incluso fiera que había llegado hasta mis oídos nunca. Giré la nuca de golpe, un poco aturdida, pero lo que vi me impactó aún más.
- Hola, está libre este sitio?
- ¿Qué...?
Y entonces, ahí estaba. Otra vez. Alexander. Y aquí estaba yo, tartamudeando de nuevo como si fuese estúpida.
- Qué sí está libre este sitio, es que...no hay más.
- Si. claro...siéntate - dije, fingiendo la mayor indiferencia que pude.
- Gracias.
- De nada...
Y entonces, me volvió a deslumbrar con una de sus grandes sonrisas. Ahí ya me derrumbé.
- Oye...
- ¿Sí? - dije yo, intentando no parecer muy interesada en lo que me iba a decir.
- Siento...lo de esta mañana, en el patio. No...debí hablarte así. Porqué eras tu la qué estuvo en la pelea, ¿verdad?
- Sí, era...era yo.
- Pues, perdóname, de verdad. Estaba cabreado y... se me cruzaron los cables, aunque eso no fue excusas para tratarte de esa manera.
- No pasa nada, lo comprendo - esbocé la sonrisa más grande que pude - Drake siempre pone de los nervios a todo el mundo. Es un niñato creído y consentido.
- Bueno pues...la verdad es que tendría que haber empezado presentándome, soy Alexander Morgan.
- Encantada, soy Rachelle, Rachelle Williams para ser exactos.
- Bonito nombre...para una chica bonita.
- Vaya...gra-gra-gracias... - ¡Mierda! ¿Otra vez tartamudeando?Tierra trágame... - pero..no-es, no es...para tanto...
- ¿Es que no te fías de mí? - noté sus ojos clavados en mí -
- Mentir no es la mejor forma de entablar conversación.
Concluí de esta manera la pequeña charla que habíamos tenido, yo con leve rubor y el con una pícara sonrisa, puesto que entró el Señor Brown, nuestro profesor de biología. Dejó su maletín encima de la mesa del profesor, se colocó las gafas, y, sin siquiera avisar, empezó a explicar un nuevo tema. El Señor Brown era el típico inglés: siempre iba bien arreglado, muy disciplinado, pero al tiempo, pasaba de quién no le hiciese caso. Ni siquiera se molestaba en echarle de la clase. A menos que molestases enormemente a tus compañeros, como si te dormías en la clase, él nunca ponía pegas. Y yo, como siempre, también me dediqué a pasar. Solo atendía cuando tenía que copiar apuntes. Por una vez, me iba a servir de algo que Alexander se hubiese sentado conmigo.
- Bueno y...entonces no eres de por aquí, ¿no?
- No...la verdad es que no...no exactamente...
- Ahhmm...interesante...
- ¿Sí, verdad? - bromeó, con una gran sonrisa burlona. Tenía unos dientes perfectos - La verdad es que viví en Nueva York mucho tiempo. Pero...bueno...me mudé de ciudad, y aquí estoy de nuevo. ¿Y tú? Cuéntame algo sobre ti...
- Bueno...por donde empezar...
No sabía si contarle lo de mis padres o no, porque, aunque para mi era prácticamente un completo desconocido...sentía como si le conociese de siempre... me daba esa seguridad de saber que podía contar con él. Y, sin darme cuenta, las palabras salieron de mi boca en tropel, sin poder pararlas, y contando aún más y más de mi corta pero deprimente vida. Y él parecía comprender, comprender mi dolor, comprender mi pérdida... comprenderme a mí. Al parecer, él también había quedado huérfano, y solo tenía a sus abuelos paternos, los cuáles no le podían cuidar, así que le habían mandado a este internado.
Tan rápido como empezó, terminó la clase. Solo nos quedaba la hora de Educación Física, y, según parecía, también coincidía con Alex en aquella hora. Rápidamente entablamos amistad, mientras él se sorprendía de que se me diese tan bien el baloncesto como pegar a Drake con el balón en la cara cuando se pasaba de la raya.
- Vaya, no sabía que fueses tan buena en los deportes. No pareces una chica...
- ¿Sana?¿Activa?
- No. Violenta - terminó de decir Alex. Por fin habían terminado las clases del primer día y ahora nos dirigíamos hacia el patio para encontrarnos a los demás, justo a la hora de comer.
- ¡Ehhhh!¡Yo no soy violenta!
- ¡Sí que lo eres! ¡¿Pero tú has visto como as atizado al chulo ese?!
- Te recuerdo que está mañana os habéis peleado y no tienes ni una sola herida.
- Es que...yo soy corpulento...
- Sí, ya...claro... - solo le pegué un pequeño puñetazo en el brazo para hacer que se quejase - ¿Qué?¿Tan corpulento eres?
Y mientras no hacíamos bromas, ni siquiera fui capaz de fijarme en que Page y Mal se encontraba dos bancos más atrás, y que lo estaban viendo todo, puesto que cuando llegamos a donde se encontraban, Mal se fue, receloso, y Alex rechazó mi invitación de venir a comer con nosotros. Y de este modo, el chico me volvió a dejar perpleja por tercera vez en dos días.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Reflejos del Pasado: Capítulo 5


La hora siguiente fue tan aburrida como todas las anteriores, aunque, siendo el primer día de clase, era normal. Tampoco es que estuviésemos muy atentos, puesto que Mal, que se sentaba justo delante mía, y yo, estábamos todo el rato tirándonos bolas de papel y cotilleando sobre nuestros compañeros, en especial sobre Mel y su grupo de pijas estúpidas. Se rumoreaba que en verano había estado saliendo con Drake.
Y hablando de Drake...no hicimos más que salir de clase, cuando teníamos tiempo libre, cuando le vimos metiéndose con el chico nuevo. Sin siquiera darme cuenta, me enfurecí tanto que me estaba dirigiendo hacia Drake para defender al joven de ojos verdes, pero Mal me sujetó.
- Estate quieta por una vez, ¿quieres? El chico se puede defender solo -¡le saca tres cuerpos y dos cabezas!- y serás la única que acabe mal como vayas allí.
Intenté tranquilizarme, sin éxito alguno, pero dejé de forcejear contra mi amigo para que me soltase. Desde la distancia donde estábamkos se oía a la perfección todas las bromas pesadas que el idiota de Drake le gastaba al chico. Pero él estaba tan tranquilo, como si no pasase nada, como si estuviese acostumbrado, y solamente parecía que tuviese el rostro ligeramente crispado, pero sin alterarse demasiado y sin contestarle. "¿Era siempre tan educado y civilizado?", me pregunté yo, cuando, de repente, dejé de notar las manos de Mal sujetándome: había ido a defender al chico. Y yo no me lo pensé dos veces y corrí detrás suyo, pero para cuando llegué Malcolm ya había conseguido que el estúpido de Drake parase. Y como la gente se empezaba a arremolinar a nuestro alrededor haciendo un corrillo, una voz familiar me pilló de improviso.
- ¿Qué está pasando aquí, Rachelle?
- ¿Qué diablos...? - solté, mientras giraba sobre los talones para ver quién me había asustado - ¡Page!¿Qué haces aquí?
- He venido a buscarte, como siempre. Tenemos tiempo libre, ¿recuerdas? - concluyó, con aire de superioridad, señalando el reloj y con expresión cansada - ¿Qué ha pasado aquí? - repitió.
Vacilé unos momentos y tomé aire, dispuesta a contestarla.

- Problemas con Drake... - resoplé.


- Siempre Drake. ¿Por qué creo que ya se ha metido con alguien?


- No hace falta ser un genio para saber eso.


- ¿Contra quién se ha revuelto esta vez? - preguntó Page, bufando.


- Contra el nuevo ... - concluyó Mandy, la cuál había aparecido detrás mía.


- Estúpido...


- Y tanto, me he tendido que esperar a que Malcolm le calmsae para poder salir de la clase. ¡La puerta estaba taponada con tanta gente mirando! - exclamó Mandy.


- Bueno, aquí ya no pintamos nada...vámonos fuera, ¿queréis?


- Sí claro, será lo mejor...


Compré una bolsa de patatas justo antes de bajarnos al gran patio que había en el internado. Desde el banco donde nos encontrabamos sentadas se podía distinguir todo con total percepción. El nuevo se encontraba en una de las mesas cercanas, solo, mirando a lo lejos.


- Se llama Alexnader, y viene de Los Ángeles - comentó Mandy.


-¿Qué...? - me giré de golpe hacia ella.


- Te has quedado embobada mirándole - siguió Page, como quién no quiere la cosa.


- Solo faltaba que se te cayese la baba.


- Es que...antes nos hemos cruzado y...


- ¿Y?


- Pues...que ahora vengo, chicas.


- Pero...¡Rachelle!


Pero yo ya no las oía. Me había levantadad y ahora me dirigía hacia donde se encontraba Alexander, cuando de repente se repitió lo que había ocurrido anteriormente en el pasillo, como si fuese un flashback. Me paré en seco cuando Drake llegó hasta la posición de Alexander, otra vez a molestarle. Este se levantó, mirándole de arriba a abajo. Malcolm tenía razón: el chico le sacaba dos cabezas por lo menos. Drake parecía estar burlándose de él, y Alexander parecía estar cabreado: estaba cerrando su mano en un puño. La gente volvía a hacer un corro alrededor de los muchachos. Drake había cambiado de estrategia: ahora no paraba de reírse ni de empujar a Alexander, pero este seguía tranquilo.


Fui acercándome más, preocupada por que se pegasen, y me hice paso entre la gente hasta llegar al interior del círculo que se había formado. Alexander cada vez estaba más irritado. Drake cada vez más chulo. La gente simplemente estaba animando para que hubiese pelea. Y la hubo. Drake le pegó un puñetazo a Alexander, y, a partir de ahí, todo fue un mar de golpes, gente y gritos. Vi a Mal en el otro extremo, haciéndose hueco entre la gente para llegar al meollo del problema para sujertar a Drake, mientras yo intentaba separarlos a los dos. No paraba de gritar que parasen, pero el ruido de la multitud enfurecida ahogaba mis palabras. Eso parecía una lucha en un cuadrilatero, y aunque, todo el mundo apostaba que el boxeador ganador podía ser Drake, estaban equivocados. Lo primero que vimos cuando conseguimos separarlos fue a el idiota de turno sangrando de la boca, y, en cambio, Alexander solo estaba ligeramente despeinado."¿Te encuentras bien?", no hacía más que preguntarle al muchacho, pero este solo hacía muecas y se apartaba violentamente de mí.


Poco a poco, la masa de gente fue desapareciendo hasta que solo nos encontramos allí Alexander, Malcolm y yo.


- Chaval...¿te encuentras bien? - le preguntó Mal, con aire de preocupación.


- Si, perfectamente...gracias...


Y acto seguido él también desapareció del patio.

viernes, 16 de abril de 2010

Sombras del Pasado: Capítulo 4


- No te vas a creer a quién acabo de ver en el pasillo.

- ¿¡A quién!?¡Page contéstame de una maldita vez!


Y en ves de contestar, empezó a mirar hacia todos lados, como si estuviese vigilando, o hubiese pillado a alguien espiándonos, aunque no sería necesario, sus gritos se habían oído en medio corredor y la gente que pasaba por ahí nos miraba como si estuviéramos locas. Después, me apartó de en medio, empujándome contra una pared lejos de la multitud, como si lo que me fuese a contar fuese un secreto.


- ¿Te acuerdas del chico de ayer?¿El que salió corriendo del Grill? - me miró con cara sospechosa.
- Si, ¿por?
- Por que está en mi clase de matemáticas.
- ¿¡QUÉEEEEEEE!?
- Lo que oyes...¡y no chilles!
- Pero...pero...¡pero es imposible!
- No, no lo es, ¡y te estoy diciendo que bajes la voz...!
- No me digas que baje la voz por que me es imposible, ¡y tú también estás chillando!
- Si, pero Mel está cerca y no querrás que se entere de que hay un nuevo pivón por aqui, ¿verdad?
- Umm.... - reflexioné medio segundo antes de decidirme - pues no, la verdad.
- Ya me lo temía...pues, entonces, escucha. He podido cotillear un poco su horario de clases, aunque lo único que sé es que ahora tiene Historia.
- Con Mandy, ¿no?
- Si, exacto, ya la he dicho que intente copiar su horario de clases. Te será...imprescindible para seguirle de cerca.
- No lo sabes tu bien - volví a mirar a Page como había hecho en el Grill la noche anterior, con expresión cazadora, justo antes de reírnos y buscar nuestra siguiente clase.

Pero no pasó mucho tiempo desde que me despedí de Page cuando pasé por una esquina y choqué con algo...o con alguien, y...todas mis cosas al suelo. Genial.
Y no hice más que bajar al suelo a recogerlo todo cuando me di un cabezazo contra la otra persona.


- ¡Ay!
- Ups...lo siento, ha sido culpa mía, no había mirado y...lo siento de veras, espera que te ayude a recoger las cosas...
- No pasa nada, en serio, mea culpa, yo tampoco había mirado.

Y cuando volví a alzar la cabeza me encontré con la persona más perfecta del mundo y, si cabía, del universo entero. Se trataba de él. Del chico del Grill, el que desapareció misteriosamente. Me quedé realmente sorprendida, ya que ni siquiera me enteré de cuando me volvió a dirigir la palabra.

- Toma, creo...que esto es tuyo... - me dijo con otra de sus brillantes sonrisas. Estaba mirándome tan fijamente como yo a él, o, puede que fijamente no fuese el término exacto, si no, que estaba en la luna.
- Gra...gra-cias - tartamudeé, tardando un siglo en contestarle.
- No hay de que - volvió a sonreír -, y, a la próxima, cuidado con las esquinas.

El chico se fue sin volverse atrás una sola vez, y yo contemplé como se iba, como una tonta. Así que, después de todo, Page tenía razón y no se lo había inventado, o se lo había imaginado, que era peor aún. Me puse otra vez en camino cuando, esta vez, me encontré a mi amigo Mal, mi mejor amigo...el mejor que podías tener en el mundo entero.

- ¡Maaaaaaaaaaalcolm.............! - grité, corriendo en su dirección en cuanto le vi, tan rápido que cuando le abracé casi le tiro, incluso si se hubiese preparado me podía haber cogido en brazos.
- ¿¡Rachelleeeee!?¿Eres tu?
- ¡Si bobo!, ¿quién iba a ser si no? - le contesté, abrazándolo más fuerte si era posible.
- Es que...¡estás tan cambiada!... - señaló, mirándome de arriba a abajo cuando le solté, como en si echase en falta algo, sintiendo nostalgia por los viejos tiempos.
- Bueno, la gente cambia, y creo que este año he madurado y todo, mira tu por dónde - dije divertida, con mi mejor sonrisa.
- ¿Tú?¿Madurar? No conoces la existencia de esa palabra ja ja.
- Claro que la conozco, lo que pasa es que no está dentro de mi diccionario habitualmente.
- Sí, sí...lo que tu digas, ¿vamos a clase?
- ¡Claro! ¿Qué tienes ahora?
- Matemáticas.
- Entonces te vienes conmigo.
- ¡Genial!
- Si, desde luego. Me alegro de volver a verte Mal, te he echado mucho de menos - volví a decirle mientras nos dirigíamos a la clase juntos.
- Te dije que te vinieses en agosto a mi casa del campo, hay suficientes habitaciones y mis padres te adoran.
- Sé que tus padres me adoran, pero no quiero ser un estorbo.
- ¡Tú nunca estorbas!
- Ya claro... - esbocé una sonrisa para concluir con el tema, y entramos en clase.



jueves, 15 de abril de 2010

Sombras del Pasado: Capítulo 3


Eran las siete y media cuando por fin me encontraba subiendo las escaleras que conducían a la zona residencial del internado al terminar el desayuno. Justo antes de dirigirme a la habitación me pasé por secretaría para recoger mi horario de clases.

No había sido capaz de tomar algo más que un café y un donut, esa mañana no tenía mucho estómago para comidas más copiosas. Seguramente habría sido el sueño él que me había revuelto el estómago, y lo único que quería ahora era dormir. Cuando llegué a mi habitación Mandy y Page estaban terminando de arreglarse y cogiendo la bolsa con los libros de clase antes de bajar a desayunar. Si no se daban prisa...llegarían tarde.

Cuando por fin me quedé sola, empecé a rebuscar entre mis cajones, y encontré lo que buscaba: una foto de cuando era pequeña, con mi hermana mayor Abi y mi padre, el mismo año que desaparecieron. Abi era tan guapa, muchísimo mas guapa que yo: alta, castaña oscura y con flequillo, tenía unos preciosos ojos azules, no como los míos, si no mucho más vivos. Muy inteligente, le encantaba leer y era muy reservada. También escribía un diario, y muchas veces me contaba lo que escribía en él. Creo que por eso empecé a escribir en el blog. Me recordaba tanto a ella...

En cambio, mi padre, era totalmente diferente a ella. Con una sonrisa de oreja a oreja todos los días, aunque las cosas saliesen mal, nos intentaba llevar adelante a Abi y a mi, intentando que fuesemos una familia feliz. Para cuando yo tenía nueve años, él ya tenía unas pequeñas arrugas surcándole la piel de la frente, y su negra mata de pelo empezaba a perderse lentamente.

Acaricié suavemente el cristal de la foto antes de volver a guardarla en el cajón, cuando vi un destello plateado entre las hojas del diario de mi hermana. Nunca me había atrevido a abrirlo ni a leerlo, pero al revolver el cajón esa cosa metálica debió de caerse de entre las páginas. Con sumo cuidado, deposité la foto en su sitio y cogí el pequeño objeto con delicadeza. Era una pulsera de plata con diferentes enganches, con formas muy diversas. En la vida la había visto, y me extrañó mucho encontrarla. Tal vez se le había caído a Mandy o a Page, pero me pareció improbable. De repente, me di cuenta de la hora que era...¡las ocho menos cuarto! Ahora mismo tenía que colocar mi bolso con los libros correspondientes y buscar mi horario para encontrar la clase que tenía a primera hora. Corrí a buscar los libros y a guardarlos en mi bolso, pero aún así, para cuando había salido de la habitación eran menos cinco, y me quedaba recorrer toda la zona residencial y llegar a las clases.

Llegué por los pelos, y, la verdad, es que la primera clase pasó tan aburrida como era costumbre en física, por que, además de que la profesora era un auténtico pelmazo, también se dedicó a recibirnos "amablemente" y comentarnos como iba a ir el curso, como de costumbre. Y, también como de costumbre, yo saqué mi cuaderno de dibujo y me puse a dibujar pequeños paisajes. Total, la hiciese caso como si no, no me enteraría de nada y prefería estudiarlo por mi cuenta.

Acababa de sonar el timbre que indicaba la entrada al nuevo curso y el final de la primera hora cuando todo el mundo salió de la clase de la Srta. Jones en avalancha, y estuvieron a punto de atropellarme unos muchachos de la última fila. No había hecho nada más que llegar al marco de la puerta cuando vi aparecer a Page corriendo en mi dirección como desesperada.

- ¡Page, Page! Para el carro, ¿quieres?

- ¡NO!¡No quiero, ni puedo tampoco!

- ¿Pero que te pasa? - pregunté mientras intentaba tranqilizarla sujetándola de los hombros como podía; no paraba de moverse de un lado a otro.

- ¡Vas a flipar...!

- ¿¡Pero con qué!? ¿¡Me lo quieres contar de una vez Page!?

- No te vas a creer a quién acabó de ver en el pasillo.

domingo, 4 de abril de 2010

Sombras del Pasado: Capítulo 2


Negro. Todo negro. No había una sola mota de luz o de claridad en aquel lugar. Cuando me di cuenta de que estaba despierta eran las cinco de la mañana. Genial. Otra vez uno de aquellos horribles sueños. Sé que no era una pesadilla, se diferenciarlo, y esto no era como un sueño normal. Tenía sensaciones, sensaciones extrañas, únicas. Desagradables. Eran imágenes, escenas de mi vida, o de la vida de otras personas. A veces eran del pasado, otras del futuro. La mayoría eran sobre cosas futuras. Eran como premoniciones, aunqe muchas veces no ocurrían, y, la verdad, es que no se por que me pasaba. Por eso no solía hacerlas caso. Eran molestas, me impedían volver a conciliar el sueño, y a veces me dolía tanto la cabeza que me tenía que quedar en la cama. Las chicas lo sabían pero...a veces no me tomaban en serio, y cada vez que eso pasaba me sentía molesta, no sabía a quien más recurrir. Si por lo menos Malcolm...no. Imposible. Malcolm no puede llegar a saber estas cosas JAMÁS. Si se enterase, me tomaría por loca, aunque seguramente llevase razón.

Me levanté con cuidado de la cama. No quería hacer ruido, y mucho menos despertar a mis amigas. Solo les quedaba una hora de sueño y me matarían. Por suerte, mis ojos ya se habían habituado a la oscuridad reinante, y no me costó llegar hasta el pequeño saloncito de nuestra habitación, donde teníamos un pórtatil. Lo encendí, me puse los cascos y descargué la música de mi mp3 mientras abría mi blog y empezaba a escribir. Era como mi pequeño diario. Ahí decía todo: lo que me pasaba, lo que sentía...todo. Era como un borrador de mi minúsculo cerebro, como si no quisiese que se me borrasen los recuerdos, como unacopia de seguridad. Incluso contaba mis sueños. Ups,canción nueva, My Life Would Suck Without You, de Kelly Clarkson. No pegaba mucho con mi estado de ánimo en estos momentos, pero siempre era agradable oír algo de música suave cuando lo que más te apetece es chillar. Poco a poco, fue saliendo el sol, y la mañana se fue aclarando lentamente. Decidida a empezar un nuevo día, apagué el ordenador y me preparé la ropa que pensaba ponerme. Pitillos vaqueros negros, las nuevas sandalias de cuña que me habían regalado mis niñas favoritas, verdes muy oscuras, y dudaba entre una camiseta con estampado floral con escote o una de tirantes blanca con uno de esos mensajes en plan "bésame" o "muérdeme", o cualquier otro mensaje que se les ocurriese a los de los grandes almácenes. La verdad es que no quería parecer pija (odiaba a las pijas), y quería ir más en plan de "no-te-metas-conmigo-o-con-mis-amigas-porque-acabarás-mal-muy-mal". En cierto modo era yo la que ponía el orden entre los pupitres, las chicas no se juntaban conmigo por eso y muchos chicos me tenían miedo. Pero, por suerte, me tenían miedo los peores, los matones, excepto Drake. Se creía que por haberse liado una vez conmigo tenía derechos sobre mi. También era al que más odiaba, pero, que le vamos a hacer. Siempre ha estado en este internado y no creo que se fuese a ir para un año que le queda, aunque no se como nunca ha repetido curso. Dejando a un lado todas estas reflexiones, escogí la camiseta con el mensaje. Me vestí rápidamente, me di mi tradicional raya y añadí el reloj y el anillo de plato que me había dejado en herencia mi madre, justo antes de mirar mi figura en el espejo. Yo, Rachelle Williams, de diecisiete años, de estatura media, rubia clara y con ojos azules, parecía una chica decidida frente al espejo. Alguien que no se dejaba intimidar fácilmente por nadie, alguien fuerte. Exteriormente, era así, me había definido tal como los demás me veían. Pero, interiormente, todos esos cimientos que la gente creía que el tiempo había levantado estaban desmoronados, era totalmente diferente. Derrumbada por dentro, todos los días por las noches, antes de acostarme, pasaba un huracán a destruir toda la dureza que había mostrado durante el día entero. Era duro, pero era así. Sin padres ni familiares lo suficientemente cercanos como para que me acogiesen, mi tía había pagado todos estos años de internado para que creciese aquí. La pura verdad, y no tenía más remedio que aceptarla. Intentando apartar esos sentimientos de pena y culpabilidad, pensé en el efecto que hacían los zapatos con el conjunto que había elegido. "Mucho más estilizada, y como no, mucho más alta" me dije para mí misma. Era delgada, pero así lo parecía mucho más. La camiseta adelgazaba mucho y el ir más alta delo normal también. Nunca llevaba tacones a clase, solo cuando salía, y no estaba acostumbrada, pero las chicas me matarían. Con todo esto, me dieron casi las seis, así que tomé mi cazadora vaquera en mano, dejé una nota en mi cama y salí de mi habitación sin dar un portazo, justo antes de bajar unas escaleras que me llevarían al otro lado del área residencial. Cuanto antes llegase, más tiempo tendría para desayunar con calma.





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No me hizo falta ninguna alarma ni nada por el estilo para despertarme. Mi cuerpo estaba tan acostumbrado a madrugar que el solo funcionaba como un reloj. Las seis de la mañana. Me iba a sobrar tiempo antes de que empezasen las clases si no iba a bajar a desayunar, ya estaba lo suficientemente saciado de la noche anterior.


No tenía que buscar mucho sobre que me iba a poner: sudadera negra, vaqueros, y deportivas negras, como siempre. El pelo bien colocado, como siempre también, y, como no, mis gafas de sol. La verdad, es que, para que mentir, siempre iba informal, pero al tiempo elegante. Eso era lo que había aprendido a ser después de tanto tiempo practicando.


Solo me faltaba un pequeño detalle. El largo colgante de agatha de fuego, imprescindible para mí. Por último, me decidí a bajar. Si no desayunaba, por lo menos haría un pequeño recorrido turístico por el internado, ya que no conocía nada de nada, y también tenía que pasar por secretaría para mi horario de clases.


Ya era hora de empezar el curso, y yo, sería una persona totalmente nueva.






PD: pues nada, que este capitulo esta escrito para alguien en especial.
Bellieta, te dedico esta entrada con todo mi amor:


Elenea (paridas nuestras, sin importancia, pero lo prometido es deuda xDDD)

viernes, 2 de abril de 2010

Sombras del Pasado: Capítulo 1




Aquel chico me miró de arriba a abajo, como sorprendido, como si me conociese. Tal vez...tal vez había venido por aquí mas veces y me había visto. Aún así, sus facciones se mostraron serenas.


  • ¿Qué desea tomar?

  • Me...me gustaría – me contesto, mientras miraba la pequeña carta que tenía delante – un café, si, un café. Un expresso doble por favor.

  • Está bien. ¿Algo más? - dije con mi mejor sonrisa, que el joven me devolvió.

  • Si...ponme...ponme...una cerveza. Si quieres mi carnet...

  • No hace falta...me fio de ti.

Y entonces me devolvió la sonrisa más deslumbrante que había visto en toda mi vida. Y entonces creí que realmente alguien había enviado a un ángel a conocerme, puesto que me quedé con la boca abierta, incapaz de pronunciar palabra.


Y entonces...alguien puso la televisión. Y aparecieron las noticias. El apuesto chico dejó de mirarme y desvió la mirada hacia lo que estaban echando. Había habido un accidente de coche en una carretera cercana. Las dos personas, dos chicas, que iban en el coche, habían muerto, era casi seguro. Pero no se habían encontrado los cadáveres. Demasiado raro, dije para mis adentros. Y no debí ser la única en pensarlo, puesto que el joven no se lo pensó dos veces y, disculpándose, salió disparado del Grill.


Y yo, me volví a quedar con la boca abierta. No sé que había pasado por allí. Me sentía como si hubiese pasado un huracán y solo me hubiese dejado a mi en su sitio. No, espera...como si hubiese dejado todo en su sitio, menos a mi. Y aquel huracán se había tratado del chico.


Page y Mandy me tuvieron que zarandear varias veces para que pudiese coger una buena bocanada de aire y respirase de una vez. Me había quedado tan sorprendida, que era incapaz de moverme.



  • ¿Rachelle...?¿Estás bien? - me preguntaba Mandy.

  • ¡Respira! - decía Page.

  • Si, estoy...¿bien? No sé...no sé como estoy.

  • ¿Qué ha pasado...con el chico?¡Ha salido corriendo!

  • Si...¡lo sé! Lo que no sé es por que lo ha hecho...ha tenido una...respuesta extraña...en cuanto a la tele...

  • Si...demasiada extraña...Rachelle...¿qué hacemos?

  • Solo sé lo que no voy a hacer, y va a ser quedarme...¡¡¡Ryan...!!!

El interpelado tardó un rato en responder, pero ya sabía perfectamente que quería. No le quedó mas remedio que resignarse y aguantar los quince minutos más que casi le quito.


Era pleno verano, pero, sin embargo, hacía una noche fría. Antes de montarnos en el coche de Page, dimos un paseo. Sería nuestra última noche libre antes del último curso que estaríamos juntas. Necesitábamos esa noche, más que ninguna otra. Tres amigas juntas a la luz de la luna, sin nada que se interpusiese entre nosotras. Esa noche era mágica, era especial. Y ningún chico con aspecto de ángel pero con carácter extraño iba a impedirme disfrutar de esa noche. Tal vez ese chico no fuera para mi, pero...¿quién quiere a un hombre perfecto teniendo a Page y a Mandy contigo?


Yo, desde luego, no lo necesitaba.


















No. No era posible. Simplemente, no lo era. Y, simplemente, sabía que algo acabaría ocurriendo. Lo supe desde el primer momento que volví a plantar un pie aquí. A las afueras de Nueva York. Tuve cuidado, mucho cuidado, sabía que esto era peligroso, y que, si cometía un minúsculo fallo, todo se iría a la mierda. Aún así, había sido algo extraño. Un accidente en una carretera de los alrededores, se sospecha que las dos chicas están muertas, pero no están los cadáveres. Si, la verdad es que podría servir para encubrir a los asesinos, pero, también hay que decirlo, ha sido una forma extraña de hacerlo. Podían haber sido más cuidadosos y menos llamativos. Sobretodo, por que las dos chicas desaparecidas estaban estudiando en el mismo internado, el mismo internado donde me he matriculado yo este año, el mismo internado donde reside la persona que ha provocado mi regreso a este lugar. Sin pensarmelo dos veces, monté en el Audi TT que había en frente del Grill, donde estaba apoyado. Tenía que llegar esta noche a aquella extraña y misteriosa escuela.














El aire fresco que entraba por la ventanilla del coche de Page era relajante. Me hacía despejar la mente, olvidarme de los problemas y reflexionar sobre las cosas. La verdad es que no me gustaba tener que ir en coche con Mandy y Page, y menos de noche, debido al accidente que había salido en las noticias. Habría preferido volver en tren, como todos los demás días, pero, a estas alturas, tampoco me fiaba de nadie que no conociese, aunque poca gente nueva iría al internado.


Y ese chico... que extraño fue todo. Había algo raro incluso en su mirada, en la forma en la que me había mirado, como si lo hubiese hecho de forma maternal. El caso es que, lo mirase por donde lo mirase, no me lo había quitado todavía de la cabeza. Ni su boca, ni su pelo, ni sus ojos. Aquellos preciosos ojos... la verdad es que esa noche había sido mágica y especial, pero también extraña e inquietante. Decidí prestar atención a Page y dejar a un lado mis pensamientos cuando ella subió el volumen de su voz para que la hiciesemos caso.



  • Mirad chicas, ya casi hemos llegado. Mandy, mona, despierta un rato, que pareces un perezoso.

  • ¿Ya estamos aquí...?Con lo a gusto que estaba yo aquí tan tranquilita dormida... - replicó la interpelada.

  • Hombre...- señalé yo – si quieres quedarte aquí a dormir en vez de en tu cama...tu misma...

  • ¡No...!Venga vamos...supongo que el aire me despejará un poco...

  • Si, despéjate, por que antes de irnos a dormir, tenemos que darle a Rachelle unas cosillas...¿o ya no te acuerdas...?

  • ¡Es cierto...!Ya ni me acordaba...

  • ¿Qué...cosas...?Me dais miedo chicas...mucho miedo...

  • No te preocupes cariño...no es nada...raro...- añadió Page, poco antes de soltar una risotada...

Ya solo nos faltaba subir a nuestra habitación para que las chicas colocasen su equipaje y nos fuesemos a dormir. Las vacaciones habían terminado definitivamente. Y este curso en el internado nos depararía muchas sorpresas, estaba más que segura.

viernes, 19 de marzo de 2010

Sombras del Pasado: Prólogo

Por fin eran las cinco de la tarde. Mi turno iba a terminar ya y me podría ir de una vez del Grill. Las vacaciones de verano habían terminado, pero a mi no me importaba, aún así nunca salía del Internado donde vivía. Me iría a la habitación a terminar de colocar las cosas para el primer día de clase de último curso, y después me relajaría escribiendo en mi blog y tomando una taza de chocolate. Y me sentaría tan bien un buen baño...Pero una voz masculina y joven rompió mi burbuja, sacándome así de mi ensoñación.


    • Rachelle...esto...

    • ¿Qué quieres Ryan?

    • ¿...Te puedes hacer cargo de mi turno?

    • ¡¿QUÉ?!Pero...¿pero tú qué te has fumado?¿crees que me voy a tirar aquí dentro otras tres horas por lo menos para que te vayas tu por ahí?

    • Te pagaré, ¡te lo prometo!

    • ¿Ah si?¿Y cuanto si se puede saber?

    • Quince dolares.

    • Treinta.

    • No, quince.

    • Veinte y no bajo mas, o no hay trato.

    • Está bien...veinte...

    • Por hora.

    • ¿Que?¡Ni de coña!

    • Pues no hago tu turno.

    • ¡Rachelle nunca puedo contar contigo!Por favor...es que...he quedado con una chica ¡y si no llegaré tarde!

    • No haber quedado con ella, sabías que hoy tenías que trabajar. Que te espere fuera cuando termines.

    • ¡Es que no sabe que trabajo! No creo que saliese conmigo.

    • Ese es tu problema Ryan. Estoy harta de quedarme aquí horas y horas como para encima quedarme haciendo lo que deberías hacer tu. Me voy y no hay mas que hablar.

    • Ten amigas para esto...

    • Ryan...¿desde cuando me consideras tu amiga?¿Desde que me pides que te haga favores?

    • Está bien...pero si la chica se pira ha sido culpa tuya.

    • No me digas eso que me echaré a llorar... - concluí con sarcasmo y una sonrisa amarga. Que tengas un buen curso...


Ryan siempre estaba igual...que si puedes hacer mi turno, que si me puedes dar dinero, que si le dices al jefe que trabajo mucho...Excusas, excusas y mentiras. Y no lo aguantaba más. Bien, algo a mi favor...habían puesto algo de música...para despedirme de este antro. En realidad, trabajar aquí no estaba tan mal, buena gente, y, en cierto modo, buen sueldo para una chica de diecisiete años. Estaba guardando mi delantal cuando llegaron Page y Mandy, las chicas que nunca me habían abandonado desde que nos conocimos.


    • Bien...¿preparada para salir de aquí y empezar de nuevo las clases? - me preguntó Page, mientras me abrazaba y me saludaba después de un mes sin vernos.

    • ¡Desde luego! Ya os echaba de menos chicas...¡ven aquí Mandy! - dije, reuniendo a las dos en un fuerte abrazo – antes de irnos...¿queréis beber algo?

    • Si...¿por qué no? - comento Mandy – ya sabéis que yo no bebo pero...¡qué más da! Este es nuestro ultimo día de libertad mientras que estemos en ese internado, ¿no?

    • ¡Exacto! - siguió Page - ...¿tres cubatas y brindamos?


Las sonreí y me puse a buscar licores. El hecho de trabajar allí también era un alivio si eras menor de edad y te gustaba beber. Saqué una botella de ron y otra de coca-cola, y me dispuse a hacer los cubatas mientras contestaba impaciente a las preguntas de mis amigas.


    • Bueno y...¿qué tal el verano?¿Trabajando mucho?¿Algún chico por ahí escondido?

    • Jaja, no, ¡claro que no!Ningún chico, ni encontrado ni escondido. Sabéis que yo no quiero estar con nadie a menos que sea la persona perfecta para mi – les dije, sonriendo para mis adentros mientras les servía los cubatas -.

    • ¿El chico perfecto? Venga Rachelle, no caerá esa breva! - dijo Page, sin parar de reír - ¡Sabemos que eso no es cierto! Lo que pasa es que no sabes ligar.

    • Por que tu lo digas, ¿no? Claro que sé, pero es que todavía no he escogido a mi presa.

    • Si, claro...

    • ¡Pues claro! Yo me acerco a los chicos...y si veo que no es nada en especial...les dejo marchar.

    • ¿Como a Malcolm?

    • Malcolm...es un caso a parte, chicas. Ya lo sabéis.

    • Anda que...para un tío que te tira los tejos y tu pasas de él...

    • No paso de él...pero....Malcolm es mi amigo, nunca me gustó, y no sería capaz de salir con una persona solo por que ella quisiese.

    • Vale...y una última persona....Drake.

    • ¿Qué? No me habléis de ese niñato creído, por favor.

    • Te liaste con él.

    • ¡Hace años! ¡Si incluso estaba en el grupito de Mel! Y me gustaba solo por que era el chico popular y guapo, aunque fuese un capullo. Y dejemos de hablar de chicos, por favor, a menos que vayáis a hablar de vuestros ligues, en cuyo caso no os haré ni caso.


Estábamos brindando cuando un apuesto joven entró al bar. Dios. Era increíblemente guapo, como ningún otro que hubiese visto antes. Pelo castaño oscuro, ojos verdes, pálido de piel y nariz recta. Además era alto, muy alto, y tenía tal figura que incluso llevando ropa andrajosa estaría hermoso.


    • Vaya vaya...parece que por fin Rachelle ha elegido a su presa...ñaam...... - le dijo Mandy en voz baja a Page, y las dos rieron, aunque parecía que a mí no me importaba. Todavía tenía la vista fija en aquel chico tan guapísimo que acababa de sentarse en una mesa - ¡Ataca Rachelle, ataca!

    • ¿Está Ryan por ahí, chicas?

    • ¿Qué...Ry...Ryan?¿Para que le quieres?

    • Para nada en especial...esperad un momento, ahora vengo – no le tuve que buscar mucho, puesto que estaba en la cocina – Ryan, ¿puedo hablar contigo?

    • ¿Ahora que quieres Rachelle?

    • Emm...me quedo quince minutos más y tu te vas quince minutos antes, ¿qué te parece?

    • Es muy poco tiempo...

    • ¿Lo tomas o lo dejas?

    • ¡Lo tomo, lo tomo! ¿Cuanto dinero quieres?No abuses que no tengo mucho.

    • Nada...no...no te preocupes por el dinero.

    • ¿En serio?

    • Si, en serio.

    • Y...¿a que se debe este cambio de idea?

    • No preguntes, solo déjame como cliente a aquel chico que se acaba de sentar, ¿entendido?

    • Vaya...la leona ya ha elegido a su presa...

    • ¿Queréis dejar de decir todos eso?

    • Si, si claro...como usted mande... - volví a pasar por la barra, me cogí el delantal y simplemente les guiñé un ojo a las chicas, justo antes de dirigirme hacia el chico – Hola, buenas tardes, ¿Que desea tomar?